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Reportaje:78ª edición de los Oscar

La estela de 'glamour' de un galardón

Un libro repasa la historia menos conocida de los premios de la Academia de Hollywood

La gala de los premios de cine más famosos y ambicionados, los Oscar -cuya 78ª edición se ha celebrado esta pasada madrugada-, esconde celuloide puro. De lo que en esa noche sucede podrían salir las películas que se quisieran con el subtítulo de 'Basado en hechos reales'. Y algunos tráileres serían:

En Los Ángeles el maestro de ceremonias llama a una de las actrices candidatas, le hace subir al escenario, la besa y anuncia que el Oscar es para otra.

La vida de un general es la cinta vencedora, y un presidente la ve y se inspira en ella para invadir un país.

Una película recibe 11 candidaturas, elogios de la crítica, llega a la cita como la gran favorita y sale de ella sin un hombrecillo dorado.

El presidente Richard Nixon se inspiró en 'Patton' para invadir Camboya

Una famosa actriz recibe el Oscar, al año siguiente vuelve a obtener otra candidatura y asiste a la ceremonia con el mismo traje del año anterior. ¿Despiste?, ¿talismán?

Son sinopsis reales extraídas de la Enciclopedia de los Oscar. La historia no oficial de los premios de la Academia de Hollywood (1927- 2005) (T&B), de Luis Miguel Carmona. Una memoria de un galardón que empezó sin nombre en 1927 y que hizo su presentación en sociedad por azar cuando en 1934 Walt Disney, al recogerlo por el cortometraje de Los tres cerditos, dio las gracias "por ganar un Oscar". Varias leyendas rodean su bautizo, quizá por Bette Davis, que, al ver ese hombrecillo desnudo cubierto de oro con una espada delante, sólo atinó a decir: "¡Es igual que Oscar!", su marido, Harmon Oscar Nelson Jr.

Son 77 años de Oscar desde muchos ángulos y planos. Las listas de las cintas candidatas y ganadoras, los episodios tras las bambalinas, los aspectos curiosos de la ceremonia, los brillos, oropeles y opacidades de sus estrellas y cada edición dentro de un contexto histórico. Un panorama en el que el lector pasa a ser un espectador de la película del Oscar, de la historia de un mundo y un imperio deslumbrante, pero siempre acechado de amenazas y dudas. Y, por eso mismo, atento a renovarse y reinventarse. El metraje de esta cinta empezaría por la mitad de su historia. Cuando en los años cincuenta Hollywood vibró ante la irrupción de la televisión. Su acogida hizo que entre finales de los cuarenta y principios de los cincuenta los espectadores de cine bajaran de 90 millones a 51. Hasta que en 1952, el año en que El mayor espectáculo del mundo venció a Solo ante el peligro, la Academia tomó medidas de reconquista. Una de las más importantes fue autorizar la retransmisión en directo de la ceremonia anual. Convirtió así a su enemigo en aliado con la complicidad de las estrellas.

Superada la crisis, la tranquilidad retornó, hasta que los años sesenta la fueron alterando poco a poco. Tanta rebeldía, tanta liberación, tanta política y tantas protestas antisistema por parte de todo el mundo, incluidos los miembros de la Academia, entre otras cosas por la guerra de Vietnam, dieron ceniza y oro a Hollywood. La legendaria estela glamourosa de la entrega de los Oscar se apagaba. Así que en 1971 la Academia reescribió el guión de sus socios para la gala y propuso a las mujeres vestir de largo y con colores negros, blancos o plata.

Reinventado el estilo, la industria descubrió que, tras el éxito en 1969 de Easy Rider (En busca de mi destino), las películas de rebeldía y antisistema eran rentables. Pero también comprobó la gran influencia que ejercía el cine en la vida para alterar los destinos, no siempre con sus más ejemplares argumentos. En 1970, la vencedora Patton, de Franklin J. Schaffner, inspiró al presidente Richard Nixon para ordenar la invasión de Camboya. Se dijo de todo. Incluso la revista Life le sugirió que antes de tomar otra decisión política viera Blancanieves y los siete enanitos.

Hollywood se afianza así como el reino del desconcierto. Sus miles de académicos votan, eligen y luego, al ver la suma de sus preferencias, se sorprenden. Uno de esos años fue 1965. Todos elogiaban Darling, de John Schlesinger, y Doctor Zhivago, de David Lean, pero la triunfadora fue Sonrisas y lágrimas, de Robert Wise. ¿Hacia dónde va Hollywood? fue la pregunta de la temporada. O cuando en 1973 dos de las candidatas a mejor actriz secundaria fueron las protagonistas y niñas absolutas de sus filmes: Linda Blair por El exorcista y Tatum O'Neal por Luna de papel, quien lo obtendría al final.

