La marcha de las banderas y los paraguas
La manifestación transcurrió en un ambiente tranquilo y centrado en las críticas al presidente
Banderas españolas y paraguas. Miles. Camisetas de la AVT (20.000). Tranquilidad, contención y mucho frío. Y mucha gente. Aunque el tiempo no acompañaba, la marcha arrancó. Iba encabezada por ocho víctimas del terrorismo que avanzaban en pequeños carritos eléctricos monoplaza. Entre ellas, Irene Villa, su madre María Jesús González, el capitán Juan José Aliste (víctimas de ETA) y Laura Jiménez (herida el 11-M) iban como avanzadilla recogiendo los aplausos y los gritos de apoyo que llegaban de ambos lados de la calle de Serrano. Primero eran más intensos; después, la lluvia los dificultó. Difícil con un paraguas en la mano y la bandera en otra. Pero la incomodidad la compensaban con sus voces de apoyo.
Pocos metros más atrás, Francisco José Alcaraz, presidente de la asociación convocante de la marcha, la Asociación de Víctimas del Terrorismo, avanzaba tras el lema Por ellos, por todos. ¡....! En mi nombre. ¡NO! Los puntos suspensivos fueron incluidos para que cada cual pusiera en ellos lo que considerara más conveniente, según explicó la AVT. En la pancarta no cabían más manos. Representantes de los colectivos que apoyaban la marcha, víctimas y familiares de fallecidos y heridos por la banda terrorista ETA se arrebujaban tras el lema que se abría paso con gran esfuerzo de la organización y la policía. Allí se pudo ver a Teresa Barrios, madre de Alberto Jiménez Becerril, asesinado en 1998 en Sevilla; a Pilar Elías, la viuda de Ramón Baglietto, cuyo asesino ha abierto una cristalería en los bajos del edificio donde ésta vive; o a Ángeles Domínguez, presidenta de la Asociación Ayuda 11-M.
Acaloramiento
Bastaba con acercarse a cualquier zona del amplio recorrido y preguntar sobre cualquier cuestión para ver cómo los ánimos no tardaban en encresparse y en provocar acaloramiento. Se iban animando unos a otros, y las palabras cada vez eran más gruesas, y los motivos para justificar su asistencia, cada vez más amplios. Y el blanco, siempre, el presidente del Gobierno: "Apoya más a los terroristas que a los españoles", "Está dando papeles para todos para que les voten" [en referencia a los inmigrantes], "Les va a dar todo a los catalanes", "Es un traidor"... Alejada la prensa, los interrogados volvían a la calma y seguían las consignas señaladas por la organización, fundamentalmente, Zapatero, dimisión y No son presos, son asesinos.
Irene Villa, que ha asistido a todas las convocatorias de la AVT desde que los socialistas llegaron al Gobierno -tres en total-, no se cansó de saludar durante todo el recorrido. Su llegada a la marcha junto a su madre, a Laura Jiménez y otras cuatro víctimas más mutiladas por el terrorismo fue uno de los momentos más jaleados por los asistentes. "No estáis solos", les corearon. Todos iban montados en sendos scooter modelo Auriga, cedidos por una empresa de ortopedia para facilitarles el paseo por los 2.154 metros del recorrido.
"Esta motillo es mía pero las demás nos las han dejado. Tiene una autonomía de 40 kilómetros", bromeó Irene antes de ponerse más seria. "El Gobierno tiene que escuchar al pueblo para que no se negocie con los asesinos porque eso es justificar el terror. Zapatero debe derrotar al terrorismo y luego puede negociar con los partidos nacionalistas que respeten los derechos humanos", sentenció. "A mí cualquier diálogo con los terroristas me parece mal, lo haga el PP o el PSOE. Pero si al final ETA deja las armas, los terroristas que hicieron atentados pues tendrán que seguir cumpliendo sus condenas y los que no, pueden defender sus ideas en el Parlamento".
La manifestación estuvo cuajada de personas que han sufrido en carne propia o amada el terror. Como José Antonio Ortega Lara, el funcionario de prisiones que sufrió el secuestro más largo y más cruel de la historia moderna española: 532 días en un zulo lúgubre y húmedo. Emocionado al verse arropado por tantos ciudadanos y por tantas víctimas, rehusó hacer declaraciones. "No, de verdad que no quiero", dijo a este diario. Ortega Lara es afiliado del PP.
Laura Jiménez, que sufrió heridas muy graves en los atentados del 11-M, habló de la manipulación de las víctimas. "Yo estoy aquí y no pienso que haya víctimas de primera o de segunda, eso son cosas de los partidos, son ellos los que nos quieren manipular. El resultado de cualquier atentado, lo haga quien lo haga, es el mismo".
El capitán Aliste también como avanzadilla de la cabecera, en silla de ruedas, sentenciaba: "Negociación con ETA en este momento, no; en el caso que abandone las armas y tras un tiempo prudencial se puede hablar de lo que sea. Pero ahora, no".
Junto a las víctimas marcharon algunas de las voces más conocidas de la Cadena Cope, cuyas pegatinas publicitarias lucían miles de asistentes. En ocasiones, algunos manifestantes corearon "Cope, Cope". Faltaba Federico Jiménez Losantos, al frente de un programa especial de la emisora de los obispos dedicado a retransmitir en directo la marcha.
Nada más desembarcar en la plaza de República Argentina, los que no lo habían hecho antes aprovecharon para pertrecharse, en varios tenderetes, de camisetas -se repartieron 20.000- pancartas, cartulinas con el eslogan de la manifestación, pines y banderas -a 10 euros las más grandes, y a cinco las más pequeñas-. Ningún artículo triunfó tanto como las banderas, que fueron marea hasta que a las seis y diez comenzó a llover; primero tímidamente, y ya en la Plaza de Colón, a las siete, con intensidad.
Tras la lectura del manifiesto, en menos de 15 minutos casi todo el recorrido estaba ya despejado. Los comentarios eran para todos los gustos. Unos estaban deseando tomar un caldo para animar el cuerpo, y otros hablaban de cifras:
-"Dice la Delegación del Gobierno que hemos sido 140.000"
-"¿Que éramos 140.000? Esos no dicen una verdad".
Un grupo en torno a un pequeño transistor, asistía emocionado a una emisión en directo: "Más de millón y medio", anunciaba triunfante el locutor.
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