La historia se cuenta en números
Existe una forma de ver la historia que, por razones obvias, no goza de excesivo predicamento editorial, que es la aproximación estadística. Para un gran número de lectores, la versión estadística de la realidad, sobre todo si se extiende por ámbitos sociales y económicos muy extensos, resulta simplemente impracticable, salvo como instrumento de consulta. De ahí que los volúmenes estadísticos estén casi irremisiblemente destinados a los economistas, los sociólogos o a las notas a pie de página de los libros de historia analítica.
La segunda edición de Estadísticas Históricas de España tiene, como la primera, vocación de mapa universal de la sociedad española durante casi dos siglos. Es decir, siguiendo el monumental trazo estadístico del texto -5.000 columnas de datos en 17 capítulos en casi 1500 páginas- se puede reconstruir perfectamente el dificultoso camino de la sociedad española hacia la modernidad, sea en el ámbito económico -por ejemplo, el PIB se ha multiplicado por 40 veces en 150 años, de dos a 80 billones de pesetas-, sea en el laboral -en 1.900 la media semanal de horas trabajadas era de 64,8 horas; en 2000, de 36,1 horas- o demográfico -la tasa de natalidad ha bajado en 100 años desde 4,7 a 1,2 hijos por mujer-. Sólo con la enumeración de datos tan sumarios ya se tiene una idea aproximada de qué clase de progreso ha transformado España en los últimos 150 años.
Pero la calidad de cualquier esfuerzo está en los detalles. Importa, por supuesto, experimentar el vértigo del cambio sideral que asalta al lector con sólo comparar las cifras de 1850 y 2000; pero el verdadero conocimiento de ese cambio sólo se adquiere o refuerza si, además, se conocen exhaustivamente factores decisivos para el desarrollo social, como la educación, por ejemplo. Parecería lógico suponer que en los últimos 150 años se ha venido producciendo una reducción continuada del analfabetismo y, al mismo tiempo, un aumento constante de los estudios superiores. Pues bien, resulta que ambas tendencias se rompieron durante la Restauración y el primer franquismo. Tan sólo las generaciones nacidas a partir de 1980 han conseguido la escolarización al 100%.
Los detalles, precisamente ese carácter de descripción total de la realidad mediante las estadísticas, se aprecia en las series sobre producciones agrícolas, industriales o de servicios. Cultivos, precios, consumos, gastos, población, número de viviendas, depósitos bancarios, exportaciones e importaciones, electores y votantes, resultados electorales... todo está reflejado año a año durante casi dos centurias para descubrir no sólo la tendencia general, sino el punto exacto en cada curva.
No es fácil entender el esfuerzo que requiere poner en pie la historia estadística de España en los siglos XIX y XX. En primer lugar, porque la materia prima, que son las series estadísticas, tienen importantes cortes en varios decenios del siglo XIX; y después porque la necesidad y urgencia por el detalle exigen modificar la orientación de capítulos fundamentales. Era imperativo, por ejemplo, que los lectores dispongan de estadísticas sobre salud, o sobre urbanización -y no solamente sobre número de viviendas- o sobre la temperatura media. Todo eso, y más, está en este anuario, que ya es una obra de referencia.
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