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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El anhelo de aventura

Fernando Savater

A lo largo de la historia de la literatura, algunas obras célebres han dado lugar a una progenie de remakes más o menos afortunados. En ciertos casos, la recreación se inspira sólo remota o irónicamente en el original: así la Odisea de Homero ha podido apadrinar retoños tan dispares como la Eneida virgiliana o el Ulises de Joyce. En ocasiones repite el mismo relato, logrando sin embargo algo mucho más enriquecedor que la mera reiteración del efecto, como en las por igual admirables La cruzada de los niños, de Marcel Schwob, y Las puertas del paraíso, de Jerzy Andrzejewski. Pero otras veces propone una variante sutil que no se desvía del argumento inaugural más que para comprenderlo mejor. Es el caso de la novela El ancla de la esperanza, que a poco más de medio siglo de su modelo toma de nuevo unos personajes y un decorado bastante semejantes a los de La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, para combinarlos en una peripecia engañosamente paralela y radicalmente diversa en el fondo. Y, lo más importante, que también es una obra maestra, como la del narrador escocés.

EL ANCLA DE LA ESPERANZA

Pierre Mac Orlan

Traducción de J. Manuel Ibeas

Ikusager Ediciones. Vitoria, 2005

237 paginas. 19 euros

"Los auténticos viajes son esos que sólo los niños pueden emprender", aseguró una vez Pierre Mac Orlan, mucho antes de escribir esta novela. A diferencia del adolescente inglés Jim Hawkins, que zarpó hacia la isla de los piratas y en ella vivió aventuras y conquistó un tesoro suficiente para colmar toda una vida, el joven bretón Yves-Marie Morgat nunca logrará realmente salir de Brest ni embarcar en el Rosa de Savannah o cualquier otro de los navíos legendarios que inflamaban su imaginación. Pero su aventura será no menos intensa, porque consistirá en el anhelo de aventura, en el proyecto que siempre parece a punto de alcanzarse y se aleja cuando ya lo tocan los dedos emocionados del alma. Es otra forma de viajar y de correr unos riesgos de los que se vuelve finalmente transformado, maduro, desengañado quizás. Al Petit Morgat no le faltarán en cualquier caso tentaciones peligrosas, la compañía de un mentor fascinante que le robará para siempre de la simple rutina familiar y le propiciará una lección ambigua, terrible, en la que chocarán de manera irreversible la moral de la amistad y la moral de la ley. También Mac Orlan, como Stevenson, deja en la última página a su protagonista asomado al vértigo del futuro, de esa imprevisible vida adulta de la que sólo sabemos con certeza que será una larga convalecencia de su peripecia juvenil.

Hay que agradecer a la edito

rial Ikusager (que ya ha publicado otra joya de Mac Orlan, El canto de la tripulación) la oportunidad que brinda al lector en castellano de enriquecerse con esta novela sin la que considero incompleta cualquier biblioteca de la narración entrañable. Se trata de una edición muy bien presentada, que cuenta con "bonos" interesantes, como los mejores DVD. En primer lugar, un estudio introductorio del insustituible Francis Lacassin, a quien tanto debemos los aficionados a la narrativa fantástica y popular, no sólo como promotor de los mejores autores del género sino como teórico del mismo (recuerdo su estupendo libro sobre Tarzán, El caballero crispado). En este prólogo leemos aseveraciones memorables: "Lo propio de los héroes concebidos para la juventud es que compaginan su pasión por el riesgo con la que sienten por las confituras". Además, la edición incluye el prefacio del propio Mac Orlan para la edición de 1947. Es preciosa, aunque yo recomendaría al lector entrar en ella después de acabar la novela porque revela una clave sobre la identidad de uno de los protagonistas no precisamente "misteriosa", pero que me parece preferible como lector llegar a descubrir por mí mismo.

Mi única (quizá caprichosa) objeción se refiere a la traducción del título. La obra original se llama L'Ancre de Miséricorde y el muy competente traductor decide verter ese nombre como El ancla de la esperanza, lo que supongo que según él corresponde al sentido marinero de esa herramienta. Puede que sí... aunque a mi juicio no del todo. La misericordia no es un sinónimo de la esperanza, sino aquello en lo único que confiamos cuando ya no esperamos nada. Creo que la novela de Mac Orlan trata precisamente de eso. Aunque quizá sólo sean cosas mías...

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