¡Al fuego los 'toros artistas' de JPD!
Después de dos jornadas gloriosas, la fiesta volvió a su realidad más lamentable. Hace dos días, la gente vibraba de emoción. Ayer, dormitaba aburrida. Viernes y sábado se toreaba; ayer, se mimaba. Al menos eso intentaban los toreros. La historia no es nueva. Se viene repitiendo cada año el Día de San José, con el anuncio de una corrida de Juan Pedro Domecq. Y siempre la misma canción. Toros de ínfima presencia con el beneplácito de la autoridad competente, esto último es un decir, y el regodeo del ínclito ganadero que sigue burlándose de esta santa afición. Estos productos, cuyo propietario denomina toros artistas, deben ser sometidos al fuego de la cremà. ¡Al fuego con ellos! Que no vuelvan más por Valencia, por favor.
Domecq / Ponce, Barrera, Manzanares
Toros de Juan Pedro Domecq, el primero bis lidiado como sobrero. Corrida sin trapío, blanda, sin raza y carente de interés. Enrique Ponce: -aviso- pinchazo y dos descabellos (palmas); bajonazo (silencio). Vicente Barrera: estocada (vuelta con petición); metisaca, dos pinchazos -aviso- otros dos y casi entera (saludos). José María Manzanares: media baja (silencio); estocada (palmas). Plaza de Valencia, 19 de marzo. 12ª y última de feria. Lleno.
Con tan ruinosa corrida, cuyos tres primeros astados apenas tenían pitones -por cierto, todos de un astigordo que daba que pensar-, y apenas cuerpo y culo, Ponce se aburrió, que ya es decir. Barrera, con mejor ánimo, salió menos perjudicado, y Manzanares no encontró argumentos. Y la gente, de bostezo en bostezo.
Barrera, efectivamente, fue el menos perjudicado de la terna. Sería, entre otras cosas, porque puso más empeño. Quizá, también, porque es el que más lo necesita de los tres y él, consciente, lo sabe. A Barrera se le apoya en Valencia sin condiciones. Juega a favor de corriente, pero también es cierto que se justifica. Reiterativo en su impresentable primero, no pasó de pulcro, de aseado. Por mucho interés que ponía el torero, el toro se lo restaba con su incapacidad para emocionar. Todo quedaba como muy cansino, algo incoloro. A este toro le recetó una buena estocada, que sirvió para que el público pidiera con fuerza una oreja.
El quinto, toro más aparente, mas sólo aparente, permitió a Barrera recrearse en las dos primeras series con la derecha. Bien llevado el dócil toro, con temple, y muy ligado. Parecía que la faena iba a tomar vuelo, pero al supuesto toro artista se le acabó antes que pronto el depósito de gasolina. Empezó a cortar el viaje y a quedarse corto. Fue entonces cuando llegaron los dientes de sierra de una faena que acabó emborronada con la espada.
Hasta qué punto sería un antitoro el cuarto de la tarde, para que Enrique Ponce se aburriera y echara las cartas. Protestón, con intenciones solitarias de defenderse, mitad por su flojedad y la otra mitad por su descastada condición, colmó la paciencia del torero. Ponce abrevió, cuestión esta muy rara en él. Al novillote que abrió plaza, devuelto por inválido, le sustituyó un muy justo sobrero de mínimas fuerzas. Ponce lo trató con cariño, pero ya se sabe que hay cariños que matan. Y tanto torillo con amor le han querido poner a Ponce en esta feria, que le han matado sus posibilidades. A Fallas y a Valencia, Enrique Ponce debe venir con arreglo a su categoría y capacidad. Que la tiene. Pero eso, que hay amores que matan. Sus paisanos le enviaron ayer un recado que le debe hacer reflexionar.
Manzanares se perdió. O, mejor dicho, nunca se encontró. Daba la impresión que se buscaba, pero por más que lo intentaba no llegaba a tropezarse con su yo. En el insulso y flojo tercero, la gente no aguantó tanta falta de emoción. En el sexto, otro aparente toro que se derrumbó antes de ser banderilleado, intentó superar el trance de la manera más digna. Ya fue todo como una carrera contrarreloj. Se echó el toro muy encima, se obligó a rectificar la posición entre pase y pase y acabó también por desesperarse. Cortó la faena y se marchó a por la espada. Se agradeció.
En el día de la cremà, los impresentables toros de Juan Pedro Domecq debieron ser pasto de las llamas. Pero, sin duda, incluso antes de saltar al ruedo.
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