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Phard, Txell Miras, Murt, Nuno Gama, Abril, Custo

La Pasarela Barcelona la cerró anteayer un Hannibal Laguna nostálgico bajo el tema Forever! apoyándose en silouettes princesa de raso de interiores; drapeados, cortes imperio (evocaciones de Madame Vionnet), colas propias de alfombra roja, opulencia en las túnicas, volantes en cascada: ser fiel a sí mismo tiene un valor.

Y esa noche, en el ámbito de Bread & Butter, Phard nos cambió los esquemas: son los planteamientos que se globalizan en la alta calidad, el poder de lo mediático y su trabazón con la moda comercial que exhibe sin tapujos sus triunfos de mucho vender. Phard hace un vaquero de coleccionar, adereza magistralmente con el metal y pone a la mujer dentro de un estrecho, ajustado insinuante denim o falsos corduroys que se pegan al físico. ¿Tiene vida el casual urban wear tras todo esto? Pues sí, y larga. Pitillos, minifaldas, rangers: todo eso vale para crear divas de alta resistencia.

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Ayer abrió la Pasarela Barcelona Luxoir, un dúo valenciano que promete mucho. A pesar de una música infernal por la calidad y ser inútilmente ensordecedora, lo mejor fueron sus sudaderas serigrafiadas a línea. A veces hay doméstico en su factura y en las mezclas, pero son serios, buscan su voz y su vuelo: ¡la gorra con las alas de Mercurio es un símbolo de sus aspiraciones!

Txell Miras coreografió un hieratismo cómplice del volumen negativo o convexo; explora la duplicidad surrealista en esculturas como tableau vivant. La modelo madrileña Eva (siempre brava, ¡bravísima!) se calzó como gran falda lo que había sido abrigo: mutaciones, reconducción del caos, que denotan su seriedad en lo estilístico y en el dibujo, además del complejísimo trabajo de realización. Las capas esclavina dobles, el goticismo, la unidad que piensa demediada (Calvino) y se reencuentra: unos rituales que no se escapan.

Sita Murt viajó al anticolor, al punto espuma usado con virtuosismo y completado con minipantalones de tweed. Nada de adornos, apenas un lazo azul noche por allí, una excelente colección que gira 180 positivos grados su proyección.

La Casita de Wendy se instala en parientes lejanos y figurados de Agatha Ruiz de la Prada. Las modelos llevaban diademas con carambas boleras o goyescas; otros detalles incomprensibles fueron una capa de ritual de santería en flecos oro, el abuso del terciopelo básico, el vestido poncho a lo Sybilla en raso de sedas negro pero con dificultades en el cosido.

La firma Pinho Vieira, diseñada por el muy brillante estilista luso Nuno Gama, es una gran dignidad de la moda portuguesa de hoy. Abrigos de sastrería rigurosa y forros heterodoxos, americanas de topos o florales; vaqueros en tendencia. Conoce Gama el vestir masculino al detalle y extiende un puente sentimental con el Londres de Picadilly y Old Bond Street. El modelo Nuno (una de las mejores perchas europeas de hoy) cerró la exposición de Gama con la capa de sereno británica que relata Poe: todo un guiño y un aviso.

Siempre ampulosa, Mireya Ruiz estuvo más coherente que otras veces en lo temático y en la factura; su juego tenebrista con engomados, rayas ópticas, petos marfil sobre maillot negro o pechera de chorreras reeditan su estética.

Josep Abril maltrata el tejido para jerarquizarlo como símbolo de su tiempo y sus inquietudes, usa pantalones reciclados que le llegan con la leyenda de haber sido del Ejército Soviético (los siguen fabricando allá en los Urales): hay en todo ese bloque oscuro de matices leves en el azul manchado un juego formal para apostar por el arriesgado perfil del posindustrialismo.

Custo es mucho más que espectáculo: es el rey de un mercado mundial y estilo; es un triunfador solidario que está aquí por emoción. Su colección anterior vista en Nueva York se aderezó con adelantos breves de la próxima: las maneras son las mismas, pero hay una revisión en espejo de los vectores de ese estilo singular tan imitado como poderoso.

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