Ferrera, un todoterreno pletórico
Un toro de Victorino, el segundo, bravo en varas y de más que aceptable juego. Otro, el cuarto, con su interés, y cuatro de escasa nota. Una corrida de Victorino, en fin, con la etiqueta de denominación de origen algo turbia. Y eso que hubo dos, quinto y sexto, los más chicos de un desigual lote, que sacaron la guasa habitual de la casa.
El segundo, el toro más alto de agujas del encierro, impetuoso de salida y de bravura estilosa en varas, fue el toro de la tarde. No fue un amigo incondicional, pero tampoco un enemigo irreconciliable. Ferrera, acompañando siempre a la voz, buscó más el cuerpo a cuerpo en faena de coraje. Un trabajo que, poco a poco, incluso ayudó a desmejorar la condición de un toro que sin terminar de humillar, fue toro de éxito. Faena de algarabía. Ruidosa. Todo muy amontonado, en lo que menos importaba era el orden. Con prisas y pocas pausas. También pletórica de ganas.
Martín / Encabo, Ferrera, Bolivar
Toros de Victorino Martín. Desiguales de presencia. Quinto y sexto, muy chicos. El segundo, bravo, fue ovacionado. El resto dio poco juego. Luis Miguel Encabo: pinchazo y media (pitos); estocada (oreja). Antonio Ferrera: entera fulminante (oreja); tres pinchazos y entera algo caída (saludos). Luis Bolivar: entera tendida y cuatro descabellos (pitos); estocada caída (palmas). Plaza de Valencia, 12 de marzo. Segunda de Fallas. Tres cuartos cumplidos de entrada.
En el quinto, Ferrera armó un formidable lío en banderillas. Un derroche de facultades. Con el toro de cerca, de lejos, de espaldas, de frente, de costado, por el norte, por el sur...En cualquier zona del ruedo, con el terreno bien agarrado. En el tercer par, por los adentros, Ferrera se colgó del hombro un mantón de Manila y el ambiente ardió, que para eso son Fallas. Ya con la muleta, la escena pareció diferente a pesar de mantener los mismos personajes. El de Victorino, algo mirón, no terminó de pasar. Ferrera le buscó las vueltas, más valentón que valiente. Los relojes de ambos llevaban distinta hora. El del toro atrasaba; el de Ferrera, adelantaba. Por momentos pareció que jugaban al escondite. En todo caso, si Ferrera acierta con el estoque, la puerta grande se le hubiera abierto de par en par. La entrega del torero no se discute.
El toro que abrió plaza obligó a Encabo a cambiarle los terrenos de salida, de tan tobillero que saltó el de Victorino. Protestó en varas ese toro, sin entrega y distraido, como si la cosa fuera ajena a él. Andarín en la muleta, no le dejó reposar a Encabo que mostró una lógica desconfianza. Un baile por la cara y a matar. El cuarto hizo sudar en varas a Rafael Silva, que bregó mucho con el caballo hasta pegarle el segundo puyazo. El esfuerzo del piquero fue recompensado por una ovación unánime de la gente. Quizás algo exagerada. No fue el de Victorino un toro entregado ni defensivo, sino todo lo contrario. Ahora sí, luego, no. Pero fue todo con interés. La faena tuvo sus pausas meditadas, bien pensadas. Aunque también fue faena más de apuntes sueltos que armada. Labor esparcida, poco atada. Sin acabar de romper el toro, una serie a última hora con la derecha, sólida y lograda, hizo sumar los puntos definitivos a la faena. La oreja que Encabo se llevó de ese toro fue recompensa justa a tanto esfuerzo. Con los palos, Encabo arriesgó en este cuarto, pero no fue rival para Ferrera cuando compartieron el tercio en los dos primeros toros.
A Luis Bolivar le vino grande la corrida. Para él fueron los dos toros de condición mansa. En el tercero, su frágil figura y se mezcló con un estado de ánimo también débil. Con el último forzó la máquina y engrasó su corazón.Puso en juego la cogida. Pero ni el toro se entregó, ni Bolivar encontró la luz. El de Victorino echó pronto el freno de mano, desarrolló intenciones malsanas y descompensó a Bolivar que, enredado en la alambrada, pasó más apuros de los previstos.
Babelia
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