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Reportaje:HISTORIA DEL ARTE

Conocer la belleza

EL PAÍS presenta en 20 volúmenes un exhaustivo viaje por el universo artístico

Desde los primeros animales que dibujó el hombre prehistórico en las cuevas donde vivía, hasta lo último del arte de nuestros días. EL PAÍS inicia este domingo un viaje apasionante por las principales manifestaciones artísticas que ha producido el hombre desde los orígenes de la humanidad hasta nuestros días. Una Historia del arte en 20 volúmenes con las mejores imágenes en color que cada semana permitirá al lector acercarse a los principales movimientos artísticos. Se trata de una obra de consulta escrita por especialistas con un estilo ameno y didáctico que enmarca las manifestaciones artísticas en su contexto social y cultural. La obra que después de este domingo se venderá con EL PAÍS cada sábado al precio de 9,95 euros cada volumen permitirá, además de descubrir la vida de los grandes artistas como Giotto, Boticcelli, Leonardo, Miguel Ángel, Velázquez, Goya, Picasso o Dalí, entre otros muchos, conocer a fondo la evolución de la pintura, de la escultura, de la arquitectura y del diseño, porque la historia del arte se entiende también a través de las biografías de los grandes genios.

La colección incluye también la escultura, la arquitectura y el diseño de cada periodo

Pero para descubrir el gusto por el arte, sentir la pasión ante una obra hecha por un artista del pasado o del presente, hay que aprender a saber mirarla. Por eso, en cada volumen de esta monumental obra siempre hay un capítulo llamado 'Ver el arte' que desmenuza los apartados esenciales y las claves de cada una de las obras más reconocidas de la historia (Las Meninas, de Velázquez; La noche estrellada, de Van Gogh; Las espigadoras, de Millet; El desayuno en la hierba, de Manet, etcétera) para que el lector profano pueda apreciar de un vistazo la belleza de unas obras muy especiales y descubrir todos los secretos que encierran.

La Historia del arte informa también en cada uno de los volúmenes sobre los museos más significativos que exhiben las obras de arte que se describen (el Metropolitan y el MOMA en Nueva York, el Louvre, en París, o el Prado, en Madrid) y de otros más especializados en corrientes o movimientos artísticos como, por ejemplo, el Museo Arqueológico de Córdoba, el Museo Rodin o el Marmottan, en París.

Las entregas de la Historia del arte de EL PAÍS no seguirán un orden correlativo. Así, el primer volumen de la colección que se entrega gratuitamente este domingo está dedicado al Realismo y al Impresionismo. A mediados del siglo XIX surge otra forma de entender la pintura alejada del severo estilo neoclásico o la fantasía de los pintores románticos. La revolución industrial, con la aparición de una clase media sin tradición burguesa, propició una nueva forma de reflejar la realidad en la pintura, la escultura y la arquitectura. Millet (1815-1875), el pintor de obras tan conocidas y fundamentales como El Angelus o Las espigadoras, marcó los límites de un movimiento lleno de vitalidad: "Cuando pintéis, tanto si se trata de una casa como de un bosque, o de un campo, o del cielo, o el mar, pensad en quien lo habita o lo contempla. Una voz interior os hablará entonces de su familia, de sus ocupaciones y labores, y esta idea os llevará dentro de la órbita universal de la humanidad. Pintando un paisaje pensaréis en el hombre; pintando al hombre, pensaréis en el paisaje que le rodea". Millet y su representación de los campesinos abrumados labrando la tierra son la clave del realismo en la pintura francesa posromántica.

A este periodo artístico se suma también la arquitectura. Con las nuevas construcciones se inicia la era del maquinismo, de las grandes concentraciones urbanas. Los nuevos materiales se adueñan de edificios civiles y privados. En París, Gustave Eiffel construye con ocasión de la Exposición Universal de 1889 la torre que lleva su nombre. La ciudad de Berlín se engrandece con las construcciones de Schinkel; en EE UU la escuela de Chicago imprime un giro espectacular a una nueva arquitectura urbana, y en la cercana Barcelona, Ildefonso Cerdá proyecta su reforma y ensanche de la ciudad.

A finales del siglo XIX, el francés Monet (1840-1926) da nombre con su cuadro Impresión: puesta de sol al nuevo movimiento artístico, el impresionismo. Los pintores abandonaron los estudios y se conjuraron para no dar ni una sola pincelada que no fuera delante del natural. El colorido de Degas y de Renoir, el clasicismo de Manet, el rupturismo de Van Gogh y el primitivismo de Gauguin componen una de las etapas más ricas de la historia del arte perfectamente representada en el volumen que inaugura la colección de EL PAÍS.

<i>El vagón de tercera clase</i>, de Honoré Daumier.
El vagón de tercera clase, de Honoré Daumier.

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