Las recetas de un sensible 'gourmet'
ENRICH, cocina burguesa a precios elevados en la Moraleja, al noreste de Madrid
En un mundillo tan tecnificado como el de la cocina contemporánea, cada vez son más raros los cocineros vocacionales que abandonan su propia profesión para competir en un ámbito que les es ajeno. Éste es el caso de Víctor Enrich, de 33 años, antiguo auditor de la empresa Deloitte, experto en análisis financieros, que, tras un periodo de aprendizaje, ha irrumpido con descaro en el escenario de la hostelería madrileña. Y lo ha hecho con ventaja, avalado por un sólido respaldo económico que le ha permitido montar un restaurante de lujo, de estética neoyorquina, en una urbanización residencial a las afueras de la urbe.
La carta, muy limitada, corresponde a las especialidades de un gourmet sensible, justito de recursos técnicos, que saca a relucir algunos conocimientos prendidos con alfileres. Como las recetas son sencillas y emplea buenas materias primas, apenas deja resquicios para los errores. Para abrir boca, dos aperitivos: delicado el chupito de crema de guisantes y sabroso el mini carpaccio de pechuga de pato con praliné de avellanas.
ENRICH
Estafeta, 2. Plaza de la Fuente. La Moraleja. Madrid. Teléfono 916 50 29 32. Cierra: sábados mediodía y domingos. Precio medio por persona, entre 70 y 110 euros. 'Carpaccio' de ciervo, 23 euros. 'Risotto' de boletos, 23 euros. Rodaballo salvaje, 40 euros. Suflé de chocolate, 14 euros.
Pan ... 6
Café ... 4
Bodega ... 7
Servicio ... 5,5
Ambiente ... 8
Aseos ... 7
Luego, unas delicadas verduras a la parrilla con los puntos de cocción acertados; alcachofas fritas acompañadas de foie-gras a la plancha y yema de huevo cruda, plato correcto, y un steak tartar ortodoxo, que Enrich adereza a capricho de los comensales.
Aciertos y fracasos
En suma, cocina clásica, de corte burgués, que ilusiona a los que reniegan de excentricidades. Es una lástima que Enrich haga un innecesario abuso del cloruro sódico, y muchos de sus platos los espolvoree con escamas de sal Maldon. El gran fracaso se produce con el risotto (arroz) de boletos con carabineros, empastado y cargado de aderezos, plato impresentable. Tampoco da la talla el bacalao confitado a 65 grados, demasiado fibroso, a pesar de que la guarnición (patatas anisadas y butifarra) sea divertida. Mejor suerte corren los pescados y las carnes. Es sabrosa la carrillera de ibérico con salsa de oporto, y muy fino el cordero lechal confitado.
Censura aparte merecen los precios, desmesurados para la parquedad de las raciones y los comienzos balbuceantes del entorno. Resulta tan exagerado que un taquito de merluza de anzuelo se tarife a 30 euros como el precio del rodaballo al horno (40 euros), impecable pero demasiado caro, al que acompaña una emulsión de aceitunas negras y una cresta de gallo que no pinta nada.
DEGUSTACIÓN DE QUESOS
EL INTERIORISMO del nuevo Enrich, local fashion situado a la entrada de la Moraleja, al noreste de Madrid, ha corrido a cargo de Ángel Verdú, que ha convertido la estancia en un lugar de atmósfera relajante, a pesar de que, inicialmente, no haya conseguido controlar el nivel de decibelios.Como jefa de sala está María Vega de Seoane, esposa de Enrich, de 27 años, que se desvive en amabilidad con los clientes. Y al frente de la bodega ejerce el francés Sebastián Leparoux, profesional de sólida experiencia que ha diseñado un listado bastante completo compuesto por marcas españolas que han alcanzado renombre en los últimos años. Tintos, blancos y rosados de todos los precios, incluidos algunos vinos dulces para los postres y una escueta selección de champañas. Es una pena que el servicio de sala, inexperto y medio ausente, no esté a la altura de las circunstancias.Más que en ningún otro apartado, con los postres Víctor Enrich deja al descubierto sus carencias técnicas, capítulo difícil que requiere una especialización compleja. Es agradable la tarta tatin de manzana con crema inglesa y helado de avellana; no tiene interés el puré de maracuyá (no infusión como indica la carta), con bizcocho y sorbete de pacharán, armonía desatinada, y le falta refinamiento a la degustación de chocolates, cuya puesta a punto es propia de un aficionado.Antes de los postres, la casa ofrece una degustación de quesos españoles: manchego con dulce de membrillo; idiazábal con gelatina de violetas; torta del Casar con pan de higos; queso de cabra gratinado con mermelada de higos, y cabrales con reducción gelatinizada de vino Pedro Ximénez.
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