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Columna
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Madrid perro

El alcalde no quiere más pregón de fiestas que las del patrono, san Isidro, así que san Antón, que convierte hoy la calle de Hortaleza en una alfombra de excrementos de cabra y boñigas de burro, se ha quedado sin que un ilustre farandulero exalte el prodigio de que en su honor la villa urbana se convierta en rural por un día y en una calle. Pero si el concejal o la concejala correspondiente lo hubieran sabido a tiempo, quizá, a pesar de todo, no habrían dudado en convertir en pregón de la fiesta de hoy la invasión de perros samoyedos, huskies, drendeeses y malmutes en la Plaza Mayor. Estos perros finísimos, casi aristocráticos, que anunciaban el jueves pasado una carrera de esquiadores y trineos, para arrastrar los cuales se emplean, son perros con verdadero glamour que harán las delicias de las papisas y papisos de las nuevas tendencias. Unos perros in para un Madrid más in; nada que ver con esos chuchos populares, a los que sus ancianas dueñas atavían con banderitas y trajecitos de punto para rendirlos a las plantas de san Antón y que reciban el hisopazo del cura desde la ventana de la iglesia, después de que les vendan panecillos benditos. Los guapos perros deportistas de Pirena 2006 pudieron ser ciertamente un bello preámbulo gráfico de la fiesta perra de hoy, que lo es también de la serpiente exótica que lleva el extravagante de turno para asustar al cura y del enorme cerdo negro que su dueño se trae de Burgos, ataviado con la bandera española, y que si vive aún supongo que seguirá llamándolo Felipe, aunque si no vive y trae otro es probable que lo llame Zapatero.

La política no escapa a la fiesta animal y tal como están las cosas hasta es posible que la animalidad de los dueños lleve a la inocencia animal a soportar que alguno se empeñe en llamar Esperanza a una simpática perra ladradora, Alberto a un perro hurgador que no deje tierra sin hollar, Simancas a un mono que toque mucho las cosquillas y Trini a una felina coqueta que se haga notar. Hay perros para todos los gustos, y muy parecidos a sus dueños, por lo que es de esperar que los más agresivos se abstengan de traer a los suyos y de venir ellos mismos a la fiesta, que aunque es fiesta de paz acoge a perros militares que desfilan con la Guardia Civil, muy cariñosa con ellos. Y hallándose san Antón en Chueca no digo que los gays y las lesbianas se priven de llevar sus perros y sus gatos para que se los bendigan, pero como es un presbítero católico el que lo hace en nombre del santo nada me extrañaría que les fuera negada la bendición. Y con el que no podrán contar, y lo siento, es con un perro de mi memoria que sigue vivo en los versos del gran Claudio Rodríguez: Sirio, el perro de Vicente Aleixandre, que no salía de Velintonia, dedicado a distinguir con su olfato a los malos poetas de los buenos, y que, parecido a su dueño, tanto en el buen talante como en el mejor corazón, seguro que hubiera acudido esta mañana al Hotel Palace para conocer a Troya, la divertida perra que los amigos de El Refugio, protectores de animales abandonados, cuya organización cumple ahora 10 años, han elegido como modelo de una campaña para educar a las fieras humanas que maltratan a estos seres y para que tomemos conciencia de todo lo que nos pueden dar y podemos darles; para conocer al pobre Rudolf, que fue atropellado sin compasión; o a un galgo estupendo, Rodrigo, un semejante de esos galgos que siguen colgando ciertas bestias humanas para disfrutar con la crueldad de sus lentas agonías.

Allí estarán también Merita y Peca, dos cachorritos, perros de paisano sin glamour, que nada tienen que envidiarle a los distinguidos samoyedos que nos visitaron y que son, de verdad, un expresivo pregón de la fiesta de hoy. Una fiesta a la que podemos poner música con Perrito vagabundo, la banda sonora de la campaña educativa de El Refugio, mientras desplegamos sus carteles y soplamos las velas de una tarta que conmemore 10 años de compromiso con los animales. La fiesta de hoy, más que la fiesta de los perros o los gatos es la fiesta de quienes les queremos y hemos descubierto que una de las mejores formas de celebración es unirnos a gente que, como los que trabajan en El Refugio o les apoyan, sufren por la indefensión de los animales y luchan contra ella, defienden sus derechos y reclaman el respeto que merecen estos seres que sienten y padecen. Y vaya si padecen...

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