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Reportaje:LA SINIESTRALIDAD EN LAS CARRETERAS

Rápida y letal

La carretera de la comarca coruñesa del Barbanza se ha cobrado 56 vidas desde su inauguración, hace 10 años

Xosé Hermida

Empezó un año, acabó otro y la trágica rutina no se ha interrumpido en la antes llamada vía rápida del Barbanza, la península que forma la margen coruñesa de la ría de Arousa. Dos días antes de que acabase 2005, murió un hombre, la duodécima víctima del año en la carretera con peor estadística de Galicia. El pasado 2 de enero, fallecieron otras dos personas en un choque frontal. Desde que hace 10 años se inauguró la vía, cuyas condiciones técnicas fueron contestadas desde el primer momento, se ha cobrado 56 vidas.

El primer día de 2000 también había empezado con un drama en la carretera del Barbanza. Perdió la vida un hijo de Jeanne Picard, que ahora es vicepresidenta de la asociación Stop Accidentes. "Yo la llamo la vía de la muerte", declara Picard, cuya insistencia convenció a la Dirección General de Tráfico para que, el pasado septiembre, instalase en la carretera unos paneles metálicos con la advertencia: "33 personas han muerto en los últimos cinco años". Los carteles no se actualizan y desde que se colocaron la estadística se ha acrecentado con otras cuatro vidas.

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De Jeanne Picard partió también la iniciativa para suprimir del reglamento de circulación la categoría vía rápida. Ésa fue la denominación a la que se acogió la Xunta de Galicia cuando, en 1995, se completaron los 40 kilómetros de la carretera que enlaza las localidades de Padrón y Ribeira. La vía comunica con el resto de Galicia un área costera de unos 80.000 habitantes, muy transitada en verano y con un intenso tráfico de mercancías proveniente de sus puertos e industrias derivadas del mar.

Entonces el Gobierno gallego empezaba a trazar su red interna de comunicaciones, y la carretera del Barbanza fue presentada casi como si se tratase de una autovía. Y así comenzó llamándole la gente, aunque se tratase de un simple vial de doble dirección protegido por vallas metálicas, sin cruces, sin atravesar núcleos de población y con 100 kilómetros por hora de límite de velocidad.

"Desde el principio, se vio que era una carretera mal trazada, con curvas mal peraltadas, un asfalto muy deslizante y sin apenas arcenes", afirma Pedro Piñeiro, alcalde socialista de Rianxo, en cuyos límites municipales se han concentrado buena parte de los accidentes. En muy poco tiempo la vía rápida -que ahora se denomina oficialmente de alta capacidad- se granjeó una leyenda negra que se prolonga hasta hoy. Sus jalones fúnebres son innumerables. En junio pasado, registró cuatro muertos en tres días. El 18 de abril, hubo tres accidentes en tres horas, concentrados en su tramo más letal, las llamadas curvas de Vilas, en Rianxo.

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El alcalde Piñeiro llevaba años insistiendo en que el asfalto de esa zona era una trampa. "Los días de lluvia nos los pasamos en vilo", asegura. "Más de una vez he ido a ver un accidente allí y te costaba trabajo mantenerte en pie sobre el pavimento". Las reclamaciones del Ayuntamiento fueron atendidas el pasado verano, cuando se cubrió con una capa de otro tipo de asfalto. Desde entonces, no ha habido más muertes en ese tramo.

Los ayuntamientos de la zona y la asociación Stop Accidentes reclaman también mayor vigilancia con radares y patrullas de tráfico, sin olvidar la responsabilidad de los propios conductores. Ahora están a la espera de que la Xunta adjudique las obras para desdoblar la carretera y convertirla en una autovía de verdad. "Esperemos que esta vez el proyecto tenga en cuenta, por encima del coste económico, las condiciones de seguridad", apunta Picard. "Yo todavía quiero que me enseñen los documentos de cómo se hizo la vía. Y que alguien se responsabilice por tantos muertos".

Cartel, ya obsoleto, que recuerda los accidentes mortales en la carretera del Barbanza.
Cartel, ya obsoleto, que recuerda los accidentes mortales en la carretera del Barbanza.ÓSCAR PARÍS

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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