El Tribunal de Estrasburgo prohíbe a una mujer usar embriones sin contar con su ex pareja
Natalie Evans, la británica que en su lucha por ser madre ha llegado hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, recibió ayer un duro golpe tras conocer que la Corte de Estrasburgo ha rechazado sus aspiraciones de implantarse los embriones que congeló antes de separarse de su pareja, quien ahora se niega a que sean utilizados.
Evans, de 34 años, decidió con el consentimiento de su ex pareja, Howard Johnston, someterse a un tratamiento de fecundación in vitro y congelar los óvulos fecundados, después de que le diagnosticaran un cáncer de ovarios que la dejaría estéril. En 2001, la pareja se separó y Johnston se negó a que Evans tuviera en el futuro un hijo suyo, para lo que solicitó la destrucción de los embriones.
La ley británica requiere el consentimiento de ambos progenitores, que disponen en cualquier caso hasta el momento de la implantación del embrión para cambiar de opinión. Tras agotar la vía jurídica en el Reino Unido, Evans acudió al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo por considerar que la destrucción de los seis embriones congelados vulneraría los derechos humanos y su derecho a una vida privada y familiar.
A pesar de que el pasado febrero Evans logró paralizar la destrucción embrionaria a la que estaba obligada legalmente, ayer la corte de Estrasburgo consideró que impedir que la demandante utilizara los embriones no implicaría la violación de ningún derecho.
Decisión rápida
"A pesar de la gravedad del estado de salud de la señora Evans, que hizo que ellos no dispusieran del tiempo necesario para reflexionar y ser aconsejados, tanto el uno como el otro fueron informados acerca de la posibilidad de retirar su consentimiento en todo momento y hasta la implantación de los embriones", indicaron los jueces.
La demandante se apresuró ayer a hacer pública su intención de recurrir la sentencia de la corte y a manifestar su esperanza de que finalmente su ex pareja diera su brazo a torcer y terminara por consentir la utilización de sus embriones. "Howard piensa que es demasiado tarde para cambiar de opinión, pero no es así. Howard, piénsalo, por favor".
Su ruego cayó en saco roto. El propio Johnston se mostró ayer plenamente satisfecho ante la decisión del tribunal de derechos humanos: "Parece que el sentido común ha prevalecido", dijo en conferencia de prensa televisada.
Una situación similar se podría repetir en España, y el resultado sería el mismo, informa Emilio de Benito. El proyecto de ley de reproducción humana asistida mantiene que el permiso para la utilización de los embriones debe ser de la pareja. La diferencia es que ahora la técnica permite mantener congelado tejido ovárico, con lo que la mujer podría usarlo sin tener que contar con su ex pareja.
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