Un catálogo amoroso

En primera instancia, tiene mucho de desconcertante este último trabajo del siempre interesante André Téchiné que ha llegado, con cierto retraso, hasta nosotros. Reunión de dos de los mayores astros del cine francés de las últimas décadas, Gérard Depardieu y Catherine Deneuve, por quien nuestro hombre siente cierta debilidad (es la protagonista de la que muy posiblemente sea su obra maestra en absoluto, Los ladrones), Otros tiempos se diría una reflexión sobre el amor cuando se empieza a enfilar ya el último tramo de la vida, la entrada en la vejez. Y sin embargo, no van por ahí los tiros.

Rodada, como su anterior Lejos, en Marruecos, pero en un a medio camino cultural entre el Magreb y la Francia que fue la antigua metrópolis, el filme se despliega en realidad más allá de la historia que involucra a dos antiguos amantes (los mencionados Depardieu y Deneuve) que, por un azar que no es tal, terminarán por reencontrarse. De hecho, abarca también a la relación que la mujer tiene con un marido más joven, la del hijo de ambos con una joven marroquí, drogadicta y aculturalizada; y también, lo que constituye una marca chez Téchiné, la relación entre ese hijo y otro muchacho también marroquí, una de esas relaciones ni muy clandestina ni muy al aire libre, de la cual la pareja femenina del muchacho está al tanto.

Y, last but not least, el filme presentará también otro personaje, la hermana gemela de la drogadicta, firme observante de la religión musulmana, que pretende liberarse del vínculo sentimental que mantiene con su hermana, y que está llamada a terminar con otro de los personajes de este complejo universo amoroso. Catálogo de posibilidades y, sobre todo, de posicionamientos ante el deseo, el filme se limita a mostrar los comportamientos, a menudo no poco erráticos, de estos personajes (Depardieu, ingeniero, cartesiano y pasablemente rico, termina por recurrir a ¡una médium! para intentar vencer las resistencias de su antigua amante...), pero sin intervenir, en primera instancia, en las evoluciones de sus personajes.

La cámara de Téchiné, aparentemente neutral, los muestra y no los juzga. El autor tiene sus debilidades, qué duda cabe (no se permite ningún juicio negativo sobre un personaje que, como el amante bisexual, se comporta con no poca frivolidad e inconsistencia, por ejemplo), pero en general, hasta casi el final de la función, nos parece asistir a un documental de etología amorosa del ser humano, tal es el desprendimiento de los personajes con respecto a lo que viven, o la frialdad con que el director los presenta, en ocasiones afectivamente toscos (no es nada casual, a este respecto, la recurrencia a un actor como Depardieu), en otras huidizos (Deneuve es, en este sentido, un témpano de hielo... y no sólo con Depardieu).

Pero al final, Téchiné se guarda un as en la manga y, contra pronóstico, recompensará al más impensable de los personajes. Bien porque le pueda su perseverancia, bien porque, a la postre, la frialdad de su mirada es sólo aparente, pero lo cierto es que el filme se clausura con una esperanzada posibilidad de vida futura... bastante más de lo que su desarrollo hasta entonces hacía prever.