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Reportaje:

"Fuimos a la guerra sin entender a la sociedad iraquí"

El oficial que lideró la entrada de tropas británicas en Irak deja el Ejército y se convierte en feroz crítico de la invasión

El ex coronel Tim Collins parece más joven que en las fotos. También algo más menudo. Un buen observador detectaría enseguida al militar por su porte rígido. Pero la suavidad de su voz y de sus formas hace más difícil identificar al soldado que ha pasado la mitad de sus 22 años de carrera en las fuerzas especiales, que se ha enfrentado al narcotráfico en Colombia, al odio comunitario en Irlanda del Norte, al caos en Sierra Leona, a la caza de criminales de guerra en Bosnia. Al hombre que en marzo de 2003, con su arenga al I Batallón del Regimiento Real Irlandés en el desierto de Kuwait, apenas horas antes de cruzar la frontera con Irak, se convirtió en el militar más popular del Reino Unido. "Vamos a Irak a liberarlo, no a conquistarlo", le dijo a la tropa. "Si sois feroces en la batalla, no olvidéis ser magnánimos en la victoria. No tratéis a los iraquíes como refugiados en su propio país", les ordenó.

"Ha habido una combinación de incompetencia y arrogancia"

Pero aquel héroe se transformó en villano a los pocos meses, cuando las turbias acusaciones de un suboficial norteamericano le convirtieron en sospechoso de ser él mismo un criminal de guerra. De aquella experiencia salió con el expediente limpio, pero el corazón roto. Se desenamoró del ejército. Se le abrieron los ojos. Se convirtió en un civil y en uno de los críticos más feroces de la guerra de Irak. O al menos, de la posguerra de Irak. Ahora que ya no está sometido al voto de silencio de la disciplina castrense, Collins se permite decir lo que piensa. Y piensa que el Parlamento debería procesar a Tony Blair para aclarar los fundamentos en que basó su decisión de invadir Irak. Piensa que derrocar a Sadam Husein ha valido la pena, pero que Occidente lo ha hecho casi todo mal. Piensa que el caos de la posguerra estaba perfectamente calculado por el régimen y que sólo una retirada paulatina de las tropas occidentales, para dar paso a una fuerza multinacional árabe, puede empezar a llevar la paz y la seguridad a un país que corre el riesgo de fracturarse.

Los viajes y la vida en Inglaterra han domesticado el acento de este protestante del este de Belfast, de 45 años y padre de cinco hijos, que responde con un "no" tajante y súbito cuando se le pregunta si la invasión de Irak estuvo bien preparada. "Con perspectiva, sabiendo lo que sé, ahora lamento que no se hicieran más esfuerzos para forjar una coalición más amplia, como en 1991, que nos habría obligado a hacer las cosas de forma más equilibrada, a plantear preguntas sobre qué ocurriría cuando estuviéramos allí. Hubo una combinación de incompetencia y arrogancia. Una actitud aplastantemente arrogante después de la guerra que hizo creer que podíamos hacer lo que quisiéramos. Por eso se disolvieron la policía y el ejército iraquíes. Se creó un enorme vacío, y en ese vacío se forjaron las fuerzas del mal. Ahora vemos las consecuencias de eso".

¿Quién tiene la culpa, los políticos o los militares? "Sin ninguna duda, los políticos", responde al instante. Desde el punto de vista puramente militar, "la invasión de Irak fue un éxito completo", asegura. "Se hizo bien. El Ejército iraquí se desplomó. Mi propio batallón capturó un par de divisiones. Sí, ganamos la guerra, no hay duda. Lo podríamos hacer otra vez mañana. Pero no hemos conseguido ganar la paz. El Ejército estadounidense tiene dos velocidades: atacar y destruir. Puede atacar en el mundo entero, pero no tiene capacidad de llevar a cabo operaciones de paz. No les interesa".

Collins cree que el primer error fue ir a guerra "sin entender la sociedad iraquí". "El segundo error fue que tampoco conocíamos el régimen que íbamos a suprimir", añade. "No entendimos que no puedes suprimir una idea nacional y sustituirla por el vacío, que hay que ayudar a la gente a reinterpretar ese ideal porque es lo que conocen. Y no lo hicimos. Tampoco entendimos que los baazistas entendieron su nación mucho mejor que nosotros y que exacerbaron las divisiones con un fin: sabían que si se les suprimía a ellos, el país se desplomaría; ese colapso formaba parte de su diseño del país".

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"A los pocos días de cruzar la frontera me advirtieron sobre eso", explica. "Tenía un grupo de asesores iraquíes: cristianos, chiíes, suníes, kurdos. Todos me advirtieron de los problemas potenciales que había entre ellos. Cuando tiene miedo, la gente actúa de manera defensiva frente a sus semejantes. El régimen había planeado eso. Tarek Aziz, cuando fue entrevistado antes de la guerra y le dijeron que Irak no sería Vietnam porque no hay junglas ni ciénagas donde esconderse, contestó: 'Las ciudades serán nuestras ciénagas, los edificios serán nuestras junglas'. La gente se rió de él. Ahora sabemos qué quería decir".

