Simplemente eso, normal
Romano Prodi se presenta a los italianos como lo que es, un profesor de economía que parece un profesor de economía
Romano Prodi es un profesor de economía que parece un profesor de economía, un hombre normal que parece un hombre normal. Y ésa ha sido la clave en torno a la que ha girado la campaña del centro-izquierda: frente a un personaje en el que casi todo es extraordinario, como Silvio Berlusconi, sus asesores se han empeñado en vender la imagen de un italiano serio, de clase media, dispuesto a trabajar. "Los italianos están buscando la normalidad", explica el periodista Furio Colombo, candidato al Senado por los Demócratas de la Izquierda (DS) y autor de un largo libro de entrevistas con Prodi, Ci sarà un Italia. "Le conozco desde hace 30 años y puedo decir que no es un santo, no es una persona superior; es una persona normal que se enfrenta a los problemas de la vida desde la perspectiva de una persona normal", dice Colombo.
"Los italianos están buscando la normalidad", explica el periodista Colombo
La telegenia de Prodi deja mucho que desear, sobre todo en la Italia berlusconiana
Sin embargo, Prodi, de 66 años, tiene algunos rasgos extraordinarios: es el único político que ha logrado vencer a Berlusconi en las urnas (en 1996, tras fundar la coalición de izquierdas El Olivo) y encabezó el primer Gobierno de izquierdas de la posguerra, aunque tuvo que dejar el Ejecutivo dos años más tarde, tumbado por su propia coalición. Lleva casi treinta años en la política italiana -fue ministro de Industria entre 1978 y 1979- con su prestigio íntegro. De hecho, logró sobrevivir al desastre de la Democracia Cristiana, que en los noventa fue fulminada por la investigación judicial Manos Limpias.
Es verdad que Prodi no es la alegría de la huerta y que su telegenia deja que desear, sobre todo en la Italia berlusconiana. Durante los primeros minutos de su segundo debate con Il Cavaliere, apareció con los ojos entornados, como si le estuviesen enfocando con una potente lámpara. Pero rápidamente apareció el Prodi normal: las sonrisas irónicas, los enfados y la eficaz retórica en asuntos económicos de quien se ha pasado 40 años dando clases -es conocido como Il Professore en sus filas-.
"A partir del martes tendremos más justicia, más equidad, y también podremos tener un poco de felicidad", aseguró el viernes durante el cierre de la campaña en Roma, una idea en la que ha insistido mucho durante la carrera electoral: el derecho a la normalidad, incluso a la rutina, frente a la aventura berlusconiana.
Nacido el 9 de agosto de 1939 en Scandiano, en el norte del país, donde se siguen reuniendo todos los Prodi cada verano, creció en la durísima posguerra italiana. Estudió en Milán y en la London School of Economics. A mediados de los años sesenta se estableció en Bolonia, donde comenzó a enseñar economía industrial, una actividad a la que se ha dedicado desde entonces cuando no estaba en política. Está casado con Flavia Franzoni desde 1969. Tienen dos hijos, Giorgio y Antonio, y dos nietas, Chiara y Benedetta. Procedente de la Democracia Cristiana, Prodi es católico practicante y no oculta su conservadurismo en cuestiones sociales.
Desde que entró en política, Berlusconi ha vendido su capacidad para triunfar en los negocios, mientras que Prodi ha puesto sobre la mesa su experiencia. Ha sido ministro de Industria bajo Giulio Andreotti; como presidente en dos periodos, en los años ochenta y noventa, del Instituto de Reconstrucción Industrial (IRI), que contaba entonces con 450 empresas y 400.000 empleados, logró sanear las cuentas y llevar a cabo importantes privatizaciones; fue primer ministro entre 1996 y 1998, y presidente de la Comisión Europea entre 1999 y 2004, con el lanzamiento del euro.
En una campaña tan dura, en la que los dos contrincantes han combatido sin guantes, Berlusconi ha atacado a Prodi en todos los frentes. Además de atizar el fantasma de una subida de impuestos, el terreno en el que le ha hecho más daño ha sido cuando ha puesto en duda la unidad de su coalición, La Unión, que forman los mismos partidos y líderes que acabaron estallando en 1998. Sus asesores insisten en que ha aprendido la lección y que sólo tiene un objetivo para los próximos cinco años: devolver Italia a la normalidad.
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