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Columna
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'La palabra olvidada'

José Luis Ferris

Acabo de leer un libro francamente recomendable: La palabra olvidada (Ellago Ediciones, Castellón, 2005). Su autora, Pilar Altamira, ha conseguido provocarme cierta inquietud y, sobre todo, me ha contagiado su curiosidad por las cosas más simples y cercanas. Supongo que ser la nieta del historiador y jurista Rafael Altamira, ese hombre sabio y poliédrico que, a decir de muchos, fue el mejor orador de la pasada centuria, no justifica toda su clarividencia, pero algo genético se puede adivinar en esta escritora, actriz y pedagoga artística que se mueve con olfato y destreza por los vericuetos de la filosofía, la antropología y el arte. Pilar confiesa desde el principio su gran deuda con los viejos maestros, los pensadores de la Grecia clásica, pero también su fascinación por el filósofo austriaco Rudolf Steiner. Su experiencia en el campo del teatro y la oratoria le permite trazar, con firmeza y conocimiento, la historia del habla, desde que el ser humano emitió los primeros sonidos, hasta el concepto de logos y mito del mundo clásico. Y es que nadie podía imaginar, desde la perspectiva atrofiante de nuestro tiempo, que una cosa es hablar y otra, hacerlo con conciencia. Utilizamos la palabra arbitrariamente, sin reparar en todo lo que encierra, en sus enormes cualidades, en su capacidad y en su poder. Ni siquiera sabemos que ésta, la palabra, está íntimamente unida a los cuatro elementos: el fuego, el aire, al agua y la tierra. Sólo hay que distinguir sus matices; el fuego, el calor, producirá palabras cálidas, templadas o, en su ausencia, frías y hasta gélidas; el aire las dotará de ligereza y levedad; el agua aportará fundamentalmente fluidez y transparencia; y la tierra, solidez y forma.

Pilar Altamira nos invita a hacer un alto en el camino y recuperar nuestra asignatura pendiente con la palabra, ese instrumento de cualidades formativas y sanadoras que da luz y sentido al progreso del hombre, pero, sobre todo, la autora nos recuerda que no basta con saber que las cosas existen, necesitamos sentirlas, acudir a su llamada secreta, rescatarlas de la neutralidad y del silencio.

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