Hora sexta
Una de las iniciativas en materia educativa que más difusión han tenido de las emprendidas últimamente por parte del Departamento de Educación de la Generalitat ha sido la que propone la "sexta hora" en educación primaria. La medida, que se aplicará el curso 2006-2007, supondría el incremento de una hora en la franja horaria de la jornada escolar de los alumnos de primaria, es decir, de los alumnos de 6 a 12 años. Esto sólo afectaría a los estudiantes de educación primaria que asisten a las clases de los centros públicos, ya que los alumnos de la escuela privada concertada vienen teniendo ese horario desde hace años. Hemos de tener en cuenta que, si sumamos lo que significa esa hora de más en los años de educación primaria obligatoria, al final de proceso, un alumno de un centro concertado habrá hecho un periodo extra de clase con relación al alumno del centro público equivalente a todo un curso académico. La medida que impulsa el Departamento trata por un lado de reequilibrar ese claro desajuste de más de 1.000 horas entre la escuela pública y la concertada, mientras que pretende al mismo tiempo responder a los cambios fundamentales que se han producido en las esferas laboral, familiar y social en los últimos años.
La iniciativa, inserta en la propuesta de Pacto Nacional para la Educación, ha sido acogida con animadversión, recelos, ambigüedades, dudas o apoyos más o menos tibios desde las diversas asociaciones profesionales, sindicatos o los mismos profesionales implicados. Un paseo por los debates que se han ido dando en la red con relación al tema nos muestran sobre todo una cierta confusión a la hora de evaluar la medida que la Administración educativa quiere poner en práctica haya o no acuerdo a principios del próximo curso. Los sectores que optan por el rechazo argumentan, con razón, que más horas de clase no implica necesariamente más calidad educativa. O que nuestro promedio de horas lectivas no se aleja de los parámetros mayoritarios en Europa. Afirman también que esa no es la mejor forma de resolver las dificultades de conciliación trabajo-familia, ya que simplemente se deriva el problema a la escuela, que una vez más sirve de contenedor de lo que el resto de sectores tradicionalmente implicados en los procesos educativos han dejado de hacer o hacen de manera mucho más precaria. Pero, en medio de esos argumentos sólidos y razonables, emergen latidos de claro signo corporativista. Más horas de alumnos se asimila a más horas de profesores, a más permanencia de los docentes en los centros, a menos posibilidades de acortar los años de profesión.
En cambio, entidades como el Movimiento de Renovación Pedagógica (que se ocupó ya del tema en una asamblea celebrada en Calella hace más tres años) o publicaciones vinculadas a Rosa Sensat, como Ep Mestre, apuntan en otra dirección. Por un lado, señalan los problemas que puede plantear la iniciativa si se lee sólo en clave de simplemente incrementar el horario como si esa fuera la solución de los problemas que atraviesan los centros educativos públicos. Por otro lado, consideran que la específica dimensión tiempo de los niños y niñas se tiene poco en cuenta, dando prioridad a las necesidades de los padres y madres al respecto. Pero, sobre todo, se quejan de que esta medida ha sido tomada de manera notablemente unilateral desde la Administración educativa, sin una maduración desde profesores, familias y equipos directivos que permitiera que el evidente y muy notable esfuerzo presupuestario que eso implica (recordemos que van a contratarse más de 3.000 nuevos docentes para apoyar la medida) sea suficientemente aprovechado para conseguir mayores cotas de flexibilidad y atención a la diversidad del alumnado. Y sobre este tema nadie duda que está en el centro de la tormenta educativa en la que estamos metidos. No se trata de responder homogéneamente (una hora más al día) a situaciones que son radicalmente diversas, sino de situar esa medida y el esfuerzo en dinero y personas que implica, en conceder mayores cotas de autonomía a los centros, a sus equipos directivos, a sus comunidades y a su entorno, para que aprovechen creativamente las nuevas oportunidades y adapten mejor la escuela, su organización interna y sus horarios a las necesidades específicas de sus alumnos y del entorno en el que ese centro se encuentra.
Los sindicatos nadan entre las muchas aguas, desde posiciones diversas, sin atreverse a contradecir abiertamente una medida que será acogida por la población con evidente satisfacción, y sin atreverse a apoyar las posiciones más obsoletas y corporativas de los colectivos más reacios a cualquier cosa que modifique un statu quo personal que cada vez resulta más anacrónico. Lo cierto es que la popularidad de la medida y su claro impacto en la pretensión razonable de reforzar la enseñanza pública (que carga notoriamente con la peor carga de los cambios sociales y demográficos recientes), no nos debería hacer olvidar otros aspectos del Pacto Nacional igualmente significativos y estratégicos en esa línea de defensa del patrimonio de la educación pública del país. Implementemos la hora sexta, pero pongamos también en hora a una escuela privada que recibe fondos públicos para prestar un servicio público que sólo realiza parcialmente, o no olvidemos que la educación secundaria o la formación de adultos precisan esfuerzos igualmente significativos para conseguir que la educación del país salga de su atolladero actual, después de tantos años en que la Generalitat miraba para otra parte. Bienvenida sea la sexta hora, su contribución a la mejora de la enseñanza pública y el incremento de los recursos humanos y económicos que implica. Pero no bajemos la guardia en la voluntad de rehacer los lazos con los sectores de maestros y profesores crecientemente interesados en reprofesionalizar su labor con mayores cotas de responsabilidad, con vínculos más estrechos con la comunidad educativa y su entorno, con más colaboración con otros profesionales empeñados en la mejora de la cohesión social del país.
Joan Subirats es catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona.
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