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Reportaje:

La perla africana

Cabo Verde se desarrolla a buen ritmo, pero su futuro está amenazado por el narcotráfico, el paro y el petróleo

Se llama Esmeralda Monteiro, tiene 34 años, se licenció hace ocho en Ingeniería Informática por la Universidad portuguesa de Coimbra ("¡qué sitio tan triste!"), volvió a su país, se colocó en la telefónica nacional, socia de la lusa PT, y ahora es supervisora, gana 1.200 euros al mes, vive con su novio, no tiene hijos y proclama con orgullo: "En Cabo Verde se acabaron los tiempos de la poligamia y el machismo. Hace 20 años yo no hubiera podido estar aquí sentada con usted. Aunque las mujeres seguimos marginadas de los centros de poder, hemos dado un gran salto: ahora decidimos solas".

Monteiro es el mejor ejemplo del empuje de la ilustrada, viajada y ambiciosa clase media milagrosamente surgida en este paupérrimo archipiélago varado en el Atlántico, estratégico sólo como almacén y lugar de tránsitos turbios (esclavos, piratas, droga, inmigrantes) y azotado por un pasado feroz de hambrunas y emigración (aún hay más nacionales fuera que dentro del país, y aquí hay 450.000).

En una mesa cercana toma café Carlos Pinheiro, otro ingeniero. El jefe de operaciones aéreas del nuevo aeropuerto de Cidade da Praia tiene 39 años y también está orgulloso de su país, que en su campo es el campeón de África: la seguridad de los aviones nacionales es de las más fiables del continente, según EE UU. "No tenemos riquezas, ni materias primas, ni agricultura, ni industria, apenas producimos mano de obra barata. Nadie daba un escudo por nosotros, pero ahí estamos", afirma sonriendo.

¿Exagera? No. Cabo Verde cultiva maíz, frijoles y yuca, y pesca un atún (bastante tosco), una célebre langosta (debe ser sólo una porque en los restaurantes no hay quien la encuentre) y unas gambas ricas y abundantes, que sirven a la plancha. Además, tiene una incipiente (amable y verde) oferta turística, copada por hoteles portugueses y españoles, que ha crecido mucho desde el 11-S.

Por lo demás, explica una fuente diplomática europea, "Cabo Verde sigue siendo pobrísimo. Y afronta un futuro lleno de desafíos".

Básicamente, tres: narcotráfico, paro y petróleo. Desde 2001, el primer ministro, José María Neves, economista formado en Brasil, parece empeñado en mejorar la sanidad pública, formar mano de obra cualificada y ampliar el punto de mira político y comercial hacia Brasil, Estados Unidos y la UE para poder luchar mejor contra los narcos.

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De momento, Bruselas ha concedido a Cabo Verde un estatuto especial que le permitirá convertirse en socio especial en 2008: ese año en que termina su catalogación como nación en vías de desarrollo y comienza a regir su estatus de país de desarrollo medio. Lisboa, la ex metrópolis, ayudará en ese proceso, que sería una gran noticia si no implicara perder la ayuda internacional cuando el país tiene una gran masa de población joven (el 40% aún no ha cumplido los 18 años) y un paro estimado en el 30%.

El desempleo es, además, el mejor caldo de cultivo para la llegada de los narcotraficantes. En el último año se han decomisado más de 300 kilos de cocaína en los aeropuertos. "Pero el problema son los barcos, incontrolables para nuestra Marina en un territorio de agua tan extenso", dice Esmeralda Monteiro. Según fuentes diplomáticas, "si Cabo Verde sigue siendo lugar de almacenaje y tránsito hacia Europa de la droga, eso destrozará las vidas de muchos jóvenes y será un cáncer para la economía".

En cuanto al petróleo, las aguas son aquí muy profundas y de momento no hay. "Pero probablemente habrá", dice sonriendo un veterano funcionario.

Pires gana otra vez

Una igualdad estrechísima marcó ayer las elecciones presidenciales de Cabo Verde. 323.594 caboverdianos estaban ayer llamados a las urnas, 51.000 de ellos en la diáspora. Con el 98% escrutado y una participación del 57%, tanto los partidarios del comandante y héroe de la independencia Pedro Pires, de centro-izquierda, como los del abogado y ex juez Carlos Veiga, centrista, primer ministro entre 1991 y 2001, celebraban el triunfo por las calles de Praia.

Pires obtenía un 50,5% de los votos, y superaba a Veiga por sólo 1.800 papeletas, lo que le convertía en virtual vencedor, sin haberse terminado de contar los sufragios de la diáspora estadounidense, que suelen apoyar en masa al comandante.

Los comicios son la repetición de una lucha que dura ya 15 años y que alcanzó su cenit en 2001, cuando Pires se proclamó presidente tras imponerse a Veiga por sólo 12 votos de diferencia, entre acusaciones de fraude que quedaron en nada.

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