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Columna
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De ocasión

Porque de entrada es una abstracción, el dinero, sobre todo a partir de una cierta cantidad, de un determinado número de ceros, lo oyes, pero no lo ves. Te dicen una cifra y sólo te sitúas cuando tu mente -a una velocidad siempre asombrosa- lo concreta, lo traduce a cosas que se pueden hacer o comprar con ese importe. Las organizaciones humanitarias lo saben muy bien y hablan de dinero con lujo de detalles concretos. Para que la gente conozca el auténtico valor de sus donativos, para que compruebe que su dinero va por el buen camino de la cooperación, explican lo que se puede hacer, comprar o remediar con cada ingreso. Así, son frecuentes los mensajes del tipo: con tantos euros podemos vacunar a tantos niños/as. Con esta cantidad sentamos las bases de una escuela, un taller, una siembra o un pozo saneado. Esta suma representa tantos kilos de comida o de material sanitario. Y así van traduciendo, para que no sólo oigamos, sino que veamos el auténtico valor del dinero.

Las cifras públicas se oyen perfectamente (salvo las que se mantienen acalladas bajo un tupido velo), pero, por su dimensión, a mí personalmente me resultan difíciles de ver. Oigo que se han destinado tantos millones o tantas decenas de millones o tantos cientos de millones a este programa o a aquel departamento, y la verdad es que no consigo representármelo. Para situarme tengo que traducirlas al idioma de la vida práctica, a la lógica civil de los kilómetros de carreteras, de las bolsas de investigación, de los ladrillos protegidos, de las plazas residenciales, de las camas de hospital y así, concretamente, con todo lo demás. Insisto entonces en que las cifras públicas, por su talla, se encuentran entre las más audibles -entre otras cosas por que a menudo se jalean-, pero menos visibles. Pero hay invisibilidades e invisibilizaciones.

La Comisión de Economía del Parlamento vasco incluyó entre las prioridades para este año la fiscalización de lo que se ha gastado el Gobierno en elaborar y difundir el plan Ibarretxe. Sin embargo, el Tribunal de Cuentas (dependiente de esa comisión parlamentaria) ha decidido no auditar esos gastos. Cuestión de agenda apretada, al parecer. Nos vamos a quedar entonces sin saber qué porción del fondo común ha sido destinada a esa iniciativa partidista cuyo desglose incluye mítines, reuniones, viajes, profuso buzoneo (800.000 folletos) y edición por partida y tirada doble (al menos 100.000 ejemplares la primera y 50.000 la segunda) del texto en cuestión, y su posterior envío a domicilio. Nos vamos a quedar sin conocer al detalle esas cifras públicas, sin poderlas traducir a la contabilidad concreta de la calle y su necesidad. O lo que es lo mismo, sin saber qué hubiera podido hacer el Gobierno con ese dinero de todos, cuántas camas o comidas para los más desfavorecidos caben en esa partida extraordinaria, cuántos peajes liberados, cuántas plazas asistenciales, cuánta formación a profesores, cuánta ayuda a la investigación o a la adaptación a las nuevas tecnologías, cuántas becas artísticas o programas de difusión de las creaciones ya realizadas. Cuánta cooperación. Y así. ¿Y total para qué? Toda la inversión orientada al plan -y por lo tanto desorientada de evidentes urgencias sociales- ¿en qué ha quedado?

Lo único que tengo claro a estas alturas es que el plan Ibarretxe ha entrado en el mercado de los productos de segunda mano. Lo digo porque el otro día encontré en Internet el anuncio de alguien que quería vender su ejemplar: "Edición bilingüe, tirada única de 100.000 ejemplares -decía para animar al personal-, si no te hiciste en su día con uno, puedes hacerlo ahora y enterarte bien". El precio eran 15 euros. Me pareció caro para un libro de segunda mano. Y también me parece un precio alto, desde el punto de vista democrático, el que las cuentas del plan Ibarretxe se queden sin auditar. Lo veo como un signo (otro) de que vivimos en una democracia que no acaba de situarse en primera. En una democracia de segunda división o, por unir ambas noticias, de segunda mano. De ocasión, es decir, según se presente la ocasión y pueda aprovecharse.

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