"Hamás tiene que trabajar por la paz, no decirnos cómo vestir"
Palestinos laicos y cristianos temen que el movimiento fundamentalista aproveche su victoria para imponer la ley islámica
Hamás ha vencido. Y entre los que no votaron al movimiento fundamentalista cunde una cierta inquietud. Sobre todo en los cristianos, cerca de un 5% de la población de los territorios palestinos. "Si dejas la religión a un lado, son honestos y capaces, pero respecto al islam son unos fanáticos", asegura Suad, cristiana de 60 años. Los patriarcas de Jerusalén felicitaron a los cargos electos y reclamaron "respeto a la libertad religiosa, sobre todo en asuntos sociales y educativos". Todos están a la espera de ver qué pasos da el futuro Gobierno, pero el anuncio de un líder de Hamás de que se implantará la sharía (ley islámica) como fuente esencial de legislación, intranquiliza a muchos.
"Lo primero que pensé es que las chicas no podrán estar con sus novios y que se acabaron los pantalones cortos. Como musulmán estoy de acuerdo, pero también con la democracia. Quizá nos lo recomienden, pero no obligarán a adoptar sus códigos", asegura Ibrahim Zaarur, de 37 años, musulmán practicante pero no muy devoto, que toma fotografías a los turistas cerca del Santo Sepulcro. Hala, 54 años, cristiana y votante de Al Fatah, se lamenta: "Si imponen cambios sociales será peligroso porque estaremos en medio. Incluso en Belén ganaron". Siete de los 132 parlamentarios son cristianos. Seis, incluido un griego-ortodoxo de Gaza apoyado por los islamistas, obtuvieron sus escaños gracias a la cuota religiosa. El séptimo asiento corresponde a la anglicana Hanan Ashraui.
El cirujano Mohamed Jadalá, que estudió en España durante ocho años, explica que hace unos días contó el número de mujeres con velo al frente de un volante: "Dieciséis de las 20 que vi en 10 minutos lo llevaban. Al cubrirse quieren mostrar su relación con la religión". Cualquiera que visitara los territorios palestinos hace 20 años se asombraría de la proliferación del hiyab (velos) y abayas, prendas hasta el tobillo.
En la franja de Gaza, el gran feudo de Hamás, ya no se sirve una gota de alcohol y es casi imposible ver en sus calles una musulmana descubierta. Algunas incluso visten a la saudí, con un jemar que sólo deja libres los ojos. En Cisjordania, cada día se ven más velos, pero aún conviven con las melenas al aire.
Un pañuelo blanco oculta el pelo de la estudiante abstencionista Lamia Shahadeh, de 20 años. Es partidaria de prohibir el alcohol, pero de ninguna manera ocultaría bajo un sayo su ceñido anorak rojo y su falda vaquera hasta los pies. Aunque el triunfo de Hamás ha generado infinidad de chistes sobre las consecuencias de una islamización social, el cirujano no se lo toma a broma. "La clase media y los intelectuales dicen que hay que darles una oportunidad, permitir que sean operativos... ¡Cómo si no los conociéramos! ¡Cómo si hubieran caído del cielo!". Una cristiana que oculta su nombre, pero confiesa tener 34 años, tiene claro el papel del futuro Ejecutivo: "Hamás ha ganado el Gobierno. Tiene que trabajar por la paz, no decirnos cómo vestir".
"Creo que la vida para la mayoría será peor ahora, pero aún no se sabe", afirma Mohamed, nombre ficticio elegido por este musulmán de 37 años que tampoco votó. "No confío en ningún partido político. No cumplen las promesas. Nos prometieron la paz, hicieron muchas cumbres y ¿qué tenemos? Un muro que destroza la economía".
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