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Reportaje:

Desde Euskadi a Arco

Los participantes vascos conmemoran las bodas de plata en la feria con un balance comercial y cultural positivo

Los aires renovadores y expansivos de los años 80 empujaron hasta Bilbao una feria de arte contemporáneo. Arteder abrió sus puertas en la Feria de Muestras de Bilbao en 1981 con una treintena de galerías y más de un centenar de artistas que presentaban directamente su obra. El éxito conseguido en la primera edición reforzó el proyecto de una feria bianual, en el que se pretendía intercalar otra centrada exclusivamente en el grabado y la fotografía. Pero Arteder no llegó a cuajar porque se cruzó en el camino otra feria, de mayores dimensiones y una proyección incomparablemente mayor. La primera edición de Arco abrió sus puertas en Madrid en el mes de febrero de 1982, con 90 galerías, dos de cada tres españolas, procedentes de 16 países. "Se sacrificó Arteder porque no podía competir con Arco", recuerda Roberto Sáenz de Gorbea, de la galería bilbaína Windsor kulturgintza.

Arteder fue una especie de ensayo a escala reducida de las posibilidades comerciales y de difusión del trabajo de los artistas que ha tenido Arco. En la edición que se clausura mañana, la feria madrileña ha celebrado su 25º aniversario con un crecimiento espectacular: en sus pabellones se reúnen 280 galerías procedentes de 33 países.

Desde sus inicios, la presencia de galerías vascas ha sido una constante en la feria. En esta edición han participado en Arco las galerías de Bilbao Windsor Kulturgintza, Colón XVI y Vanguardia, además Galería Dieciséis, de San Sebastián, y la navarra Moisés Pérez de Albéniz.

Entre los galeristas, el balance de las bodas de plata de Arco es muy positivo, en el doble objetivo cultural y mercantil de la feria de arte contemporáneo. Sáenz de Gorbea, miembro del comité organizador de Arco, recuerda que no acudió a la primera edición de la feria de Madrid, simplemente, por falta de recursos económicos. "No pude ir a Arco hasta 1983 porque no tenía dinero. A comienzos de los años 80 no se vendía nada y acababa de dar un giro total a la línea de la galería para centrarme en el arte contemporáneo", señala. Con la perspectiva de los años transcurridos, Sáenz de Gorbea destaca que la feria y el sector han ganado en profesionalidad y rigor. "Desde dentro vemos un asentamiento cultural", destaca Sáenz de Gorbea. "Estamos ganando la batalla, implicando más a sectores sociales necesarios para dinamizar el mundo del arte".

La misión cultural y de difusión de los artistas siempre ha jugado en paralelo al interés mercantil de las galerías que participan en la feria. El director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Javier Viar, ha sido un visitante asiduo de Arco. Primero, como aficionado, y desde hace cuatro años, como responsable del museo bilbaíno, aunque las compras de obras de arte no se han hecho en la feria en los últimos años. Viar recuerda el papel decisivo de las primeras ediciones para dar a conocer en España el movimiento artístico de la transvanguardia.

Los artistas vascos, recuerda Viar, también han encontrado un trampolín de difusión en la feria de Madrid. El director del Bellas Artes señala dos casos concretos: los pintores Rafael Ruiz Balerdi y Amable Arias. "Es una feria de gran peso mediático y de asistencia masiva. Arco se visita, sobre todo, para ver. Por supuesto que existe un comprador pequeño y medio, pero su papel más importante ha sido servir para difundir autores y tendencias, y acercar al espectador a la obra de los artistas. El valor mercantil se equipara con su valor cultural".

La directora de la galería Vanguardia, Petra Pérez, ha vivido desde dentro la evolución del carácter de Arco. De los años 80 recuerda una feria "más divertida, más fresca, más loca", en la que dominaba la camaradería entre artistas y galeristas. Pérez se atreve a decir que era "más artística". En los últimos años, conforme Arco ha ido creciendo en tamaño y prestigio, el peso comercial ha ganado terreno. "Los artistas han ganado porque se consolidan, pero echo en falta, en general, más riesgo", dice. "Siento nostalgia de aquel atrevimiento de los primeros años, en los que estábamos ávidos de novedades". Pérez reconoce que en Arco mandan los "pesos pesado del arte" y "la profesionalidad". "Ahora en Arco se hacen transacciones comerciales; antes hacíamos amistades".

Aunque el ambiente general es de satisfacción, algunos observadores vislumbran nubarrones en el sector. "La atención hacia el arte contemporáneo va creciendo en ciudades como Bilbao, pero no se puede generalizar", advierte Sáenz de Gorbea. "Los jóvenes tienen otras prioridades. En la facultad de Bellas Artes hay 2.000 alumnos, pero no se ven dónde están. No van a las inauguraciones, no visitan las galerías; eso no ocurría en los años 70 y 80 ¿Quienes van a ser los coleccionistas del futuro?", se pregunta.

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