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Tribuna:DEBATE | ¿ESTÁ EN PELIGRO EL CASTELLANO EN CATALUÑA?
Tribuna
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Sumar y no restar

En el ambiente de crispación en que desde hace una temporada se ha instalado la vida pública española, parece que sólo se puede hablar de la lengua en Cataluña desde posturas en las que defender una lengua implica necesariamente denigrar a los hablantes de otra. Para alguien que desde hace años ha dedicado muchos esfuerzos a promover la convivencia y la solidaridad entre las lenguas y se ha ganado por ello pescozones de uno y otro lado, el panorama actual es descorazonante. Pero tampoco estoy dispuesto a cambiar de discurso.

En Cataluña, catalán y español conviven desde hace siglos con suerte diversa. Nací en Barcelona en un lejano 1918, en un ambiente de clase media, y en mi familia, como en todas las que conocía, se hablaba sólo en catalán; pero a los seis años fui a la escuela, donde se utilizaba exclusivamente el español, que entonces llamábamos y hemos seguido llamando, a la manera clásica, castellano; y así crecí en un ambiente en el que el catalán era la lengua de las relaciones personales y sociales, y el español, la lengua de la mayor parte de la cultura escrita y de la Administración. Desde entonces han ocurrido muchas cosas, entre ellas, la Guerra Civil y los cuarenta años de régimen franquista, pero también que Barcelona ha pasado de ser un agregado de barrios pueblerinos a ser una ciudad cosmopolita y postmoderna. Y en el orden lingüístico los cambios no han sido menores. La Constitución de 1978 consagró una nueva situación. Por primera vez se afirmaba que España era una realidad plurilingüe y se alababa la pluralidad. Y el Estatuto de Autonomía decía y sigue diciendo que el catalán es la lengua propia de Cataluña, que las dos lenguas tienen la misma validez legal y que los ciudadanos pueden utilizarlas en cualquier circunstancia. Y el Parlamento catalán aprobó, por unanimidad de todas las fuerzas políticas, una ley que fijaba la política lingüística que iba a seguirse.

Hablar de que el español en Cataluña es una lengua amenazada es un sinsentido
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ENCUESTA: ¿Está en peligro el castellano en Cataluña?

Veinticinco años después es posible pasar balance. El conocimiento de catalán ha aumentado, y ha aumentado espectacularmente la capacidad de leer y de escribir en catalán. Pero no sólo ha ocurrido esto. En líneas generales, y redondeando las cifras, se puede decir que entre el 40% y el 45% de los ciudadanos de Cataluña declara tener el catalán como lengua principal, y una proporción parecida declara que el español es su lengua principal, mientras que un 15% se declara plenamente bilingüe. A su vez, la mayoría de los que dicen tener el español como lengua principal entienden el catalán, y aproximadamente la mitad se consideran capaces de hablarlo. Sólo un pequeño número, equivalente al 3% de la población de Cataluña, declara no entender el catalán. A lo largo de los años, la proporción de los que teniendo el español como primera lengua hablan o entienden el catalán ha aumentado considerablemente, pero en cambio no ha aumentado la proporción de los que tienen el catalán como primera lengua, sino que, sobre todo entre los jóvenes, ha aumentado la proporción de los que se declaran plenamente bilingües. Y los estudios observacionales muestran que la tendencia a adoptar el español en los intercambios lingüísticos en el momento en que alguien introduce esta lengua está todavía aumentando. De manera que aumenta el conocimiento del catalán, pero no su uso social.

