La frontera sur
Durante los primeros cincuenta años del siglo pasado España tuvo una frontera montañosa al sur, al otro lado del Mediterráneo. La pérdida de Cuba y Filipinas en la guerra de 1898 exigía a la idea del prestigio internacional propio de la época que España se procurara algún otro terreno de expansión colonial. Por ello, la cadena montañosa del Rif, palabra que la autora, María Rosa de Madariaga, traduce como perímetro o línea de defensa entre el islam y la cristiandad, fue el gran escenario entre 1909 y 1926 de la llamada "guerra de África", para la consolidación de un miserable subprotectorado -realquilado a Francia- sobre 20.000 kilómetros cuadrados del norte de Marruecos, que hubo que abandonar sin mayor gloria ni provecho tras la independencia del país en 1956.
EN EL BARRANCO DEL LOBO
María Rosa de Madariaga
Alianza. Madrid, 2005
423 páginas. 20 euros
El libro que ha escrito lahistoriadora De Madariaga se encuentra con un problema de cuya buena resolución depende el éxito del trabajo. Lo que tenemos entre manos es ¿una historia básicamente lineal, événementielle como dicen los franceses; un apunte de historia total; una historia de los que no tienen historia? Y es algo de todo ello, pero sin querer ser demasiado de nada, lo que, seguramente, es una buena forma de estar en todas partes, sin olvidar ni tampoco agotar ninguna.
El problema es, por tanto, ¿cuánto dedicar a los protagonistas y cuánto a su tiempo? O lo que es lo mismo ¿cómo arbitrar un corte limpio entre unos y otro? La respuesta de De Madariaga ha sido componer una historia de momentos significativos, de una ilación o secuencia de lo relevante, sin caer en lo puntual, como habría sido enzarzarse en una narración sólo episódica de las batallas, combinando para ello antropología, sociología, historia de las mentalidades incluso, con la mirada en ocasiones a ras de suelo, en este caso de cábila, o del soldado español, en cuya retaguardia peninsular la opinión debatía sinrazón y prestigio. Y, por momentos, a uno le viene a la memoria la fórmula que, con alguna ironía, Cortázar proponía para hacerse con Rayuela: lea usted primero tal capítulo y a continuación tal otro, y el resto tírelos al aire porque el orden en que caigan será tan bueno como cualquier otro para no darle punto de reposo al libro.
Por eso será inútil que el lector más convencional busque el capítulo de Annual pensando que allí podrá abrevarse de todo lo que debía saber sobre la cruenta derrota del general Silvestre, porque capítulo lo hay -El Desastre de 1921-, pero no será el único tramo de la obra donde entenderá de todo lo que rodea a la batalla más allá de la batalla; y de la misma forma, el llamado Informe Picasso está tan bien documentado como cada uno de los ángulos o aspectos que del mismo quepa tratar, pero allí donde el espejo reflectante de la autora decida colocarlo.
El resultado, sin embargo, más justifica la confección de éste y no otro itinerario; como en un mecano impecable e implacable están todos los que son -momentos vivenciales y actores- tanto como son todos los que están. De Primo a Abd el Krim -que siempre ha fascinado a la historiadora-, todos pelearon por esa sangrienta frontera que en un tiempo separó a España de su propio sur. De allí de donde hoy vienen las pateras.
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