Los nacionalistas toman posiciones
El Aberri Eguna, o Día de la Patria de los nacionalistas vascos, se celebró ayer con la novedad de la ausencia de violencia, dado el anuncio de alto el fuego permanente de ETA. Los partidos legales que reivindican esa ideología dieron por supuesto que ese alto el fuego no tiene marcha atrás, y también que ello crea una situación política nueva, ante la que esbozaron sus reclamaciones y estrategias. La ilegal Batasuna evitó convocar actos con sus siglas, y sus dirigentes tuvieron una presencia discreta en un acto convocado por la Udalbiltza (Asamblea de Municipios) que controlan.
Si se confirmase que la retirada de ETA es irreversible, es posible que se produzca un reagrupamiento del nacionalismo en dos bloques: el representado por un PNV reincorporado a la tradición autonomista y el de signo soberanista que podrían constituir Aralar y EA con la formación que suceda a Batasuna. Un ensayo de esa confluencia se hizo visible en la manifestación del pasado día 1 en Bilbao (por el regreso de los presos y la autodeterminación), en la que no participó el PNV por considerar que las prioridades del momento son otras. Y volvió a representarse en el Aberri Eguna de ayer.
El presidente del PNV, Josu Jon Imaz, utilizó el lenguaje que cabe esperar de un dirigente nacionalista el Día de la Patria para reivindicar el objetivo de "construir la nación vasca" y reclamar un autogobierno que no pueda ser "cepillado" por las instituciones centrales. Esto último lo dijo en respuesta a un comentario de Alfonso Guerra sobre el Estatuto catalán. Sin embargo, no dejó de reiterar los criterios que viene defendiendo en los últimos meses: que lo prioritario es la paz, y que no hay que mezclar o condicionar ese objetivo con el de reforma del marco político; y que tal reforma debería contar con un apoyo no inferior al que tuvo el Estatuto de Gernika, como expresión de un consenso integrador de las distintas "identidades y sensibilidades políticas".
No hay posibilidad de un consenso entre nacionalistas y no nacionalistas fuera del marco estatutario. Y ese marco implica un equilibrio entre lo que se decide en el ámbito vasco y lo que requiere el respaldo de las instituciones comunes. Así se hizo patente en la tramitación del plan Ibarretxe. Lo aprobado en el Parlamento vasco no sólo era inconstitucional en aspectos esenciales, sino incompatible con la lógica de reparto de poder propio del sistema autonómico.
En Euskadi hay ahora una lucha por el discurso. Batasuna está construyendo un relato heroico de justificación de la retirada de ETA. Otegi viene sosteniendo que el nacionalismo institucional había acabado dando la razón a la política de rechazo del Estatuto que la izquierda abertzale defendía en los inicios de la transición. Se apoya para ello en las posiciones sostenidas por el PNV en el pacto de Lizarra y en declaraciones posteriores de algunos de sus líderes. Frente a ese discurso, Imaz reivindicó el acierto de su partido al apostar por la vía autonómica, integradora de la pluralidad vasca, frente a los que defendían el "todo o nada". Si Euskadi es hoy "más nación que nunca" es porque el PNV se dedicó a "construir" mientras otros sólo han traído "tragedia, sufrimiento y destrucción".
Todo ello forma parte de la lucha por la hegemonía en el nacionalismo. Cuatro formaciones se disputan un electorado que no ha crecido en los últimos 20 años, y que sigue suponiendo poco más de la mitad del electorado.
Con fuertes diferencias territoriales. En Guipúzcoa, por ejemplo, Batasuna fue la primera fuerza en las autonómicas de 1998 (con tregua). No sería descabellado que intentase desplazar al PNV de la Diputación de ese territorio -importante centro de poder, dado que es la institución que recauda los impuestos- tras las elecciones locales del año próximo. Pero para ello tiene que forzar su legalización antes de esas elecciones, y ello implica que para entonces sea evidente que la retirada de ETA es definitiva. Lo cual sería imposible si los encapuchados intentasen hacer compatible la declaración de alto el fuego con el mantenimiento de la extorsión a los empresarios. Cosa que Otegi sabe mejor que nadie. El miércoles pasado se descaró con el argumento de que si Batasuna y ETA están a prueba, también él quiere "hacer verificaciones" sobre si España y Francia aceptarían la independencia de Euskadi si así lo decidieran los vascos. Es una bravata sin sentido, porque han sido ETA y Batasuna quienes no han aceptado los pronunciamientos de los vascos, refrendando el Estatuto de Gernika primero y legitimándolo luego en numerosas elecciones que han demostrado que no todos los vascos son nacionalistas ni todos los nacionalistas independentistas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.