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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vuelos sin control

Cuando se dé a conocer el informe del Ejército del Aire solicitado por el ministro de Defensa probablemente no quede claro si los tres aviones Hércules españoles destacados en Afganistán entre febrero de 2002 y junio de 2003 transportaron prisioneros, ilegales o no, a diversos centros de detención de EE UU en aquel país o en zonas cercanas entre sus 5.120 pasajeros. Algunos militares que participaron en aquella misión Géminis lo consideran "muy probable". Lo que sí se sabe es que no hubo un control político ni siquiera realmente operativo español de la labor de estos aviones. La contribución española fue, esencialmente, la de un transportista. Ésa es la gran diferencia entre la participación española en aquella guerra llamada Operación Libertad Duradera por la Administración Bush, en reacción solidaria al ataque del 11-S, y la actual contribución a la Fuerza de Asistencia para la Seguridad en Afganistán, que está bajo control de la OTAN y de su Consejo Atlántico, además de Madrid.

La falta de control español en aquellos tiempos sobre sus tropas en Afganistán u otros lugares no es una novedad. El control político sobre toda acción militar en la que participe España es esencial.

Es necesario que todo salga a la luz, en España y en el resto de los aliados.

Son demasiados los puntos oscuros que se acumulan sobre la forma en que EE UU trató a los prisioneros que hizo en Afganistán, algunos de los cuales acabaron en el mal llamado limbo jurídico de Guantánamo. Al menos, parece descartado que los aviones españoles pudieran volar hasta esa base americana en Cuba.

Pero la posibilidad de que los vuelos de los Hércules hayan sido utilizados para este tipo de transporte merece el mismo tratamiento que están dando el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa a la investigación de los vuelos de la CIA que en viaje de ida o vuelta a Asia Central u otros lugares, han pasado por España y por otros países europeos con prisioneros ilegales y al margen de toda consideración de los Convenios de Ginebra. No se trata sólo de la actitud del Gobierno de Aznar, que se alineó con Bush también y sobre todo para la invasión de Irak. También Alemania, bajo un Schröder formalmente opuesto a esa guerra, permitió esos vuelos y ayudó a dirigir algunos bombardeos americanos hacia sus objetivos.

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