Ejecutado en California un recluso de 76 años, ciego, sordo y en silla de ruedas
Clarence Ray Allen, condenado por ordenar tres asesinatos, recibió una inyección letal
"Hoka hey", se despidió Clarence Ray Allen, "es un buen día para morir", en su lengua india. El preso más anciano en el corredor de la muerte, ciego, sordo, en silla de ruedas y diabético, fue ejecutado ayer, poco después de cumplir 76 años, en el penal de San Quintín, en San Francisco. El Estado de California declaró muerto a Allen tras recibir una inyección letal a las 0.38 (9.38, hora peninsular española). Allen pasó más de 23 años en el corredor de la muerte, condenado por ordenar matar en 1980 a tres personas mientras cumplía cadena perpetua por otro asesinato.
"Gracias. Os quiero mucho a todos", dijo Allen a sus seres queridos poco antes de entrar en la cámara de ejecución. Con una cinta alrededor de la frente que le sujetaba su melena y entre cánticos cherokees, el condenado, que sufrió un infarto en septiembre del año pasado del que fue reanimado para ser devuelto al corredor de la muerte, fue ejecutado después de que el gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, y el Tribunal Supremo de EE UU, rechazaran sus peticiones de clemencia.
Una pluma india reposó en el pecho de Allen durante los 33 minutos que duró la ejecución, según un reportero del San Francisco Chronicle que asistió a la ejecución. Una tímida sonrisa de alivio se dibujó en la cara de Patricia Pendergrass, hermana de una de las víctimas, Byron Schletewitz, de 27 años, cuando el guardián anunció la muerte de Allen, según el diario. "Allen recibió el castigo que merecía", declaró el fiscal Ward Campbell. "Siempre tuve confianza en que llegaría este día", prosiguió. "Estoy muy contento de que se haya cumplido la sentencia", finalizó.
El Tribunal Supremo de Estados Unidos rechazó el lunes la solicitud de clemencia que hubiera salvado a Allen, en la que se hacía referencia a la avanzada edad y al pésimo estado de salud de la persona con más años ejecutada en California desde que se reinstauró la pena de muerte en EE UU en 1976. Dicho Estado ha ejecutado a 13 personas desde que recuperó la pena capital, en 1992. El viernes, Schwarzenegger rechazó la clemencia bajo el argumento de que la cadena perpetua "no es el castigo adecuado para alguien que ordena asesinar testigos cuando está cumpliendo una condena de cárcel de por vida".
La petición de perdón es la cuarta que rechaza el ex actor de cine desde que fue elegido gobernador de California. Schwarzenegger ya denegó clemencia hace un mes a Stanley Tookie Williams, fundador de la banda callejera Crips, condenado por tres asesinatos de los que se declaró inocente y que se convirtió en prisión en un conocido activista antiviolencia. El tribunal de apelaciones de San Francisco siguió los pasos de Schwarzenegger y decidió el domingo por la noche no frenar la ejecución.
Sentado en su silla de ruedas, Allen logró ponerse en pie y entrar en la cámara de ejecución andando, pese a que cuatro carceleros intentaron sujetarle por los brazos, según el San Francisco Chronicle. El reo, en otros tiempos de maneras mafiosas, apenas podía sujetarse a la camilla en la que sería ejecutado con una dosis mortal de medicamentos. El pentotal sódico le durmió. El bromuro de pipecuronio le paró la respiración. Y el cloruro de potasio le paró el corazón. El ritual comenzó pasado un minuto de la medianoche, como ordena la ley de California.
EL CORREDOR DE LA MUERTE
En el Estado de California han sido ejecutadas 13 personas desde que reinstauró la pena de muerte en 1992
El Supremo de EE UU y el gobernador Arnold Schwarzenegger rechazaron la petición de clemencia de Allen
"Es un buen día para morir", se despidió el reo, que cumplía cadena perpetua por otro asesinato cuando ordenó matar a tres testigos
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.