Villepin ofrece modificar aspectos polémicos del contrato para jóvenes
Los sindicatos mantienen la huelga del martes y acusan al primer ministro de ganar tiempo
Por primera vez desde el inicio de la crisis desatada por el contrato de primer empleo (CPE) que precariza el trabajo de los jóvenes, el primer ministro francés, Dominique de Villepin, ofreció ayer de forma explícita negociar los aspectos más polémicos de su reforma laboral. Está dispuesto a revisar el periodo de 24 meses de prueba durante el cual los menores de 26 años pueden ser despedidos y a establecer que se justifique la rescisión del contrato. Los sindicatos, que mantienen su exigencia de una retirada previa del CPE antes de negociar nada, acusaron a Villepin de querer "ganar tiempo".
Aislado, consciente de su soledad, Villepin propuso ayer suavizar las características del CPE que más inquietud despiertan. Si el viernes fueron los sindicatos quienes denunciaron su intransigencia después de acudir a una reunión en el palacio de Matignon, ayer fue la evidencia de que las principales asociaciones de estudiantes ni siquiera acudieron a la cita.
Tras este fiasco, el primer ministro cedió y anunció que pretende "responder a las dos grandes preocupaciones de los jóvenes sobre el CPE". Ofreció reducir la duración del periodo de prueba y además aseguró que, en caso de ruptura del contrato por parte de la empresa, "si el joven opta por una formación, el Estado le garantizará un subsidio durante tres meses". El CPE, añadió Villepin, no sustituirá a los contratos indefinidos, sino a los temporales, y las asociaciones de estudiantes participarán en la evaluación del dispositivo de seguimiento de su aplicación, algo que originalmente correspondía exclusivamente a los sindicatos de trabajadores. Asimismo, los estudiantes podrán disponer de becas hasta que encuentren un empleo.
Espiral de violencia
El primer ministro llega, sin embargo, tarde para detener las movilizaciones. La espiral de violencia que en los últimos días envuelve las manifestaciones contra el CPE proyecta una preocupante sombra sobre lo que pueda suceder el próximo martes, en la gran jornada unitaria de manifestaciones y huelgas que puede paralizar el país.
El ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, anunció ayer que, visto el modo como actúan los grupos de casseurs (reventadores) y pequeños delincuentes -que se mueven en paralelo al grueso de los manifestantes realizando agresiones y actos vandálicos-, está dispuesto a permitir a las fuerzas antidisturbios que entren dentro de los cortejos para perseguir a los violentos. La respuesta de los sindicatos fue inmediata. "No se le ocurra hacerlo", dijeron desde la CGT.
Sarkozy, además, aprovechó la entrega de carnés a nuevos miembros del partido gubernamental, la Unión por un Movimiento Popular (UMP) -de la que es presidente- para desmarcarse del primer ministro no sin ambigüedad. Los miembros del frente anti-CPE, dijo, deben aprovechar la mano tendida de Villepin porque "nadie saldrá ganando" sin un compromiso. Pero esto no le impidió lanzar una crítica demoledora al CPE. "La situación no se desbloqueará", dijo Sarkozy, "con políticas segmentadas y orientadas a una u otra categoría de franceses que se creen por eso estigmatizados".
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