La izquierda italiana inicia la campaña en un ambiente de crisis
Berlusconi acapara la televisión para denunciar a sus rivales por un caso de corrupción
La oposición italiana ha iniciado con muy mal pie la campaña electoral. Los supuestos fraudes cometidos por los directivos de Unipol, una cooperativa conectada con los Demócratas de Izquierda (PDS, ex comunistas), han creado un ambiente de crisis interna en la coalición de Romano Prodi, habituada a que las irregularidades financieras fueran cometidas por el otro bando. Berlusconi, por su parte, en un maratón televisivo acusa de corrupción a sus rivales.
Il Cavaliere sabe que tiene difícil la victoria en las elecciones generales del 9 de abril. Pero sabe que también la tiene difícil el centro-izquierda. La ley electoral aprobada en diciembre por la mayoría conservadora castiga a los pequeños partidos, numerosos en la Unión de Prodi, y podría dar a la derecha el control del Senado aunque la izquierda dominara la Cámara de Diputados.
Los sondeos predicen ahora mismo una ventaja de unos cinco puntos para la oposición. Algunos estudios encargados por el propio Gobierno indican, sin embargo, que Berlusconi tiene al alcance la mayoría en el Senado gracias a una ley electoral hecha a medida. También indican que el caso Unipol ha causado una gran decepción entre los militantes de izquierda y, en principio, puede favorecer el abstencionismo en el electorado de oposición.
Todo ello ha empujado a Berlusconi a una maratón televisiva impensable en otro país europeo. Entre el 1 y el 15 de enero, el presidente del Gobierno ha ocupado tres horas y seis minutos en los informativos de RAI, Mediaset y La 7; Prodi, jefe de la oposición, ha dispuesto en ese mismo periodo de un total de ocho minutos.
Esa es sólo una parte de la cabalgada de Berlusconi sobre la parrilla de la programación televisiva: ha intervenido también en programas deportivos, matutinos para amas de casa, programas de debate y hasta en un canal divulgativo y semi desconocido como RAI Future. Está siempre en pantalla. Y su mensaje es doble. Primera parte, el rival es corrupto: "Los dirigentes del PDS están implicados en el fraude de Unipol", con claras sugerencias de que se han embolsado parte de los millones desaparecidos y de que intentan crear un "sistema bancario rojo". Segunda parte, el rival es un peligro para la democracia: "En abril no se celebrará una simple elección, sino un enfrentamiento decisivo entre dos opuestas visiones del mundo, entre la libertad y el totalitarismo".
En cierta forma, resulta fascinante que Silvio Berlusconi, tantas veces y desde tantos ámbitos acusado de combinar turbiamente política y negocios, y de manipular el sistema democrático gracias a su monopolio televisivo, se permita acusar de eso mismo a la oposición. Aún más fascinante resulta que el mensaje cale en una parte del electorado indeciso.
El PDS, antiguo PCI, mayor partido italiano y eje de la coalición presidida por Romano Prodi, ha reaccionado casi con pánico a la revelación de sus contactos con los dirigentes de Unipol; frente a la campaña de acusaciones lanzada por Berlusconi, la cúpula del partido ha dado la impresión de que, en efecto, oculta algo.
No hay, de momento, ninguna prueba de que Massimo d'Alema, Piero Fassino o ningún otro dirigente del PDS haya cometido irregularidades. Pero Francesco Rutelli, líder de La Margarita (ex democristianos de izquierda), parece desconfiar de sus propios aliados y sigue haciendo referencias a las "correas de transmisión de las finanzas rojas". El mismo Prodi tardó en defender al PDS y cuando intentó cerrar la crisis interna abriendo un nuevo debate, con la propuesta de que la coalición se integrara de forma inmediata en un Partido Democrático, recibió una negativa destemplada tanto de Fassino como de Rutelli.
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