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Reportaje:

Europa hace terapia de grupo con Mozart

Dirigentes políticos, profesores y escritores debaten ideas en la ciudad austriaca de Salzburgo para devolver la confianza a la UE

Como en la Sinfonía de los Mil de Mahler, alrededor de 300 personalidades europeas, contempladas por otros tantos periodistas, se dieron cita el pasado fin de semana en Salzburgo para debatir sobre el futuro de Europa, bajo la etiqueta genérica de El Sonido de Europa. La ocasión era el 250 aniversario del nacimiento de Mozart, presentado repetidamente como modelo de europeo avant la lettre, por su vida de impenitente viajero en la Europa del XVIII, visitante de 200 ciudades en las que derramó su genio inagotable. En Bruselas escribió un allegro y en Amsterdam, con 9 años, un aria, como recordaron respectivamente el presidente de la Comisión y el primer ministro holandés para sostener en determinados momentos sus argumentos durante los debates. El Sonido de Europa, vista como Unión Europea, que emergió de la discusión está más cerca de la incómoda dodecafonía que de la armonía barroca. Europa vive en el temor y en el pesimismo, de forma injustificada, según algunos, y la medicina es una política de resultados que devuelva la seguridad económica y la confianza.

Jefes de Estados, primeros ministros, líderes europeos, ministros, parlamentarios, profesores, politólogos, músicos, escritores, directores de teatro... discutieron sobre Europa en un programa dividido en cuatro partes, como si de una sinfonía se tratara. Las metáforas musicales fueron una constante. El polaco Bronislaw Geremek, hoy europarlamentario, dijo: "Lo que queremos es la música de Mozart, pero es la música dramática de Wagner lo que tenemos", mientras el francés Dominique Moisi, del Instituto Francés de Relaciones Internacionales y superviviente de Auschwitz, señalaba que "hoy el sonido de Europa es el de una puerta que se cierra brutalmente ante los que no son miembros del club". Y estando en Austria, a los 150 años del nacimiento de Sigmund Freud, tampoco faltó otra imagen. "En Europa estamos haciendo terapia de grupo con ayuda de la música", señaló el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso.

La primera jornada de discusiones coincidió con el aniversario de Mozart, pero también se recordó que era el 61 aniversario de la liberación de Auschwitz, hitos exactamente opuestos, cielo e infierno, de lo que puede ser capaz Europa. En Salzburgo se habló de miedo, de cómo los europeos se sienten amenazados y hasta inermes ante la imparable globalización. De cómo son incapaces de ver que el llamado sistema de vida europeo es la envidia del mundo. "Hay algo atávico en el ADN de los europeos: somos pesimistas", comentó el fotógrafo Oliviero Toscani. "Necesitamos confianza", apuntó Barroso. "Una cosa que podríamos exportar es nuestra autocrítica".

Más allá del ADN, hubo un cierto acuerdo en que el malestar que aplasta a los europeos, el del no a la Constitución en Francia y Holanda, el del euroescepticismo que muestran algunos de los nuevos socios, tiene que con la debilidad económica y los 20 millones de desempleados, con la lejanía entre instituciones europeas y ciudadanos, todo ello adobado por el interesado egoísmo de los Gobiernos, dispuestos sistemáticamente a echar a Bruselas las culpas por males de que son responsables.

El primer ministro francés, Dominique de Villepin, hizo un discurso brillante y elegante, trufado de grandes nombres y oportunas citas históricas, literarias, filosóficas, artísticas y musicales "Europa atraviesa tiempos de crisis" dictaminó y "también de crisis de identidad". "Nos hemos comprometido con la vía de la ampliación sin tener en cuenta la necesidad de la profundización", dijo en un pasaje. "Si Europa se reduce a un proyecto económico, si no tiene más ambición que la del mercado, si los Estados no ven en la adhesión otra cosa que el acceso a ventajas económicas, entonces nuestra Europa habrá fracasado".

"Europa siempre ha hecho de las crisis una plataforma para dar un nuevo salto", recordó Villepin. "El no concluir algo es una de las principales características de Europa. Todos sabemos que Schubert no concluyó su octava sinfonía, que Mozart murió sin escribir las últimas notas de su Requiem, y que Bach cerró los ojos sobre las últimas notas de una fuga inconclusa. El no terminar no significa fracasar, es una llamada a las generaciones siguientes a continuar la obra y a superarla. Nosotros somos las nuevas generaciones de Europa".

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Javier Solana, el hombre más optimista de la Unión Europea, mantuvo la tesis de que "mucho del pesimismo de hoy está exagerado". Tras presentar una larga serie de éxitos -"el mercado único, el euro, la política europea de defensa, las líneas aéreas de bajo coste, los facturas telefónicas menos caras, la eliminación del pasaporte en la zona Schengen"- señaló: "Nunca antes tantos europeos habían vivido con tanta seguridad, prosperidad y libertad". Su visión de la UE es la de "Europa como una nueva forma de poder. Un fuerza para el bien en todo el mundo". Citó a Einstein: "Si una idea al principio no es absurda, no vale la pena considerarla".

En una ocasión tan inspirada por la cultura -los congresistas acudieron con emoción al exultante concierto de gala del día 27 para conmemorar el nacimiento de Mozart- se reprochó a la Comisión el énfasis puesto en la economía y en la política. "La cultura es un plato principal que los políticos toman como postre", se lamentó el escritor griego Petros Markaris. "Eso es una aberración culinaria y además el postre se suele dejar porque se ha llenado uno antes de política y de economía". La economía es crucial, y mejorar su marcha para crear empleo y devolver la confianza en Europa a los ciudadanos es prioritario, señaló Barroso, quien confesó que de entre las muchas ideas arrojadas al debate el viernes y el sábado (la treintena de ponentes principales acudió cargada con su respectiva sensibilidad) se había quedado con la insistencia de algunos en potenciar cultura y educación como instrumentos para sacar adelante a Europa y a los europeos.

"La formación práctica está desplazando a la formación en sentido amplio. Es algo muy peligroso", alertó el director de orquesta Nikolaus Harnoncourt. "El arte es la imaginación. Es un derecho humano estar en contacto con la cultura desde pequeño". El programa Erasmus, del que ya se han beneficiado dos millones de universitarios, fue puesto en diversas ocasiones de ejemplo a seguir. "Deberíamos asumir aquí el compromiso de multiplicar el presupuesto de Erasmus por lo que sea", pidió Solana. "Eso será lo mejor que podemos hacer por el futuro de Europa".

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