La felicidad aburrida
Aunque se parezca a un galimatías, una somera descripción de Dicen por ahí... debería informar de que estamos ante una ficción basada en otra ficción, a su vez basada en otra, y ésta, en un rumor sin confirmación... esa cosa tan posmoderna de jugar con los referentes para hacerle al espectador un guiño de complicidad que no podrá dejar pasar por alto. O dicho de otra forma, a comienzos de los sesenta se publicó un libro, El graduado, que recogía lo que entonces llamaban un rumor, y hoy más llanamente, una leyenda urbana: la historia del enamoramiento de un chico bien y una joven condiscípula suya que acaba, en realidad, con el chico en la cama de la atractiva, explosiva, madre de la joven.
DICEN POR AHÍ...
Dirección: Rob Reiner. Intérpretes: Jennifer Aniston, Kevin Costner, Shirley MacLaine, Mark Ruffalo, Richard Jenkins, Mena Suvari. Género: comedia romántica, EE UU, 2005. Duración: 96 minutos.
En 1967, un jovencísimo (aunque ya cargado de sus buenos tics) Dustin Hoffman encarnaba al personaje del libro, y ahora, tantos años después, lo hace Kevin Costner, aunque la joven de entonces ya no vive en esta ficción (¿qué se habrá hecho de la bella Katharine Ross?) y la madre, ahora abuela, no tiene los rasgos de la difunta, inmortal Anne Bancroft, sino los de la no menos temperamental Shirley MacLaine... un juego de identificaciones cinéfilas que algún espectador propenso a estas bromillas seguramente encontrará hasta divertido. Y ahora, la historia se repite con la tercera generación de mujeres Robinson con la nieta de la Mrs. original (Jennifer Aniston: para ella está construida la función)... y otra vez aparecerá por ahí el Beau de entonces.
"Parece que todas las mujeres de mi familia tienen que acostarse contigo", dice en un momento Aniston al veterano Costner, un triunfador al que la vida le ha dado de todo menos descendencia biológica. Y alrededor de esta casi maldición se tejen todas las variantes de esta película arteramente inteligente, pero al final decepcionantemente banal, un recordatorio de que los tiempos no están para amores enloquecidos y sí para el canto a la relación rutinaria, a la felicidad aburrida.
De eso va, en fin, la película. Porque detrás de tanto juego cinéfilo y de tanta broma sobre el supuesto carácter local de Pasadena, lo que aquí importa es otra cosa, y bien diferente: si una mujer debe resignarse al amor perfecto, pero aburrido, que le proporciona su novio abogado (Ruffalo: se aprovecha bien del personaje más débil de la función) y hacer, por tanto, como su madre, o coger el toro por los cuernos, saltarse a la torera los tabúes del género (la edad) y vivir, como su abuela, lo que pueda de una vida mucho más arrebatada y excitante que el destino prometido.
A la postre, un filme que arranca de una situación de partida inteligente, que se muestra siempre sólida, ejemplarmente narrado y que propone una galería de personajes perfectamente creíbles deviene una radiografía más de estos tiempos de conservadurismo y pavor al riesgo. Y es posible que por eso, sólo por eso lo recordemos en el futuro.
Babelia
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