Guerra se pone del lado de quienes defienden en España un Estado sólido
El ex vicepresidente evoca la etapa en el Gobierno en su segundo libro de memorias
Felipe González y Alfonso Guerra se sentaron el 3 de diciembre de 1982 frente a frente por primera vez como presidente y vicepresidente del Gobierno para pasar revista a la tarea que tenían por delante después de ganar las elecciones. Guerra evocó anoche algunos de los sentimientos, preocupaciones e ilusiones que los dos "jóvenes sevillanos", sin pedigrí "económico, social o nobiliario", compartieron en su primer día al frente del Gobierno de España.
Dejando atrás los vientos, memorias 1982-1991 es el título del libro editado por Espasa que anoche presentó Guerra en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, flanqueado por el ex presidente del Congreso de los Diputados y hoy comisionado de Ayuda a las Víctimas, Gregorio Peces-Barba, y el actual titular de la Cámara baja, Manuel Marín. El ex vicepresidente del Gobierno hizo un extenso resumen de su obra en la que asegura haber contado la verdad de lo que él vivió y aunque se pregunta si cometió errores, afirma que volvería a vivir esa etapa de su vida si fuera posible.
Su actual condición de presidente de la Comisión Constitucional del Congreso fue mencionada tanto por Peces-Barba como por Marín y este último aprovechó el momento para elogiar la labor que ha desempeñado Guerra durante los últimos meses en los que se ha debatido en ponencia y comisión el Estatuto de Cataluña. "He sobrevivido al Estatuto", dijo Guerra como uno de los avatares que ha tenido que superar en los dos últimos años, desde que escribiera la primera parte de estas memorias.
Rechazo a los nacionalismos
Los centenares de asistentes a este acto no encontraron en las reflexiones de Guerra alusiones muy directas al actual momento político de reformas estatutarias, pero sí dejó claro su profundo rechazo a los nacionalismos. Reconoció Guerra que, como el poeta Antonio Machado, tiene unas "gotas de sangre jacobina" y desde luego se pone del lado de quienes "defienden un Estado sólido". Le escuchaban con atención el secretario de Organización del PSOE, José Blanco; la ministra de Vivienda, María Antonia Trujillo; el titular de Justicia, Juan Fernando López Aguilar; el defensor del pueblo, Enrique Múgica; el rector de la Universidad de Alcalá, Virgilio Zapatero; los diputados socialistas Txiki Benegas y Francisco Fernández Marugán y el diputado del PP Gabriel Cisneros.
Sí reconoce Guerra cierta nostalgia al escuchar los recuerdos que le trajeron en su presentación tanto Peces-Barba como Marín y quizá llevado por la nostalgia se declaró "orgulloso de la etapa de Gobierno socialista" que coprotagonizó con Felipe González durante nueve años. Las memorias terminan el 15 de enero de 1991 cuando presenta su dimisión a González después de un periodo de desavenencias.
Alfonso Guerra se declara "hombre de partido" pero asegura que esa condición no le ha limitado su libertad dado que no hay doctrina, a su juicio, que supere la dignidad de la persona. Eso sí, esa libertad la ha ejercido sintiéndose parte de un proyecto colectivo.
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