"¿Cuál es la alternativa a las 'pensiones ilegales'? Un cajero automático"
Borja Agirre (Bilbao, 1970), diplomado en Trabajo Social por la universidad de Deusto, es una de las 20 personas del equipo de la Asociación La Posada de Los Abrazos. En esta ocasión, actúa como portavoz de este grupo que se creó por y para sacar adelante la pensión de San Francisco, que acoge a personas sin recursos.
Pregunta. Todo apunta a que un radiador fue el que causó fortuitamente el incendio, ¿en algún momento pensaron que podría haberlo hecho un inquilino?
R. Nosotros no sabemos qué pudo originar el fuego, no tenemos ninguna hipótesis, pero siempre pensamos que era fortuito. Nos habría extrañado que hubiera sido provocado por algún inquilino.
P. Al parecer, otros cuatro pisos de ese edificio ejercían como pensiones, pero sin licencia. ¿Estaban al tanto de eso?
R. Claro. Siempre diferenciamos entre otras pensiones y la nuestra y siempre dimos la cara en cualquier situación y ante los vecinos. Y los vecinos de la casa sabían la diferencia entre la Posada y el resto. Y creo que hoy en día siguen respetando nuestro trabajo.
P. ¿Las llamadas pensiones ilegales se encuentran por todo Bilbao o concentradas en zonas?
R. Existen por todo Bilbao, pero determinado perfil de personas y, por tanto, de pensiones se acumula más en algunas zonas. Hablo de las personas con menos recursos sociales, económicos y personales.
P. ¿Cómo llegaban los inquilinos hasta su establecimiento?
R. Desde todo tipo de recursos sociales, e incluso algunos por su propio pie. Teníamos 14 habitaciones en dos pisos, con 22 plazas. El proyecto completo de la Asociación son tres pisos, pero el primero estaba alquilado a mujeres y mujeres con niños. Se mantenía en un 60% con el pago de los inquilinos por la habitación, y el resto, eran donaciones de particulares y aportaciones de los socios.
P. ¿Cómo eran las personas que han muerto, qué les llevó a la Posada?
R. Eran personas que, por una u otra razón, habían roto con sus familias. Estaban en una situación de soledad bastante grande. Cobraban el ingreso mínimo de inserción y tenían diferentes problemáticas personales y diferentes adicciones. Alguno seguía un tratamiento. Para los que trabajamos en el equipo eran personas entrañables, conscientes de que habían tocado fondo en la vida.
P. ¿Con posibilidad de reintegrarse laboralmente?
R. A corto plazo no.
P. ¿Qué sintonía había entre el barrio y la pensión?
R. Entre asociaciones y grupos que trabajan por la rehabilitación del barrio, buena, desde luego. Pero los propietarios y la gente que sabe que según el tipo de vecindario varía el valor de un piso, seguro que habrían querido tener otro tipo de vecinos.
P. ¿Se han sentido respaldados por las instituciones?
R. Sí, nos han apoyado y han confirmado la verdad, que la Posada era un establecimiento legal.
P. Pero al final lo que ha estallado es un problema de todo el barrio.
R. Y de todo Bilbao.
P. Los pisos en los que se hacinan personas, en condiciones infrahumanas.
R. Hay dos puntos de vista para ver el problema de las pensiones ilegales. Uno son los problemas que ocasionan a los vecinos, entendidos como propietarios de los pisos, y otro, el problema de los propios inquilinos. ¿Cuál es la alternativa a una pensión ilegal para una persona sin techo? Un cajero automático. Si cerramos las pensiones ilegales, ¿dónde va a ir esa gente?
P. Pero ese tipo de locales explotan a seres humanos.
R. De acuerdo, pero si se cierran, ¿cuáles son las alternativas? Nuestro recurso era de los pocos, por no decir el único, en Bilbao que reunía una serie de condiciones: tenía unperfil de exigencia muy bajo, admitíamos en principio a cualquier persona, y era de larga duración, se podía estar todo el tiempo que se quisiera.
P. ¿Cómo se podría extender esa fórmula?
R. Sacar adelante un establecimiento de este tipo, de baja exigencia y larga duración, no es fácil, porque necesitas un equipo como el que teníamos nosotros, dispuesta a trabajar con los inquilinos desde la familiaridad no desde las normas. Y que además tuviera una red social alrededor.
P. Ustedes establecieron una relación personal con los inquilinos.
R. Es que sólo desde esa espontaneidad de la sociedad civil puede existir un lugar como este. La Posada era un sueño que estábamos poniendo en marcha y que estaba funcionando extraordinariamente bien.
P. ¿Volverán a abrirla?
R. Hay un grupo de gente al que hay que atender, que ahora está provisionalmente en el albergue de Bilbao. El equipo de La Posada nos hemos comprometido con ellos y no vamos a abandonarles. Aún no sabemos ni cómo ni dónde, si volveremos o no a San Francisco 43.
P. ¿Qué le echaría en cara a las instituciones en su actuación en esa zona?
R. La mayor crítica que haría a las instituciones no es que falten recursos sociales, en ese barrio el problema es de urbanismo. Hay muchas cosas oscuras en Bilbao La Vieja, es un barrio muy goloso, a cinco minutos de la estación de Abando, en pleno centro de la capital vizcaína, y ahí hay mucha especulación a nivel institucional, empresarial y particular.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.