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Columna
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El golpe que falta

Nueve meses después de una defensa a ultranza del Plan Rabassa, Blas Bernal, portavoz de los socialistas del Ayuntamiento de Alicante, reunió a su grupo y propuso que, de manera unánime, se rechazara el proyecto. Un proyecto desorbitado, algo delirante, y de muy problemática ejecución, que presentó el gobierno popular de la ciudad, y que recibió el espaldarazo del PSPV, en un pleno donde se aprobó inicialmente por 26 votos a favor -populares y socialistas- y sólo uno en contra: el de EU. Aquella coincidencia en torno a un PAI al margen del PGOU exacerbó los ánimos en la agrupación socialista y provocó una crisis, cuyos inmediatos efectos fueron la dimisión de su secretario y su sustitución por una gestora provisional, que preside Antonio García Miralles. El tema, por su envergadura e impacto medioambiental y urbanístico, levantó una siempre deseable y necesaria participación, en amplios sectores ciudadanos, que se expresaron a través de plataformas cívicas, colectivos profesionales y sindicatos. Opiniones, en general, opuestas al Plan Rabassa, y en las que se manifestaban la extrañeza y la perplejidad de que el grupo socialista hubiera dado su apoyo, a lo que desde un principio se consideró un proyecto interesado del PP -en cuyas filas también hubo serias discrepancias- y particularmente del propio alcalde alicantino, Díaz Alperi. El porqué de aquel apoyo suscitó especulaciones, sospechas y rumores, poco o nada favorables al grupo municipal socialista, y más concretamente a su portavoz, Blas Bernal, quien alegó, en su descargo, que de las más de 15.000 viviendas que se contemplan en el referido macroplan, 8.000 eran VPO, cuya promoción se recoge en el programa electoral. Sin embargo, el argumento no prosperó. Desde diversas publicaciones, en entrevistas o artículos, representantes sindicales, políticos y sociales recordaron otros emplazamientos más adecuados y menos problemáticos, donde edificar las tan necesarias viviendas de protección oficial. Las críticas a Blas Bernal y a los ediles socialistas -cada vez menos- que se identificaban con su actitud fueron muchas y tan concretas, como inútiles. Y si presuntamente hubo otras motivaciones, permanecen en el dominio de la discreción. Sólo el llamamiento a la disciplina de la ejecutiva del PSPV, y sus consecuencias, han dado un giro de 180 grados al asunto. Ahora, se acuerda un no unánime y rotundo a Rabassa. ¿Por qué? Blas Bernal ha dicho que por las maniobras de dilación del PP, evidenciadas en la falta de respuestas a las alegaciones al plan, que presentaron, en su momento. Y un dirigente socialista ha manifestado a este cronista que también por las medidas disciplinarias, como la inminente pérdida de su condición de portavoz. En cualquier caso es un rechazo clamoroso y plausible, que deja al PP en la más absoluta soledad. Mientras el alcalde guarda silencio, el portavoz del grupo popular ha recurrido a la estrategia o mejor a la estratagema de desacreditar a Pla, y de mostrar benevolencia y comprensión para con Blas Bernal, en un intento del divide y vencerás. Pero están frente a su propia responsabilidad y la Unión Europea siempre golpea dos veces.

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