Escaparatismo cultural
La autora aboga por la urgente necesidad de cambio en las políticas públicas aplicadas al mundo de la cultura en la capital.
La política cultural para las artes escénicas que lleva a cabo el Ayuntamiento de Madrid consiste fundamentalmente en un generoso presupuesto que se dedica al teatro Español y un presupuesto algo menor para el Centro Cultural de la Villa. Ahí se acaba todo.
Las ayudas al teatro privado son ínfimas, y las ayudas a las salas alternativas o pequeñas salas son irrisorias. No hay apoyo a los nuevos creadores ni política cultural en los distritos.
Por mucho que traigan a nuestro teatro Español el Barbican de Londres o el último montaje de Robert Wilson o lo más caro que encuentren en el mercado del teatro internacional, no estamos a la altura de las más importantes capitales europeas. Estaremos a la altura de esas ciudades cuando nuestras artes escénicas lo estén, cuando nuestra política cultural no sea una política de nuevos ricos con un funcionamiento a golpe de chequera, cuando nuestra cultura, la que creamos aquí, pueda viajar y competir con la cultura de otras capitales europeas.
¿No sería más lógico que se hiciera un concurso para adjudicar la dirección de los teatros?
No hacían falta informes para averiguar que no estamos a la altura de París o Londres
Recientemente se ha dado a conocer un informe, solicitado y pagado por la Concejalía de las Artes del alcalde Ruiz-Gallardón a la empresa privada de gestión cultural La Fábrica, cuya conclusión es que "Madrid no ocupa un lugar destacado entre las grandes capitales europeas", "ni ha renovado su oferta cultural al ritmo que le correspondería". Pero no hacía falta pagar ningún informe para averiguar que, por supuesto, no estamos a la altura de París o Londres ni de Barcelona o Sevilla.
Al alcalde Álvarez del Manzano le gustaba lo cañí y nos llenó Madrid de manolas y chisperos. Al alcalde Gallardón y a su concejal de las Artes les gusta el teatro europeo de élite y nos obsequian con los proyectos más caros que encuentran por ahí.
Pero no parece que ésta sea una buena solución. Con esos espectáculos se consiguen magníficas fotografías de los políticos junto a los famosos: política de escaparate; pero sólo con políticas de renombre el nivel cultural de Madrid no despega.
Puede haber espectáculos de manolas y chisperos, puede haber espectáculos exquisitos y carísimos, pero a condición de que ésos no sean los únicos ejemplos de política cultural escénica. Se me ocurren dos soluciones: o se aumentan los presupuestos para cultura o se reparten mejor y, por supuesto, con criterios más democráticos. Mejor todavía, los dos caminos juntos.
En los últimos meses me he reunido con profesionales de las artes escénicas radicados en Madrid para analizar la política cultural que realizan en Madrid el alcalde Ruiz-Gallardón y su concejal de las Artes, Alicia Moreno. Más que descontento o crispación, lo que me han transmitido ha sido desolación e impotencia. Es verdad que es éste un colectivo donde todo se "sentimentaliza" y se multiplica, pero me atrevo a decir que la gente del teatro de Madrid no se siente bien con sus gestores políticos.
De las conversaciones de estos meses pasados han surgido multitud de preguntas, entre ellas las referidas a los criterios aplicados en el teatro Español, aunque las reflexiones hechas sobre este teatro sean extensibles a casi todos los teatros que funcionan con dinero público:
¿Es admisible que se nombre a dedo a los directores de los teatros públicos?
¿No sería más lógico que se hiciera un concurso (contrato programa) para adjudicar la dirección de esos teatros?
¿Es lógico que no se les pida un proyecto y un tiempo para desarrollarlo?
¿Es admisible que los directores gerentes de los teatros públicos sean directores de escena y que se puedan contratar a sí mismos para dirigir funciones en esos mismos teatros?
¿Es admisible que los directores gerentes de los teatros públicos se contraten como directores de escena en otros teatros públicos? Es posible que sea legal, pero ¿es ético?
¿Es válido el concepto que tenemos hoy día del teatro público frente al concepto de teatro privado?
¿Hay que producir desde el sector público o hay que invertir ese dinero en dinamizar el sector?
¿Las actuales políticas de ayudas a las artes escénicas apoyan al sector o privilegian a determinadas personas dentro del sector?
En estas políticas culturales se sigue funcionando con criterios que, sinceramente, creo que habría que revisar. De esta manera no sólo corremos el riesgo de desaparición de nuestro teatro, nuestra danza, etcétera, sino que también podría darse el caso de que los controladores de los teatros públicos y sus presupuestos se convirtieran en los mandarines de las artes escénicas para su mayor gloria, en vez de buscar la gloria de nuestros creadores, nuestros autores, nuestros actores y actrices, nuestros escenógrafos, nuestros directores, nuestros coreógrafos, nuestros bailarines...
Lo que he escuchado en estas reuniones no cabría en este artículo, pero yo me quedo con lo siguiente: la urgente necesidad de cambio en las políticas aplicadas a este sector y el descontento generalizado del mismo. Que tomen nota.
Rosa León. Concejal responsable del área de las Artes del grupo socialista en el Ayuntamiento de Madrid.
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