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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Reforma alemana

Todos coinciden en que es necesaria, urgente y, además, posible. Alemania parece decidida a emprender la mayor reforma de su Constitución desde que se aprobó en 1949. Si entonces la Ley Fundamental debía garantizar la neutralización de todo centralismo panalemán, hoy se trata de darle agilidad y funcionalidad al Estado.

Es difícil encontrar en una democracia moderna mejores condiciones que las que se dan actualmente en Alemania para una reforma de tal profundidad. La Unión Cristianodemócrata (CDU/CSU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) gobiernan en una gran coalición y cuentan con una mayoría de casi el 73% en el Bundestag. El Gobierno federal, los dos partidos y la conferencia de presidentes de los Estados federados se han puesto de acuerdo en un paquete de reformas que ayer llegó a su primera lectura a las dos cámaras parlamentarias. Pero incluso en esta constelación política ideal han surgido voces críticas. Se trata de una reforma acordeón: por un lado se reduce el campo legislativo del Bundesrat, la Cámara territorial donde están representados los länder, y por otro se amplían las competencias de éstos en varios campos, como la educación, lo que está provocando un intenso debate.

Ambas cámaras habrán de acordar una cuarentena de cambios sustanciales para una mayor delimitación de competencias entre el Estado federal y los länder y un considerable recorte en la capacidad de bloqueo de la labor legislativa federal por parte de éstos, tanto de forma directa en las conferencias sectoriales como por medio de la cámara territorial. La reforma se debate en un proceso rigurosamente multilateral, donde todos han de concertar los cambios en las relaciones de todos y cada uno de los länder con el Estado federal. Sólo una mayoría como la actual, formada por los dos grandes partidos y que supera con creces los dos tercios requeridos en ambas cámaras para las reformas, permite abordar esta agenda sin temor a que uno de los actores políticos capitalice la reforma en beneficio propio. Porque los que hoy son aliados serán de nuevo adversarios en las próximas citas electorales.

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