Los motivos que llevan a esta mayor presencia del español son fáciles de imaginar. Está en primer lugar el avance de la globalización y el hecho de que el español sea una de las grandes lenguas del mundo lo que produce su predominio absoluto en los medios de comunicación; prensa, radio, cine, televisión... Añadamos a ello que la supervivencia de una lengua se basa en primer lugar en la transmisión familiar y que la natalidad en Cataluña, como en toda Europa, es muy baja y no asegura la continuidad biológica, lo que se compensa con una emigración extranjera de proporciones masivas que, en parte, es procedente de América y ya conoce el español. Y añadamos algo más sutil. La inmersión escolar de alumnos de lengua familiar española hace que estos alumnos pronto se familiaricen con el catalán; sin embargo, siguen teniendo el español como lengua habitual y la utilizan en la hora de juego, de tal modo que con facilidad se convierte en la lengua común. Todo lo cual significa que la inmersión aumenta el conocimiento del catalán, pero no su uso. Tan claro es este descenso que desde los sectores más comprometidos con el catalán se reclama una política más enérgica o se anuncia que dentro de cincuenta años el catalán habrá desaparecido. En estas circunstancias, hablar de que el español en Cataluña es una lengua amenazada o en peligro de desaparecer es un sinsentido.

Claro que una cosa son las perspectivas de futuro y otra el grado de conflictividad de la relación. En teoría, los ciudadanos tienen derecho a utilizar y a recibir información en cualquiera de las dos lenguas, pero las instituciones catalanas priman la información en catalán, lo que a veces produce protestas. En sentido inverso, el uso del catalán en la Administración de Justicia tropieza con muchas dificultades y a veces se hace imposible. Pero el campo más potencialmente conflictivo es la enseñanza. Por ello, en la encuesta que dirigí para el CIS sobre el conocimiento y uso de las lenguas en las comunidades con lengua propia tuve interés en que figurase este dato y los resultados mostraban una mayoría satisfecha con el sistema y una minoría que deseaba más catalán o exclusivamente catalán, y otra minoría, algo más extensa, que deseaba más español o exclusivamente español. Existe, por tanto, una variedad de opiniones sobre el tema, lo que explica que en ciertos casos se produzcan críticas y protestas, e incluso que una familia reclame la posibilidad, recogida por la propia reglamentación vigente, de que a su hijo se le atienda y se le enseñe en español. Pero, por encima de cualquier incidencia, lo que hay que tener en cuenta y lo que, en última instancia, se discute es el modelo de educación deseable en un territorio bilingüe. En Bruselas, una ciudad de hecho y de derecho bilingüe, existen dos sistemas educativos, uno en francés y otro en flamenco. En el Alto Adigio existe un sistema en italiano y otro en alemán. Y en el Canadá francés, hay universidades en lengua inglesa y otras en francés. En Cataluña se ha optado por un solo sistema educativo, sea cual sea la lengua familiar de los alumnos, y estoy seguro de que no existe ningún partido político ni ningún grupo de opinión dispuesto a cambiar este modelo.

Llego así al final de este comentario. En Cataluña existen, como es lógico, diferencias de opinión sobre la forma en que se aplica la política lingüística y a veces se expresan opiniones que escapan al consenso, opiniones e incidencias magnificadas fuera de Cataluña por los medios de comunicación, pero que no autorizan a hablar de una guerra de lenguas ni tan sólo de que se vaya a romper el consenso de la mayoría ni en el Parlamento ni en la sociedad. Hay en cambio otro tipo de incidentes de los que los mismos medios de comunicación no hablan, pero que deberían producir mayor inquietud.

Hoy en Cataluña es un secreto a voces que, desde hace una temporada, en muchos puntos de la geografía española, cuando dos catalanes hablan entre sí en catalán o hablan en catalán por un móvil, los que les oyen manifiestan en voz alta su desagrado o incluso les increpan duramente. Probablemente los que obran así creen defender la unidad de España, pero la realidad es que están abriendo heridas que va a ser muy difícil cicatrizar. Yo tenía veintiún años cuando las tropas de Franco entraron en Barcelona, y al día siguiente la ciudad apareció llena de pasquines que proclamaban: "Si eres español, habla en español". Una semana después desaparecieron los pasquines, alguien había explicado a las nuevas autoridades que la lectura que los catalanes hacían de la consigna era: "Dado que hablo catalán, esto significa que no soy español". De todo lo que he intentado contar en esta página creo que esto es, con mucho, lo más grave.

Miquel Siguan es autor, entre otros libros, de La Europa de las lenguas, España plurilingüe, bilingüismo y lenguas en contacto.

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