La piel de Carmen

Se entiende que la adaptación de un clásico tan revisado como Carmen debe ser obligadamente personal. Dentro de esa libertad, hay que aceptar esta versión que lo lleva a los terrenos del ballet clásico español. Gómez ha diseñado la obra con un criterio en el que siempre prevalece la figura, sensual y seductora, que ella encarna. El dibujo coreográfico propio del género es en muchos momentos colorista y luminoso, aunque la libertad ejercida sobre el libreto hace que esa parte coral -con hasta docena y media de personajes en acción- se concentre en los dos primeros actos, que consumen la mayor parte del tiempo de la obra. En los restantes predomina el paso a dos -excelente el que ejecuta junto a Escamillo-, y la coreografía sólo vuelve fugazmente antes de su desenlace.

La obra acusa esta distribución en el dibujo de algunos de los personajes y en una cierta bajada de tensión, pero el balance final es más que positivo porque Aída se mete en la piel de una Carmen fatal como pocas.