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Columna
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Cuatreros y política

El portavoz del PP en el Parlamento andaluz, en un artículo que publicó este diario el pasado sábado, responsabilizaba al grupo socialista y a sus gobernantes en Andalucía de la situación actual en Marbella. También, de rentabilizar políticamente esta situación por el hecho de no convocar elecciones municipales anticipadas. Como no podía ser menos, salva de cualquier responsabilidad a su grupo, aunque lo limita a Marbella. Además, y para que lo comprendamos los que no tenemos dos dedos de frente, pone el ejemplo de la estampida que provocaban los cuatreros para esconderse en su polvareda y, de esta forma, robar sin ser cogidos con las manos en la masa o en el becerro de turno.

El ejemplo no me ha servido de mucho. Sigo con mis dos dedos de frente de siempre. Hace tiempo que dejé de ver las películas de vaqueros. Nunca me gustaron demasiado. Su forma de entender la Justicia, descansando su satisfacción en un hombre -nunca mujer- temerario, que se pasaba la legalidad por el arco de su personal forma de hacerla e imponía el orden por el mismo arco, considerando al pueblo un hatajo de borregos, no me resultaba muy atractiva. La posición -de borrego- en la que me colocaba hacía que mis preferencias fueran por otro camino. No creo en los salvadores. Además, en aquel tiempo de vaqueros, bastante tenía con el NO&DO para ver películas que eran más de lo mismo; te atizaban con el himno nacional, sin letra; a continuación te salvaba Franco de los comunistas, a los que consideraba más delincuentes que a los que ahora construyen encima de las olas, y completaba la terna el waine de turno. Un waine que mataba indios, liberaba una caravana, un pueblo o enamoraba a aquella mujer casada a la que, para limpiar su amor, le alcanzaba la flecha del indio malo o le pegaban un tiro. No estaba la moralidad para gastar salvas en estos rollos.

Pues mira por donde, me he tragado una de vaqueros del portavoz. De nuevo, como si no hubiera pasado el tiempo, los héroes quieren volver a cabalgar, y lo que es peor, quieren que se les compren entradas para su película. Pues no. No me apetece quedarme con el western que se anuncia. Y no me apetece porque tal como se están conociendo los hechos que han ocurrido en Marbella, la película era y debe ser otra. En Marbella ha fallado todo. Ha fallado el sistema de investigación y prevención de delitos. Ha fallado la Agencia Tributaria, que no se enteró de las investigaciones a un Roca que sudaba tanto dinero que para aliviarse tenía colgado un Miró en el retrete. Ha fallado el sistema judicial. Además los políticos en general, y también los del PP, han adornado a Gil en las noches marbellíes. La ministra Margarita Mariscal lo mismo hacía honor a su apellido, y acompañaba a la Legión en la Semana Santa malagueña, que a su nombre, y sólo veía que linda estaba la mar en Marbella. No cabe ahora, ni rasgarse las vestiduras, ni salvarse el culo, ni ofrecerse de héroes. Ahora lo que cabe es que las instituciones funcionen y se corrijan las dejaciones anteriores. Que investigadores, jueces y fiscales, hagan su trabajo y eviten que la prescripción o la desaparición de documentos se den con tanta facilidad, y se acepten con tanta naturalidad, como en Almuñécar o en la Audiencia Nacional. Y, fundamentalmente, seguir recordando que salvo Herri Batasuna, los grupos políticos no son delincuentes. Los delincuentes son las personas con independencia del grupo al que pertenezcan. Utilizar como se está haciendo la corrupción y atribuirla a un fenómeno generalizado y su intento de residenciarla en un partido o tratar de hacer ver que las elecciones anticipadas en Marbella es lo que procede, cuando con la Ley en la mano no es posible - y en la historia consta que el gobierno del PP se negó a disolver el Ayuntamiento no hace ni tres años-, es actuar como esos cuatreros a los que se refiere este portavoz y querer provocar una estampida para que su polvareda oscurezca la realidad, y los votos lleguen con la misma irracionalidad que el ganado huye. Ahora lo que cabe, y no nos llamemos a engaños, es comprometerse en dar solución al daño que se ha dejado hacer, sin buscar ese sheriff que nos salve. Con las Azores, ya hemos tenido bastante.

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