_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Un nuevo Comité Truman?

El huracán Katrina destruyó algo más que Nueva Orleans. Acabó con la fe popular en la competencia de la presidencia de Bush. Hasta entonces, el presidente George W. Bush había crecido en la estima de los ciudadanos gracias a la grandiosidad de sus sueños. Prometió heroicamente que "protegería" al pueblo estadounidense mediante la "victoria total" sobre el terrorismo y convirtiendo al mundo árabe a la democracia. La audacia de su visión y la política del miedo ocultaron la incompetencia de la ejecución. Ahora que el pueblo estadounidense ha experimentado en su propio país el fracaso posterior al Katrina, tal vez se pregunte si la guerra del presidente Bush en Irak es inmune a un amiguismo, una confusión y una corrupción comparables.

El caos nacional comenzó con el Departamento de Seguridad Nacional de EE UU tras los atentados terroristas del 11-S. El Departamento tiene 180.000 empleados y, según The Washington Post, se distingue por "un diseño fortuito, una guerra burocrática y promesas incumplidas". Los dos secretarios de Seguridad Nacional consecutivos, Tom Ridge y Michael Chertoff, destacaron por su incapacidad para coordinar los esfuerzos de los 180.000 empleados. El huracán Katrina puso claramente de manifiesto el desplome de la dirección del Departamento. Algunos funcionarios de la Administración de Bush afirman que el segundo día del huracán se quedaron sorprendidos al enterarse de que se había roto un dique, lo cual permitió que la crecida inundara Nueva Orleans. Resulta que la Casa Blanca ya estaba en conocimiento de la rotura del dique la primera noche de la tormenta. "Brownie, estás haciendo un trabajo espléndido", dijo Bush del jefe del Organismo Federal para la Gestión de Emergencias (FEMA, siglas en inglés), lo que da una idea de la teoría presidencial de la responsabilidad. Bush raramente destituye a nadie, pero Lincoln, Franklin D. Roosevelt y Truman habrían despedido a la mitad de su equipo, empezando por el secretario de Defensa. Cuando las presiones del Congreso acabaron forzando la salida del desafortunado Michael Brown, "Brownie" se vengó de los amigos que sólo están para lo bueno aportando a un comité del Senado más pruebas sobre la mala gestión federal de las emergencias.

Los republicanos de la Cámara de Representantes, todos los cuales se presentarán a la reelección dentro de nueve meses, redactaron el borrador de un informe muy crítico con las acciones, o la inacción, de la presidencia republicana. "Esta crisis no sólo era predecible, sino que se predijo". La situación tampoco ha mejorado seis meses después. El Gobierno federal había prometido caravanas como refugio temporal para la gente a la que el huracán dejó sin hogar. The New York Times informó de que, de las 135.000 solicitudes de caravanas recibidas por el FEMA, "se han satisfecho poco más de la mitad". Si Franklin D. Roosevelt hubiera estado tan aletargado a la hora de ordenar la fabricación de aviones en 1940, es posible que Gran Bretaña hubiera perdido la guerra contra Hitler.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Muchos estadounidenses, hasta ahora satisfechos con la guerra de Irak, han empezado a aplicar las lecciones que tan dolorosamente aprendieron con el huracán Katrina. Tienden a coincidir con la abierta acusación del senador Chuck Hagel. Éste, un republicano generalmente conservador, ex combatiente de Vietnam que votó a favor de la guerra de Irak, y posible aspirante a la candidatura republicana en 2008, declaraba recientemente: "Cuando piense en otras cuestiones como la de Irak, en cómo nos metimos en ella -sin planificación, sin preparación, sin una idea de las consecuencias o de adónde nos dirigíamos, de cómo íbamos a salir, en cómo llegamos sin suficientes hombres, sin una estrategia de salida, y ese tipo de cosas- hablaré claro".

En marzo, la guerra de Irak entrará en su cuarto año: se está prolongando más que la guerra de Corea, más que la guerra hispanoamericana y más que la participación de Estados Unidos en las dos guerras mundiales. La guerra de Corea obligó al presidente Truman a retirarse en 1952; la guerra de Vietnam forzó la retirada del presidente Johnson en 1968. Los republicanos han llegado a la conclusión de que la creciente impopularidad de la guerra de Irak llevará a que cada uno se salve como pueda. Se murmura sobre un proceso de destitución, pero el presidente Bush se ha cubierto las espaldas al respecto. Si la destitución saliera adelante, convertiría a Dick Cheney en presidente. Cheney es el primer vicepresidente en el cargo que ha disparado a alguien desde Aaron Burr en 1804. Burr acabó con la vida de Alexander Hamilton en un duelo; Cheney acribilló por accidente a un compañero en una cacería de codornices. Pero el incidente se afrontó con una incompetencia tan gloriosa que refuerza la imagen de caos en Washington. El congresista John Murtha, un ex combatiente condecorado de Vietnam que mantiene estrechos vínculos con el Pentágono, insta a una retirada total de las Fuerzas de EE UU, una línea que debe de reflejar el sentimiento de algunos miembros de la cúpula castrense. "La guerra en Irak está alimentando el terrorismo", ha manifestado al presidente Bush, "no eliminándolo". La constante escasez de chalecos antibalas para los soldados en Irak es una desgracia. Hagel considera que las iniciativas estadounidenses para reconstruir Irak son "más que lamentables".

La incompetencia lleva a la corrupción. Los dólares estadounidenses que fluyen hacia Irak tientan a contratistas privados y estafadores. John Warner, presidente del Comité de Servicios Armados del Senado, ha lanzado una dura advertencia a la gente que quiera ganar dinero a costa de la guerra de Irak. Algunos republicanos del Congreso que pretendían distanciarse de la deplorable respuesta de Bush al huracán Katrina ahora buscan distanciarse de la deplorable guerra de Bush. Éste es un momento propicio para una reinstauración del Comité Truman.

¿Qué es el Comité Truman? En 1941, el senador Harry Truman, de Misuri, convenció al Senado y a la Casa Blanca para establecer un selecto comité senatorial que investigara el programa de defensa nacional. El Comité Truman se centró en el despilfarro y el fraude en la concesión de contratos, en la calidad de los materiales entregados, en la escasez de materiales esenciales y en los tejemanejes especulativos. La función de perro guardián del Comité, escribe David McCullough, historiador y biógrafo de Truman, su "atención al detalle durante las vistas, y la calidad, además de la cantidad, de informes emitidos, aumentaron en gran medida la confianza de la ciudadanía en la gestión de la guerra". La reactivación de algo como el Comité Truman sería un modesto paso bipartidista para restablecer al Congreso como un actor responsable en el juego del poder, para encontrarle sentido a una guerra sin sentido hasta que se retire a los soldados, y para ocuparse de los ladrones de Bagdad. Algún político ambicioso tendrá que razonar que Truman nunca habría ocupado la Casa Blanca de no haber sido por el Comité Truman.

Arthur Schlesinger Jr., asesor especial del presidente durante la Administración de Kennedy, ha ganado el Premio Pulitzer y el National Book Award en dos ocasiones. Traducción de News Clips.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_