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Reportaje:Tres años de ocupación

La guerra, legado de Bush a la historia

El presidente de EE UU será recordado por su decisión de invadir Irak, donde han muerto 2.300 soldados norteamericanos

Yolanda Monge

No tienen cartillas de racionamiento para el azúcar. No han subido los impuestos. No sufren un reclutamiento obligatorio. Tampoco se practican simulacros de ataques nucleares como se temía durante la guerra fría. En las calles del país no existen protestas masivas como las que se vivieron durante la guerra de Vietnam. La mayoría de los estadounidenses, los que disfrutan de la placidez de sus hogares, aseguran que no están en tiempos de guerra. Después de tres años, la guerra en Irak no ha afectado a la dieta, al bolsillo o a la rutina de los norteamericanos. Sí lo ha hecho a su psicología. "Muchos de nosotros sólo queremos llorar", dice Carol Lee. Según el último sondeo de USA Today /CNN /Gallup, la mitad de los encuestados asegura que la guerra les ha hecho llorar. Nueve de cada diez dicen que les ha hecho rezar.

La mayoría de los ciudadanos asegura que no están en tiempos de guerra
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Nunca antes en la historia de Estados Unidos un esfuerzo tan grande -gastos de 150 millones de dólares por día, más de 2.300 soldados muertos, 17.000 heridos- ha involucrado a tan pocos. "A menos que se esté ante una base militar o una comunidad cuya Guardia Nacional ha sido desplegada en Irak, no existe gran impacto en la vida de cada día", asegura David Segal, sociólogo de la Universidad de Maryland. "Sabemos que hay una guerra porque escuchamos la retórica de los tiempos de guerra", puntualiza el historiador de la Universidad de Georgetown, Michael Kazin.

Y, sin embargo, tres años después de que Estados Unidos iniciara la invasión, la guerra de Irak domina por completo la presidencia de George W. Bush. Lo tiñe todo de muertos y bombas. La oposición reclama la salida de las tropas, sin fecha por decidir. Y definirá su legado.

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Al igual que Franklin Roosevelt es recordado por su liderazgo en la II Guerra Mundial y Lyndon Johnson por Vietnam, los estudiosos de Bush predicen que la historia juzgará al 43 presidente de la nación por su decisión de ordenar el ataque preventivo sobre Irak el 19 de marzo de 2003 y por las consecuencias que traerá en el largo plazo la primera guerra de EE UU del siglo XXI. Todo lo demás, toda su política social, económica o energética ha sido relegada a un segundo plano, arguyendo el presidente la necesidad de librar esa guerra lejana por el bien del país; una guerra que dura ya más de lo que los americanos pensaron en un primer momento que iba a durar.

Cuando se lanzó la primera andanada de bombas sobre Bagdad, un 69% de estadounidenses pensaba que la guerra en Irak se ganaría. Un 25% aseguraba que era factible la victoria. Aquellos porcentajes son historia lejana. El último sondeo habla de un 57% de estadounidenses que cree que la guerra fue un error. Y sólo un 35% aprueba la gestión de su guerrero presidente.

Rose Gill, de 56 años, Tejas, perdió a su hijo como consecuencia de la explosión de una bomba en Irak en julio pasado. Desde entonces ella ha perdido tres trabajos. No se concentra. No piensa en nada más que en la guerra, en el hijo caído en un combate en un país lejano que ni sabe situar en el mapa. Pero, para la gran mayoría de la población, la contienda en Irak es poco más que la pegatina de un lazo amarillo como símbolo del apoyo a las tropas, una pulsera que supone haber perdido a un ser querido en acción, una fotografía en el periódico o una imagen en la televisión.

Según otro sondeo de USA Today / CNN / Gallup, el 45% de los estadounidenses dice que, tres años después, la guerra en el país mesopotámico no les ha afectado mucho personalmente. Una gran mayoría asegura que nunca envió una carta, un correo electrónico o un paquete de apoyo a las tropas; no votó por el candidato a presidente en términos de la guerra y no se manifestó a favor o en contra del conflicto. Siete de cada diez congresistas republicanos aseguran que enviar las tropas a Irak no fue un error. Ocho de cada diez demócratas opinan lo contrario. Esto también lo piensan seis de los diez escaños de independientes.

Los aliados de Bush comparan a éste con Harry Truman, impopular durante gran parte de su legislatura pero muy valorado en retrospectiva. Los críticos del actual presidente gustan de situarle al nivel de Johnson, otro tejano cuya presidencia fue engullida por la guerra de Vietnam. Las lecciones que se extraen tanto de Truman como de Johnson son similares: que la guerra triunfa sobre cualquier otra cosa.

Desde que se fundaron los Estados Unidos de América, el país sólo se ha visto envuelto en cuatro campos de batalla mayores que el de ahora: la guerra civil (1861-1965), la I Guerra Mundial (1914-1918), la II Guerra Mundial (1939-1945), el conflicto de Corea (1950-1953) y la guerra de Vietnam (1965-1973). "La guerra mata cualquier otra política de gobierno", asegura Robert Dallek, biógrafo de Lyndon B. Johnson. "Consume la energía de la Administración, de la opinión pública, de la prensa", añade. Parece que Bush también tiene en mente los libros de historia. Cuando el comentarista Fred Barnes entrevistó al presidente el verano pasado para su libro Rebel in Chief, Bush le hizo saber que había leído no sin cierto sobresalto tres libros que hablaban sobre el lugar en la historia del primer presidente de Estados Unidos. "Incluso 200 años después, se sigue revisando a George Washington", recuerda Barnes que le dijo el actual mandatario. "¿Qué dirán sobre mí?", planteó Bush.

Féretros cubiertos con la bandera estadounidense a su llegada en fecha desconocida a la base aérea de Dover, en el Estado de Delaware.
Féretros cubiertos con la bandera estadounidense a su llegada en fecha desconocida a la base aérea de Dover, en el Estado de Delaware.REUTERS

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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