Uribe arrasa
Lo más importante de las elecciones legislativas del domingo en Colombia ni siquiera es que los siete partidos que apoyan al presidente Uribe -ex liberal, independiente- hayan alcanzado la mayoría absoluta tanto en la Cámara como en el Senado, sino que el uribismo ha dado un paso de gigante para que su líder repita mandato presidencial.
De los 166 escaños de la Cámara, es fácil que la coalición presidencial se acerque a 100, y unos dos tercios de los 102 del Senado, con lo que no encontrará oposición para llevar a cabo sus planes, que contemplan la liquidación, por la fuerza si es necesario, de la amenaza terrorista-guerrillera de las FARC; la consolidación de una relación económica privilegiada con Estados Unidos a través del Tratado de Libre Comercio (TLC) y la desmovilización, ya muy avanzada, de los paramilitares, para su reinserción en la sociedad.
Cifras menos alentadoras son que, como de ordinario, apenas ha votado algo más de un 30% de ciudadanos, más de una décima parte de los sufragios han sido en blanco o nulos y que precisamente lo que pone en franquía la reelección de Uribe el 28 de mayo -primera vuelta- o el 18 de junio, en segunda, no apunta exactamente a la formación de un nuevo sistema de partidos o a una renovación de la clase política.
La oposición se centra en dos formaciones, la liberal, que ha sacado sólo 17 escaños en el Senado, cuando el partido conservador, uribista, mucho menos visible en la vida pública, ha obtenido 18; y en segundo lugar, el Polo Democrático Alternativo, que ha obtenido 11 bancas, pero que es una formación reciente. Los dos partidos eligieron también a sus candidatos presidenciales, y lo hicieron como quien renuncia a la victoria, al confirmar los liberales a Horacio Serpa, que ya fue derrotado por Andrés Pastrana en 1998 y en 2002 por Uribe, y el Polo a Carlos Gaviria, izquierda ortodoxa, que no parece la encarnación del futuro.
Frente a ello, el uribismo se expresa a través de un amplio surtido de formaciones, ninguna hegemónica, que despide el aroma de una Colombia conservadora, quizá reformista, pero donde no se ve lo nuevo, ni adónde apunta. Pero ello no obsta para que el segundo mandato de Álvaro Uribe esté cada vez más cerca.
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