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Muerte del ex dictador serbio

La familia teme las consecuencias judiciales de un sepelio en Serbia

Guillermo Altares

El lugar donde será enterrado Slobodan Milosevic sigue siendo desconocido, aunque se prevé un conflicto entre su partido y sus familiares más cercanos, que no pueden volver a Serbia, donde están acusados de diferentes delitos. El personaje central de esta tragedia es Mira Markovic, su esposa, a la que conoció en diciembre de 1958 en su ciudad natal, Pozarevac, y de la que no se separó hasta su ingreso en la cárcel. Mira y su hijo Marko, dos personajes que no son precisamente populares en Serbia, viven en Moscú. Ella tiene pendiente una orden de detención por abuso de poder.

El líder del Partido Socialista Serbio (SPS), Ivica Dacic, se muestra prudente sobre si el sepelio se celebrará finalmente en Moscú, Belgrado o Pozerevac, situada a 70 kilómetros de la capital. "Depende de si la familia puede venir o no, y también de si podrán acudir a su tumba", señala. Otros dirigentes han sido más rotundos y han pedido funerales de Estado.

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Mira y Marko han solicitado un permiso temporal al presidente serbio, Boris Tadic, para poder asistir al entierro. Borislav, el hermano de Milosevic, se ha mostrado a favor de que sea enterrado en su tierra natal. "Si los socialistas quieren aprovechar políticamente la muerte, el entierro se celebrará en Belgrado o en su ciudad natal. Si depende de la familia, será en Moscú", señala por su parte Boris Husovic, redactor jefe de la cadena de radio B92.

Muchos acusan a Mira Markovic de haber empujado a Milosevic hacia el poder absoluto, abrazando el nacionalismo radical serbio en el momento en que el comunismo y Yugoslavia se desmoronaban, y de haber urdido en la sombra gran parte de las guerras en las que se embarcó su marido. Incluso, y en este caso la sospecha forma parte de una investigación de la justicia serbia, de estar detrás de la muerte de Ivan Stambolic, el antiguo mentor político de Milosevic, secuestrado y asesinado en agosto de 2000.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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