Daños colaterales de la ley
La nueva normativa antitabaco sume en la crisis a la cafetería del Parlamento por el abandono de los fumadores
"Estará en la narcosala". Tal sorprendente respuesta recibió hace una semana de la secretaria de un grupo de la Cámara de Vitoria un periodista que preguntaba por un parlamentario. Da igual el grupo y el nombre del parlamentario. Y no es que la Cámara haya brindado a Asuntos Sociales alguna de sus instalaciones para que los drogadictos tomen su dosis con garantías de higiene. Es sólo que los plenos del Parlamento se han convertido en un ir y venir de sus señorías a un bar sito enfrente de su sede donde satisfacen su ansia de nicotina.
Ellos mismos procuran que las salidas coincidan con el principio de un debate para no correr riesgos en las votaciones y también vigilan los movimientos de los fumadores de otros grupos con los que comparten dependencia y el problema de no oír el timbre que llama a votar. La situación se está cobrando además, una víctima inocente: el concesionario de la cafetería de la Cámara, cuyas empleadas manifiestan ya en privado a personal del Parlamento su inquietud por sus puestos de trabajo.
De los 75 miembros de la Cámara de Vitoria sólo 22 siguen siendo adictos al tabaco
El bar, que antes de entrar en vigor la ley era un hervidero a la hora del café del día de un pleno, al término de una comisión o para el menú de mediodía, ha sufrido un bajón comprobable y ofrece, en iguales horas y circunstancias, una imagen desangelada. Hacer fotografías allí siempre ha estado prohibido para preservar la intimidad de los parlamentarios en sus momentos de asueto. El viernes pasado, el servicio de protocolo no permitió tampoco registrar una imagen que pretendía mostrar sólo la falta de clientela en el establecimiento.
No es sólo que lo hayan abandonado los parlamentarios y funcionarios fumadores, quienes más veces frecuentaban el bar, sino que los no fumadores, acostumbrados ya a humos ajenos, les acompañan en la salida a la calle para compartir charla. Su responsable, Pablo, se declara "seriamente preocupado". En un cálculo de trazo grueso señala: "No voy a decir un 50%, pero el bajón está por encima del 30% de los ingresos habituales".
La cafetería de la Cámara recibe una asignación económica de los presupuestos del Legislativo para que sus precios sean más moderados que en los establecimientos de la calle. ¿Obligarán sus pérdidas a elevar esa subvención? Y "¿deberíamos pagar todos ese aumento de la subvención para una cafetería de cuyos precios sólo se van a beneficiar los no fumadores?", se pregunta el popular Antón Damborenea, fumador empedernido y reivindicativo a quien escucha atentamente la socialista Esozi Leturiondo.
De los 75 parlamentarios sólo 22 siguen fumando. Eso sí, los que quedan lo están pasando mal y esa coincidencia mucho más poderosa que sus diferencias políticas les reúne varias veces al día en el bar El Candil, a diez pasos de la puerta de la Cámara. En este establecimiento puede ahora cualquier ciudadano codearse con la flor y nata de la política vasca, del peneuvista Joseba Egibar al popular Carmelo Barrio pasando por la secretaria de la Mesa, Kontxi Bilbao; el socialista Patxi López, el histórico de EA Juan Porres o la vicelehendakari, Idoia Zenarruzabeitia.
Hasta en este asunto, con el que se puede identificar un buen porcentaje de la población, se muestran los políticos celosos de su imagen o... ¿avergonzados de su dependencia? "¡No irá a citar los nombres de los fumadores!", se curan en salud sus asesores de prensa. Muchos ni siquiera se dejan preguntar y todos piden a los fotógrafos que no disparen cuando fuman, a veces a la puerta de la Cámara, en pleno paseo de La Florida, las más en ese bar que ha visto caer el maná del cielo de la noche a la mañana. Ciudadoso también su propietario de la intimidad de sus nuevos clientes, no permite fotos en su interior.
En Lakua la cosa es aún más difícil, por el tipo de edificio y su emplazamiento: pisos altos, ascensores y ningún bar a cuatro pasos. "Pues mal", responde inequívocamente el consejero de Interior, Javier Balza, a la pregunta de cómo lleva la prohibición. Su ventaja: "Salgo mucho a reuniones fuera del despacho y siempre encuentro el momento. El problema es que cuando puedo, fumo tres seguidos". La consejera de Industria, Ana Aguirre, confiesa que tenía pánico "a las reuniones largas sin tabaco", pero las sobrelleva. "Como cuando entras al cine", dice. La conversación se desarrolla mientras el titular de Sanidad, Gabriel Inclán, la acompaña hacia la calle para que ella pueda fumar. La vicelehendakari eludió todo comentario.
A título informal, algunos parlamentarios han abordado a la presidenta de la Cámara en busca de una solución. Los populares invocan el ejemplo de su permisiva presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, que deja fumar en las cafeterías de los centros de trabajo, pero el criterio aquí es tajante: "no hay nada que hacer", afirman en presidencia.
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