Un año en la vida del mundo
Este extraño libro, sin nombre de autor, firmado por nombre colectivo, cuyo título en parte negativo ("tampoco") parece un chiste inspirado por el conocido eslogan ("todo a cien"), o para desembocar en los mitos budistas del "Zen" y tumbarse a la bartola a pesar de todo, no es verdaderamente una novela, a no ser que se acoja a la famosa definición de Cela de que "novela es todo libro que permite que figure esta palabra debajo de su título", y así se hace aquí. Es un libro de intervención, cuyo peritexto no tiene desperdicio, pues ataca toda autoría, hace bromas con su propio contenido y se presenta como tal, "una sucesión de acontecimientos de interés humano ordenados para construir un sentido" -y vaya que sí lo es- como una "novela económica", una "novela de misterio o criminal" o una "novela de terror" (lo más seguro) o un panfleto dirigido nada menos que al presidente del Gobierno en la contraportada, ya que el señor Rodríguez Zapatero había regalado a sus ministros el año anterior el ensayo Cómo cambiar el mundo para que así sepan, leyendo esta "novela" cuál y cómo es el mundo que hay que cambiar, la pregunta del millón: ¿cómo es posible que no haya una verdadera revolución en un año en el que los beneficios empresariales crecieron un 25% y los salarios un 3%, en un panorama repleto de robos, corruptelas y manipulaciones de todo tipo? Aunque la respuesta quizá se halle en el epígrafe (otro peritexto) Las condiciones objetivas están hasta las narices de nosotros, atribuido a un tal Martín López Navia.
EL AÑO QUE TAMPOCO HICIMOS LA REVOLUCIÓN
Colectivo Todoazen
Caballo de Troya
Barcelona, 2005
368 páginas. 12,50 euros
En busca de precedentes, el
primero que me suena es la novela colectiva y parcialmente anónima (se citan los nombres de 57 autores, todos ellos comunistas o en sus cercanías, pero sin atribuirles los textos correspondientes) publicada por Ramón J. Sender en tres meses del otoño de 1935, Tensor, en vísperas de la Guerra Civil, en otros tantos números dobles, en el tercero exactamente -en agosto, septiembre y octubre- y titulada Un día en la vida de España, que me ha inspirado el título de este comentario, pues el mundo se ha globalizado de tal manera que ya es imposible hablar de un país aisladamente, y el periodo aquí comprendido es el de un año entero, por lo que también hubiera podido llamarse El año de la princesa, como dicen sus autores que sólo se identifican con sus iniciales, profesiones y ganancias y se reclaman de los precedentes de John Dos Passos (más en la trilogía USA, que en Mannhatan Transfer) y Karl Krauss (Los últimos días de la humanidad) olvidándose del Tensor senderiano, demasiado "nacional" en resumidas cuentas. En este mundo globalizado, también el robo, la corrupción y las manipulaciones empresariales se han universalizado por doquier.
El libro recoge fragmentos de prensa sin más, de 12 meses, de diversos orígenes -desde los más importantes (EL PAÍS, El Mundo, La Vanguardia) hasta los más minoritarios, como Gara-, emisoras de radio y televisiones, de mayo de 2004 a abril de 2005, empalmados en un desorden aparente, pero cuyas pistas pueden seguirse fácilmente a través de los nombres propios, a las que sus "ladillos" (mal) intencionados permiten otorgar su debido sentido y recorrerlas en las sagas del ex juez Pascual Estevill y sus escándalos, los Botín y sus negocios y aquí no se deja títere con cabeza (incluso aparece Caballo de Troya a través de su grupo editorial, que no se diga). Los 12 meses están intercalados por textos ajenos denominados "escolios", alguno de ellos históricos, como uno de Rosa Luxemburgo o Elías Canetti, y otros estremecedores, desde el testamento del suicida Lothar Baler o un poema de Bertolt Brecht que clausura el libro.
Libro sin autor, que esconde
y revela su autoría, que es de todos, pues las palabras lo son, no hay copyright posible, y su verdadero autor sea el crítico clandestino Constantino Bértolo, director editorial, que sigue empeñado en buscar "nuevos nombres, nuevas propuestas, nuevas voces, retornos imprescindibles, nuevas literaturas" para demostrar a pesar de todo que "otra novela es posible" y que así clandestinamente -el Caballo de Troya así lo dice "para entrar o salir de la ciudad sitiada"- perpetúa incansable su labor crítica. Que así siga pues, le necesitamos.
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