En su libro Rules of Engagement, en el que relata su experiencia en Irak y la investigación que recayó sobre él justo al retornar del frente, Collins defendió el derrocamiento de Sadam. "Personalmente creo que Sadam era el problema y las armas de destrucción masiva eran una de las manifestaciones de ese problema", explica ahora. "Creo que hay cada vez más evidencias de que la Administración de EE UU había decidido ir a la guerra y nada iba a desviarles de ese camino. Ahora lo lamentan, pero eso es lo que ocurrió. Y el Gobierno británico aceptó ese análisis. Tony Blair pensaba en el éxito de Margaret Thatcher como resultado de la guerra de las Malvinas y creyó que sería una buena cosa, una victoria fácil que le reportaría popularidad y le evitaría tener que centrarse en las cuestiones difíciles de la política doméstica. No tenía idea de la caja de Pandora que estaba abriendo".

Cree que es importante deslindar si Blair actuó de buena fe o de mala fe. "Tiene que haber una investigación detallada porque la historia exige que tengamos respuesta a esa pregunta. Por eso generales retirados y algunos políticos están pidiendo un proceso de impeachment sobre el primer ministro. Una especie de juicio a cargo de la Casa de los Comunes en el que la Cámara de los Lores dicta el veredicto. Ahora creo que las evidencias son lo bastante fuertes y el impeachment despejaría el ambiente. Si el primer ministro ha interferido en las evidencias, o ha conspirado para ello, o ha permitido que las evidencias fueran alteradas con su conocimiento, entonces es culpable".

El ex coronel se opone a una retirada súbita de las tropas y aboga por su paulatina sustitución por soldados árabes. Con el tiempo, éstos podrán ceder su lugar al nuevo Ejército iraquí. "Sé que alguna gente con más conocimientos que yo dice que soy un soñador, pero creo que tenemos que utilizar la política del palo y la zanahoria para implicar a las naciones árabes, quieran o no, en el problema de Irak. Naciones como los Emiratos Árabes, Egipto, Jordania, para equilibrar la presencia de americanos y británicos y dar alguna esperanza a los árabes sunitas", propone. "Egipto y Libia tienen ejércitos con la talla suficiente para desplegar tropas sobre el terreno", explica. Pero tendría que ser de forma paulatina. "Estoy completamente en contra de la teoría del Big Bang, que nosotros nos vayamos y ellos nos sustituyan. Eso es Vietnam. No funcionaría. Y no podemos permitirnos que Irak se rompa".

El ex militar británico Tim Collins, durante la entrevista celebrada en Londres.
El ex militar británico Tim Collins, durante la entrevista celebrada en Londres.JORDI ADRIÁ

Una amargura mutua

Tim Collins estaba en las montañas de Sarajevo, solo, contemplando el paisaje, cuando llegó a la conclusión de que "nunca más arriesgaría" su vida "de forma voluntaria" por su país. Mientras estaba destacado en Bosnia, el Ejército investigaba su comportamiento en Irak sin haberle desvelado aún de qué se le acusaba.

"Como consecuencia de las diferencias de opinión que hemos tenido sobre la guerra, y por el hecho de que el ejército no me apoyó y me dejó solo, se creó una amargura mutua", sintetiza con melancolía. "Me he arriesgado muchas veces por el Reino Unido, y de repente me di cuenta de que el respeto y la confianza no funcionaban en las dos direcciones. Fue un momento de clarividencia, me desperté de un sueño dorado, me di cuenta de que había llegado el momento. Nunca me he divorciado, pero me imagino que es como un divorcio: un día te despiertas y te das cuenta de que no hay futuro".

"Dejé de ver el Ejército como una gran familia feliz que no puede hacer nada mal. Perdí el respeto por altos oficiales que hasta entonces eran un ejemplo moral. Empecé a verles de manera diferente y a darme cuenta de que había muchas cosas que no me gustaban. Cambió la manera misma en que hasta entonces me había relacionado con el Ejército".

¿Por qué ocurrió todo aquello? "Porque en aquel momento el Ejército estaba profundamente confundido acerca de la guerra de Irak, las razones por las que se fue a la guerra, y algunos altos oficiales estaban desesperados por congraciarse con el Gobierno. Por culpa del mando, el Ejército estaba perdiendo el control sobre el Ejército, no ofrecieron el liderazgo necesario", explica. El 7 de abril de 2004, el día en que el príncipe Carlos le condecoró con la Orden del Imperio Británico por su actuación en Irak, recuperado el honor, el coronel Tim Collins vistió el uniforme por última vez.

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