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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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Alemania: los efectos euforizantes del fútbol

Joaquín Estefanía

UNA COMBINACIÓN DE FACTORES, unos psicológicos y otros reales, puede hacer que Alemania deje de ser uno de los enfermos económicos de Europa. Los ciudadanos de la primera potencia industrial y exportadora europea, con un tercio del PIB de la zona euro, comienzan a verlo así, según los sondeos.

Los datos y las expectativas son las siguientes: se ha reducido el paro, aunque aún permanece en el 11% de la población activa (4,6 millones); los índices de confianza de consumidores y empresarios han aumentado por encima de lo normal; las exportaciones siguen muy potentes; la campaña de Navidad no ha sido mala (el consumo), y las perspectivas de crecimiento han aumentado del muy exiguo 1% al menos exiguo 1,5%.

Las razones por las cuales ha pasado de la depresión a la esperanza son una combinación de factores: los efectos de las reformas de Schröder, el consenso sobre Merkel y un proyecto común como el mundial de fútbol

¿Qué ha ocurrido? Los expertos citan una combinación de al menos tres factores: siguen haciendo efecto las reformas estructurales que puso en marcha el anterior canciller Schröder (y que seguramente le costaron el puesto); Angela Merkel ha conseguido en muy poco tiempo un nivel de aceptación muy notable y ha aunado los intereses de los dos partidos que forman la gran coalición que gobierna Alemania, y hay un proyecto ilusionante a corto plazo, que puede servir para mostrar un país en forma, incrementar el número de turistas y estimular el consumo: el mundial de fútbol de los meses de junio y julio da la oportunidad de volver a poner de moda el made in Germany.

A principios del mes de diciembre, Angela Merkel fue al Bundestag y presentó su programa de gobierno, titulado, muy gráficamente, "Unidos por Alemania con valor y humanidad". En materia económica, ese programa se basaba en un incremento de la inversión pública, subida de impuestos para poner orden en las finanzas y lograr que Alemania vuelva a la senda del Pacto de Estabilidad y Crecimiento (este año será el quinto en que incumple tener un déficit público por debajo del 3%), y una reforma del Estado de bienestar para adaptarlo a una sociedad cada vez más envejecida y con mucho desempleo. En aquel momento, ya no quedaba nada de las veleidades neoliberales de la Merkel, que a punto estuvieron de permitir su derrota.

Ahora, tras dos días de cónclave de los líderes de la CSU y el SPD en las afueras de Berlín, se han concretado las primeras medidas: la prioridad, la inversión pública. El Estado central invertirá 25.000 millones de euros en los próximos cuatro años (que serán 37.000 millones de inversión pública total si se une el esfuerzo de los Estados y de los ayuntamientos), dedicados básicamente a mejorar las infraestructuras, aumentar la investigación y el desarrollo (hasta lograr para esta partida un 3% del PIB y ajustarse a los objetivos de la Agenda de Lisboa), ayudas financieras a la pequeña y mediana empresa, y a las familias, para aumentar la natalidad de éstas.

Aquellos que más demandaban la necesidad de profundizar las reformas iniciadas por Schröder tendrán que esperar más tiempo: las reformas sanitaria, presupuestaria o energética quedan para más adelante. Tiene mucha significación esta última, ya que Alemania acaba de comprobar en su propio territorio lo que significa una excesiva dependencia del gas ruso. Frente a los que pedían el fin de la moratoria nuclear, todo se ha pospuesto al mes de abril, en el que habrá una cumbre energética entre el Gobierno y la industria. Pero Merkel ha adelantado que se respeta el calendario de desmantelamiento de las centrales nucleares pactado por la coalición rojiverde con las eléctricas: "Nadie plantea construir un nueva central nuclear".

El enojo de los más liberales con la nueva canciller tiene otro punto de apoyo cuando se conocen sus planes europeos. Alemania presidirá la UE en el primer semestre del año que viene, y Merkel tiene la intención de activar el debate sobre la Constitución, acercando su texto a los ciudadanos mediante un anexo sobre la "dimensión social de Europa". Y además anuncia la aprobación en su país de un salario mínimo.

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