No hay que olvidar que Oscar sin lágrimas, envidias, sonrisas, vanidades, indiscreciones, desdenes y empujones no es Oscar. Ingrid Bergman lo sabe. En 1944 obtuvo el premio por Luz que agoniza y en 1945 volvió a obtener una candidatura y asistió a la gala repitiendo el traje del año anterior. En 1934 el humorista y presentador del acto Will Rogers pidió la presencia de Diane Wynyard, candidata a mejor actriz por Cabalgada, y al final anunció que la ganadora era Katharine Hepburn por Gloria de un día.

Los célebres olvidados por el Oscar serían los coprotagonistas de esta historia que plasma Carmona en su enciclopedia. Entre los directores, Charles Chaplin, Fritz Lang, Alfred Hitchcock, Federico Fellini, Akira Kurosawa, Stanley Kubrick, Martin Scorsese. Entre los actores, Glenn Ford, Marcello Mastroianni, Cary Grant, Peter Sellers. Entre las actrices, Lauren Bacall, Catherine Deneuve, Ava Gardner, Deborah Kerr, Liv Ullmann. Y plano secuencia sería para las tres cintas que obtuvieron más candidaturas y que al final no ganaron nada: El color púrpura (Spielberg) y Paso decisivo (Herbert Ross), 11, y Gangs of New York (Scorsese) 10.

Tras estos desdenes, podrían aparecer las familias que ya parecen tener genes de Oscar: los Coppola con el padre (Carmine), el hijo (Francis), la nieta (Sofia) y el sobrino (Nicolas Cage). O los Douglas con el padre (Kirk), el hijo (Michael) y la nuera (Catherine Zeta-Jones). O los Huston, cuyo padre e hijo lo ganaron en 1948 por El tesoro de la sierra madre. Y como último fotograma, esta película volvería a la época donde habría empezado, cuando en 1950 asiste por única vez a la gala quien se convertiría en el mito femenino más grande del cine y que nunca ganó un Oscar: Marilyn Monroe.

Audrey Hepburn, con el Oscar que logró por <i>Vacaciones en Roma,</i> en marzo de 1954.
Audrey Hepburn, con el Oscar que logró por Vacaciones en Roma, en marzo de 1954.
Marlon Brando, con el galardón al mejor actor por <i>La ley del silencio,</i> en 1955, junto a Bette Davis, quien le hizo entrega del premio.
Marlon Brando, con el galardón al mejor actor por La ley del silencio, en 1955, junto a Bette Davis, quien le hizo entrega del premio.

Grandes talentos

No son muchos los directores que triunfan en su debut. Camino hacia la gloria. Las óperas primas de los grandes maestros (T&B), de Luis López Varona, repasa el talento que han tenido algunos de los grandes directores de la historia del cine. El autor reconstruye la vida de estos personajes a través de sus momentos esenciales, aquellos que los conducirán hacia su destino como cineastas, hasta llegar al germen de lo que habrá de ser su gran debut. A partir de ahí se narra el proceso creativo y de realización de la película con la cual entró a la primera en la historia del cine.

El libro está dividido en dos partes: Treinta grandes óperas primas y Las óperas primas desconocidas de grandes directores. En el primer capítulo están los clásicos ejemplos de Orson Welles y su Ciudadano Kane, o de Luis Buñuel con Un perro andaluz. Junto a estos títulos y nombres, que ya son uno solo, figuran La huelga, de Eisenstein; El halcón maltés, de Huston; Obsesión, de Visconti; Al final de la escapada, de Godard; El cuchillo en el agua, de Polanski; Cabeza borradora, de Lynch; Sorgo rojo, de Zhang Yimou, o American beauty, de Mendes.

Más sorprendente resulta recordar o saber cuáles fueron las primeras cintas de grandes directores. De Chaplin, Charlot, Camarero; de Lubitsch, Los ojos de la momia; de Renoir, La fille de l'eau; de Hawks, Camino a la gloria; de Wilder, Curvas peligrosas; de De Sica, Rosas escarlatas; de Rossellini, La nave blanca; de Kurosawa, Sugata Sanshiro; de Bergman, Crisis; de Fellini, Luces de variedades; de Kubrick, Miedo y deseo; de Allen, Lily y la tigresa, y de Scorsese, ¿Quién llama a mi puerta?

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