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El cardenal Julián Herranz considera el laicismo "un retroceso de la civilización"

El cardenal Julián Herranz Casado, presidente del Pontificio Consejo de la Santa Sede para los Textos Legislativos, acusó hace un año al Gobierno socialista español de practicar un "fundamentalismo laicista". Ayer tarde estuvo en Madrid y explicó, en veinte apretados folios, qué quería decir entonces. Lo hizo junto al cardenal Antonio María Rouco Varela, en un acto organizado en la Conferencia Episcopal Española (CEE) para conmemorar el 40º aniversario de la Declaración del Concilio Vaticano II Dignitatis Humanae, sobre libertad religiosa.

Dijo: "Se invoca a menudo el principio de la laicidad, de por sí legítimo si se entiende como la distinción entre la comunidad política y las religiones. Sin embargo, distinción no quiere decir ignorancia; laicidad no es laicismo. Ustedes saben bien que el concepto de libertad religiosa no significa que todas las religiones son iguales, que todas son verdaderas, y que cada uno es libérrimo para escoger la que más le guste. Asistimos a una especie de retroceso de la civilización, donde se ponen al mismo nivel la verdad y el error, la libertad y el egoísmo, el deseo y el derecho, el interés privado y el bien público, hasta querer instaurar de hecho esa dictadura del relativismo de la que ha hablado Benedicto XVI".

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En consecuencia, el poderoso cardenal de la curia romana, nacido en Baena en 1930, dijo que "no sería justo" llegar a una "nivelación jurídica" entre las religiones, poniendo a la católica al mismo nivel que otras religiones.

El cardenal Herranz es el miembro del Opus Dei que más alto ha llegado en la jerarquía eclesiástica, y el español con mayor influencia en Roma en estos momentos. Ayer vino a Madrid, arropado por la Conferencia Episcopal -con el cardenal Antonio María Rouco y el obispo Ricardo Blázquez a la cabeza-, para pedir a sus correligionarios que no se amilanen ante dificultades o persecuciones como las que muchos prelados dicen sufrir ahora en España.

Consciente de que algunas de sus afirmaciones podían dejar entrever, dijo, "una cierta nostalgia clerical del Estado confesional cristiano, opuesta a la moderna concepción laica del Estado", Herranz proclamó: "No nos dejemos impresionar, ilustres amigos, por el sutil sofisma".

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