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Conmemorar la República

El 14 de abril de 1931 es una fecha fundamental para la democracia en España, un país donde, desgraciadamente, no abundan las referencias históricas de carácter democrático. Y una fecha clave en la larga lucha por la recuperación de las libertades nacionales de Cataluña. El 14 de abril forma parte de la particular tradición oral de muchas familias en las que padres y abuelos han recordado ese día de 1931 como una jornada de alegría y esperanza. Sin embargo, la II República no ha sido, hasta ahora, reconocida como una referencia histórica del actual sistema democrático. La República ha formado parte del debate historiográfico y social, pero ha sido olvidada como antecedente democrático de nuestras instituciones. El relato político sobre el complejo proceso de construcción del sistema democrático empieza con la transición y la Constitución de 1978. La lucha antifranquista y, en mayor medida, la Guerra Civil y la II República han formado parte de lo que había que superar mediante el olvido. Eran referencias incómodas, para la derecha, por razones evidentes, pero también para la izquierda, para la cual la República fue una experiencia fracasada.

Hay que conmemorar la República ya que son necesarios referentes éticos sobre los que fundamentar los valores democráticos

El discurso dominante sobre ese periodo se ha basado en la idea de las responsabilidades compartidas de unos y otros, en que todos fueron culpables. De este modo se termina por poner a todos los protagonistas de este periodo en el mismo saco, a confundir las víctimas con los verdugos, a los responsables del golpe que provocó la guerra con los defensores de la legalidad republicana. En definitiva, el olvido al que nuestras instituciones han sometido a la II República no hace sino perpetuar la injusticia del franquismo o de ese neofranquismo que considera la República un régimen ilegítimo que produjo caos y violencia.

La mayor parte de los Estados europeos de nuestro entorno han promovido un relato, compartido por la mayor parte de las fuerzas políticas, y un imaginario social en los que las actuales democracias y los Estados de bienestar se basan en el antifascismo y en las luchas sociales del siglo XX. Por el contrario, en España la actual democracia ha prescindido de su más inmediato precedente, la República. El proyecto republicano de 1931 quería situar España en el siglo XX, crear un sistema democrático en el que las clases populares pudieran participar de la modernización del país; un país atrasado, con una estructura social profundamente injusta, dominado por unas oligarquías estrechamente vinculadas a la Iglesia y al ejército, que no querían perder ni su poder ni sus privilegios.

La España y la Cataluña democrática de hoy no pueden olvidar que la República, con todas sus dificultades, fue el primer sistema democrático que tuvimos, con elecciones realmente libres; que instauró el autogobierno de Cataluña con el Estatuto de 1932; que impulsó la igualdad de la mujer con el derecho a voto, el divorcio y el aborto; que promovió los derechos de los trabajadores y reconoció el papel de los sindicatos; que realizó reformas sociales, creando las bases de un sistema sanitario y educativo modernos -se construyeron más escuelas en esos pocos años que en los 30 años anteriores-; que impulsó la reforma agraria, la modernización y despolitización del ejército, y la separación de la Iglesia y el Estado, cuestiones que ahora están afianzadas en nuestro propio marco institucional.

Es necesario conmemorar la República, la Guerra Civil y el antifranquismo, en primer lugar, por justicia. Los gobiernos republicanos, las fuerzas políticas que apoyaron la República, cometieron graves errores, sin duda, pero no puede juzgarse por igual a los que defendían un sistema democrático y a los que promovieron un golpe de Estado fascista. No puede considerarse igual la petición de paz, piedad y perdón de Azaña que la política de la venganza que aplicó con saña el franquismo durante la guerra y la posguerra.

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En segundo lugar, es necesario conmemorar la República para hacer pedagogía política. La democracia necesita referentes éticos sobre los que fundamentar los valores democráticos. La tradición política y cultural de la actual democracia y del autogobierno de Cataluña no pueden ser otros que la República, la Generalitat republicana y la lucha antifranquista. Para que la democracia sea sólida, es necesario que sus fundamentos históricos, sean claros y sólidos. Promover el conocimiento de la historia, sin mitificaciones, con rigor y respetando el pluralismo, es un derecho de los ciudadanos y una obligación de las administraciones públicas.

En este debate sobre la memoria, a menudo la derecha política y mediática española confunde intencionadamente el olvido con la reconciliación, y la recuperación de la memoria histórica con una especie de venganza de los nietos que perdieron la guerra sobre los que la negaron. Las bases de la convivencia son muy sólidas, a pesar de todos los intentos del PP por romperla a cuenta del nuevo Estatuto de Cataluña. No se trata de romper nada; al contrario, se trata de fortalecer la cultura democrática saldando antiguas deudas que ensombrecen la calidad de nuestra democracia. No es aceptable que después de 29 años de las primeras elecciones democráticas aún quede pendiente la plena rehabilitación política y moral de los fusilados por el franquismo, como el presidente Lluís Companys, declarando la nulidad de los juicios a los que fueron sometidos, y el reconocimiento y dignificación de miles de desaparecidos, o que pervivan con asombrosa normalidad símbolos de la opresión y el fascismo como el Valle de los Caídos

El nuevo Estatuto de Cataluña, en un artículo del que estamos especialmente orgullosos; proclama: "La Generalitat debe velar para que la memoria histórica se convierta en símbolo permanente de tolerancia, de dignidad de los valores democráticos, de rechazo a los totalitarismos y de reconocimiento de todas las personas que han sufrido persecución debido a sus opciones personales, ideológicas o de conciencia". Por todas estas razones es necesario conmemorar la República.

El 14 de abril es un símbolo para todas las personas que creemos que la democracia está arraigada en los valores republicanos: en la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Joan Saura es consejero de Relaciones Institucionales y Participación, y presidente de ICV.

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