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Columna
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OPA y (geo) política

Andrés Ortega

¿Es indiferente, bueno o malo que una empresa bajo control alemán como E.ON compre Endesa? Puede haber una contradicción entre la racionalidad empresarial y la geopolítica. Económicamente y para los accionistas, puede tener sentido. Pero en la operación, España puede perder como país. Si estuviésemos en una Europa integrada y federal, con una política energética común y una política exterior única, poco importaría, aunque mayor concentración no implica mayor competencia. Pero, hoy por hoy, por desgracia, no estamos en esa Europa, sino en otra que al no ir hacia adelante, tras el parón en la Constitución Europea, parece ir hacia atrás. Y no es que realmente vuelva el proteccionismo sino que se defienden algunos últimos bastiones nacionales, los de los sectores más estratégicos. En esta Europa, Alemania gana peso, pero no es la campeona de las liberalizaciones, pues está relativamente cerrada: En el último Índice de Globalización FP/A.T.Kearney, Alemania ocupa el puesto 21, sólo cinco por delante de España, y en recepción de Inversión Directa Extranjera en el 54, frente al 11 para este país.

Aunque lejos de los intereses de los ciudadanos, el sector energético es el más estratégico de nuestros días. "Política energética" equivale casi a "política de seguridad". EE UU, Francia, Italia y otros así lo entienden. Rusia ha re-nacionalizado, con malos modos, su principal monocultivo: el gas y el petróleo. Con Endesa estamos ante un caso de una empresa privada, pero de un sector regulado, tanto que los consumidores están aún, y seguirán, pagando ese curioso concepto liberal que son los Costes de Transición a la Competencia.

La llamada telefónica de la canciller alemana, Angela Merkel, a Zapatero para interesarse por la OPA de E.ON unas horas antes de su anuncio indicó tres cosas: que este tema es político para Alemania; que los inversores de E.ON confían en España; pero también que Berlín menosprecia al Gobierno español. Lo normal hubiera sido que la llamada de Merkel hubiese entrado, para consultar, mucho antes. En todo caso, la intervención de la canciller de la Gran Coalición convierte el paso de E.ON en una OPA que se puede calificar de Estado. No habría ocurrido entre Francia y Alemania. Y la bíblica regla de oro vale tanto como la acción de oro en desaparición. En tales circunstancias a cualquier gobierno español le resultaría difícil acceder de buena gana a la petición de Alemania, un país con sus campeones nacionales. Pues los tiene, como casi todos los que dicen que no hay que tenerlos. Probablemente para consagrar los campeones españoles, algunas empresas, como Endesa, necesiten cobrar ahora una dimensión europea e integrarse en entidades más grandes, cediendo parte del control y la gestión, como recuerda Mauro Guillén en la versión española de su magnífico libro sobre El auge de la empresa multinacional española. Pero, ¿así y manteniendo el aislamiento español en la red energética europea?

En España las empresas han pasado a ser útiles a la política exterior, entendida no sólo como acción de Gobierno, sino de país. Endesa, principalmente a través de Enersis, ha sido uno de los principales inversores españoles en América Latina, especialmente en Mercosur, que es el corazón del continente. Además de las ventajas que comporten localmente, las inversiones en América Latina han supuesto mucho para España, como país (y hay que defender la regla de oro de una simetría para América Latina). Muchas empresas españolas se han globalizado gracias a su presencia en América Latina, política apoyada desde el Estado. Gracias a ellas, España pesa más, en Europa y en el mundo, no como Estado, sino como país; país intermedio, pero nada despreciable. Si estas empresas dejan de ser españolas, España perdería credibilidad e influencia en la zona, y de rebote en Europa y en el mundo. Un poco de ambición política no viene mal. Tampoco otro poco, aunque en un sentido algo diferente, de lo que Villepin llama "patriotismo económico", que Alemania no llama, pero practica. Es lo que está faltando aquí, independientemente de que se hayan hecho mejor o peor las cosas. Y, en general, se han hecho peor. aortega@elpais.es

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