Desde Baigorri a Euskaltzaindia
Jean Haritschelhar es un testigo de excepción de la evolución del euskera en los últimos decenios
Si la lengua vasca estuvo perseguida durante los cuarenta años de Franco, en Francia no ha recibido nunca la más mínima atención. Ahora parece que hay cierta preocupación institucional. De todo esto sabe mucho Jean Haritschelhar, que se formó hasta los 12 años en la escuela de su pueblo natal. "Es verdad que antes de la segunda guerra mundial, en los años treinta, en Baigorri sólo se hablaba euskera. En la escuela pública había 100 muchachos; excepto uno o dos, que eran hijos de funcionarios del Estado, los demás todos sabíamos. En cuanto salíamos de clase, donde estudiábamos en francés, todos hablábamos euskera. Ahora, en ese mismo Baigorri se habla más francés que lengua vasca: ha entrado la radio, la televisión, el trabajo en la escuela".
Por fin, allí está cambiando la enseñanza. No hay ikastola, pero en la escuela pública se imparten las asignaturas en las dos lenguas, "una especie de modelo B", aclara Haritschelhar. "Eso supone una toma de conciencia y una parada de esa regresión que ha sufrido la lengua". Parece como si para tener conciencia de lengua tenga que estar ésta en crisis. "Efectivamente, no había conciencia de lengua. Yo, a pesar de que he estudiado filología, comencé a estimar las virtudes de mi lengua materna muy tarde. Quizás, porque a los 12 años salí de Baigorri para estudiar en distintas ciudades francesas: Dax, Toulousse, París...", estima.
Pero no llega a olvidarla. El regreso a casa, para disfrutar de las vacaciones, "era un nuevo baño en euskera". Y así que cuando se decide a escribir la tesis, en lugar de hacerla sobre el español, la base de sus estudios de Letras, decide realizarla sobre el euskera. "A partir de ese momento entro en la cultura vasca". Supera la treintena, pero el interés que comienza a prestar a los estudios sobre la lengua y literatura vascas es profundo. Tanto que durante sus vacaciones, en Hernani, mientras la familia disfruta de la playa, acude a la biblioteca de la Diputación de Guipúzcoa, donde entabla relaciones con Arozena, Irigarai, Mitxelena y otros estudiosos.
"La verdadera percepción llegará en 1961 cuando recibo una carta de Michel Labeguerie, que fue alcalde de Cambo, uno de los renovadores del canto vasco, y me ofrece la dirección del Museo Vasco de Baiona. No había publicado nada más que un par de artículos, pero les interesó mi perfil de investigador de la lengua vasca. Después de treinta años deambulando por Francia, regresé al País Vasco". 1962 será un año clave en la vida de este bajonavarro. En enero entra en el Museo Vasco; en julio le nombran académico de número de Euskltzaindia ("recuerdo que le le dije a Jean Laffite, 'pero si yo no he hecho ningún trabajo', y me respondio: 'no se preocupe que usted va a hacerlos", comenta) y en noviembre accede a la cátedra de Lengua y Literatura vascas en la Universidad de Burdeos.
A partir de ese momento, viviendo en el País Vasco, tiene otra visión que la que tenía antes. "Creo que en mi vida he dado algo a la cultura vasca", afirma.
Comienzan, entonces lustros intensos para el euskera. Para empezar, la gestación del euskera batua. La cita clave es 1968, en Arantzazu, donde se reúnen los académicos, a propuesta de Gabriel Aresti. Haritschelhar no puede acudir por problemas personales, pero trabaja en las distintas comisiones que organiza Koldo Mitxelena. "Yo he sido el sostén de la hache", comenta, en referencia a la reforma ortográfica que introdujo este grafema en muchas palabras.
"Diez años más tarde, en Bergara, con el trabajo realizado en ese tiempo, nos volvimos a reunir y aquel día nació el euskera batua". ¿Cómo lo definiría quien era entonces vicepresidente de Euskaltzaindia? "Siempre hago la comparación con el dinero: en Europa tenemos una moneda única y con ella desaparecieron todas las monedas; la diferencia con el euskara batua es que no es lengua única, es lengua común: siguen los dialectos".
En aquella reunión de Bergara, Haritschelhar tuvo el difícil papel de moderador. "La primera tarde fue virulenta. Dando la palabra de unos a otros. Al final, le dije a José Luis Lizundia: 'mañana, me hace falta alguien conmigo porque no puedo mantener el orden'. Y me respondió: 'no te preocupes, mañana entramos en cuestiones científicas y los que están en contra no tienen nada que decir'. Efectivamente, así pasó. Las disputas se moderaban siempre cuando los debates eran lingüísticos, no políticos".
Para entonces, Euskaltzaindia ya era Real Academia. "En tres meses, de noviembre de 1975, en que muere Franco, a febrero de 1976, la consideración de la lengua vasca en la península, cambia por completo. Si antes se perseguía, ahora se reconoce la lengua vasca. Es más, el Ministerio de Educación acepta las consideraciones de Euskaltzaindia sobre el euskera batua, con la consiguiente repercusión en las escuelas". A partir de los ochenta, Haritschelhar llevará una gestión más relajada de la Academia, gracias al respaldo del Gobierno vasco, pero siempre atento al estado de la lengua milenaria. "Siempre hay problemas: ahora que parece que en la zona continental se consigue cierto respaldo institucional, tenemos problemas graves en Navarra; siempre hay que estar alerta. Afortunadamente, tenemos la retaguardia de la comunidad autónoma vasca, que apoya la lengua fuera de su territorio", concluye el filólogo de Baigorri.
Descubridor de Topet-Echahun
Jean Haritschelhar Duhalde (Baigorri, 1923) reside en Angelu (Anglet), cerca de Baiona, desde donde se desplaza hasta San Sebastián para participar en las reuniones de Euskaltzaindia, de la que fue vicepresidente entre 1966 y 1988 y presidente, entre 1989 y 2004. Es doctor en Letras por la Universidad de la Sorbona de París, con las tesis El poeta Pierre Topet-Echahun y La obra poética de Pierre Topet-Echaun, con las que descubrió la obra de este escritor vascofrancés. Entre 1971 y 1980 fue alcalde de su localidad natal. En 1988 fue nombrado doctor Honoris Causa por la Universidad del País Vasco; y en 2004 recibió el premio Manuel de Lekuona de Eusko Ikaskuntza.
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