Silvia es aprendiz de Hawking
Una chica germanoespañola de 20 años publica un manual de física cuántica
Cuando Silvia Arroyo Camejo empezó a leer libros de física cuántica tenía 13 años. Por aquel entonces ya había dejado de preguntar a su padre, un cirujano vascular de Lanzarote, sobre la teoría de la relatividad, el cosmos y los agujeros negros. A él le preocupó que Silvia quisiera correr demasiado, pero ya era imparable. Mientras sus amigas veían videoclips en MTV, Silvia leía a Stephen Hawking.
Nacida y criada en Alemania, con doble pasaporte, madre alemana y padre "conejero", Silvia, que adoptó los dos apellidos de su padre, acaba de cumplir 20 años. Su manual de física cuántica Extravagante mundo cuántico salió la semana pasada a la venta, cuando ella apenas ha empezado la carrera de Física. "Cuando tenía 16 años me di cuenta de que no hay libros sobre física cuántica entre el nivel científico más popular y el más profundo, inaccesible para el ciudadano normal, y es casi imposible pasar del uno al otro. Se me ocurrió llenar ese hueco y escribir el libro que yo hubiese querido encontrar", explica.
"No es fácil, pero en la dificultad está el estímulo: te anima a superarte"
A los 17 se dispuso a ordenar sus ideas sobre el papel. "Llevaba desde los 13 años leyendo libros de física y tenía la necesidad de escribirlo todo, estructurarlo para comprobar si lo había entendido", recuerda. "Nunca se me ocurrió que se acabaría publicando", dice. Cuando lo tenía casi listo quiso pedir la opinión de un experto a ver si tenía sentido lo que había escrito en esos dos años. Se lo envió al catedrático de la Universidad de Heidelberg Hans Dieter Zeh, uno de los principales expertos en esta materia, que quedó tan impresionado que se lo ofreció a la editorial Springer. Cuando la editorial mostró su interés, Silvia ya no supo negarse. Para entonces -mayo de 2005- ella tenía 19 años y ni siquiera había terminado la selectividad.
A Silvia le brillan los enormes ojos azules cuando explica qué son los cuantos y cómo sirven para explicarlo todo. Con fascinación desgrana la metáfora del gato del físico Erwin Schrödinger, que está vivo y muerto a la vez, lo que ilustra la paradoja de la física cuántica.
Todo empezó con una curiosidad insaciable. "Cuando era pequeña le preguntaba a mi padre cómo funcionaba esto y lo otro". Pero sus preguntas se hicieron cada vez más difíciles de responder. A su madre, profesora de español e inglés, ya hacía tiempo que había dejado de atormentarla con enigmas imposibles. Los libros de física de la biblioteca de su colegio se le acabaron pronto. Desde los 13 años, las visitas a la librería a la vuelta de la escuela se hicieron diarias. Los libros eran su única fuente porque no tenía a quién consultar. "Preguntaba a mi profesor de física en el colegio, pero él tenía un conocimiento más amplio sobre la física en general y menos profundo sobre la física cuántica. De ésta yo sabía más que él".
De niña aprendió ballet clásico y violín -ganó dos competiciones regionales de jóvenes intérpretes a los 12 años-. Del ballet, como de la física, le gusta que le permite medir sus fuerzas. "No es fácil, pero en la dificultad está el estímulo: te anima a superarte".
Silvia quiere dedicar su vida a la investigación fundamental para tratar de resolver un enigma pendiente: "Cuando, en situaciones muy extremas como el Big Bang, intentas describir el sistema completo, te encuentras con que la teoría general de la relatividad, que describe lo grande, no casa con la física cuántica, que describe lo pequeño. Dan resultados contradictorios. Y el hecho de que no podamos describir totalmente la naturaleza me parece increíblemente fascinante".
Le gusta salir con los amigos, ir a casa de su abuela en Lanzarote y durante la carrera le gustaría realizar algún curso en el extranjero. "Quizá en Tenerife", anuncia, "en el Instituto Astrofísico de Canarias están haciendo experimentos nuevos".
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