"Sobrevivir a los campos de exterminio es lo anecdótico"
Como en un viaje por el reino de la muerte exhumando cadáveres que le sirvieran para representar lo irrepresentable. Así se sintió el director de cine Claude Lanzmann (París, 1925) durante los 12 años de gestación de su película documental sobre el Holocausto, la monumental y para muchos definitiva Shoah (1985), de nueve horas y media de duración. El director francés cerró hace unos días el encuentro internacional El arte y la memoria de los campos, organizado por la Cátedra de Arte y Cultura Contemporáneos de la Universidad de Girona (UdG), en la que se proyectó su mítica película. Lanzmann es también director del magazine Les Temps Modernes, que fundaron Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.
"No me gusta la palabra superviviente. En realidad todo el mundo está muerto. A los testigos yo les llamo resucitados. Son espectros"
"Me dijeron que filmar el Holocausto era imposible. Tenían razón, por eso lo hice, por eso rodé 'Shoah"
Fue crucial para que Lanzmann pudiera rodar Shoah su anterior documental titulado Por qué Israel, un filme, de tres horas y 20 minutos de duración, que algunos críticos definieron como la mejor película sobre la formación del Estado de Israel realizada hasta la fecha. "A partir de aquella película, unos amigos se ofrecieron a financiar un documental sobre el Holocausto, pero duró tanto la preparación del filme, unos 12 años, que me vi obligado a encontrar nuevos productores".
"Durante la larguísima preparación del proyecto", dice, "me invadió la sensación de vivir entre muertos. El reino de la muerte había triunfado. Cuando encontraba a algún testigo vivo, tenía la sensación de exhumarlo". El cineasta afirma que Shoah no es un filme sobre los supervivientes del exterminio, sino "sobre el último instante, sobre la radicalidad de la muerte en las cámaras de gas, sobre los únicos testigos de la aniquilación de todo un pueblo". En la película no hay historias individuales. "Casi nunca dicen yo, dicen nosotros. Nadie cuenta por qué combinación extraordinaria de coraje, audacia o suerte consiguió sobrevivir, o cómo ha sido su vida después. Eso no tiene importancia. Ni lo pregunté. Sobrevivir es lo anecdótico, es lo que contó Steven Spielberg en su película". Para Lanzmann no existen supervivientes. "No me gusta la palabra superviviente. En realidad, todo el mundo está muerto. A los testigos yo les llamo resucitados. Son espectros".
El director de cine viajó por medio mundo para escoger a los testigos de su película. "Lo difícil no fue encontrarlos, fue persuadirlos para hablar". Lanzmann quiso, antes de ponerlos ante la cámara, saberlo absolutamente todo de ellos. "Debían decir cosas muy duras y difíciles. Sin duda tendría que ayudarles y necesitaba saberlo todo antes".
La puesta en escena es fundamental en Shoah, aunque se trate de un documental. "Debía inventar la realidad del filme, hacer una película de creación". Algunos de los testigos le dijeron que lo sucedido en los campos de exterminio era irrepresentable o que sería mejor no hablar de ello. "Me dijeron que filmar el Holocausto era imposible. Tenían razón, por eso lo hice".
Lanzmann gusta de decir que la película está, en cierto sentido, fuera del espacio y el tiempo. "Filmamos en Polonia, pero el lugar donde transcurre es la conciencia", afirma. El director recuerda que al inicio del proyecto era muy reacio a visitar Polonia, ya que consideraba que allí sólo había muerte. Tuvieron que pasar cinco años de entrevistas en lugares muy distantes antes de que se decidiera a pisar el escenario de la tragedia. Lanzmann se describe a sí mismo en esa visita a los campos de Polonia como "una bomba cargada de saber a la que le faltaba el detonador". Y explica: "Exploté ante el cartel de Treblinka. Fue una conmoción, como si la verdad se convirtiera en certeza".
"Muchos piensan que una cosa tan horrible sólo puede pasar fuera del tiempo humano", señala el cineasta parisiense, que considera que el Holocausto se ha situado en un tiempo legendario porque se trata de "un crimen perfecto sin rastro", en el que todo estaba destinado a no dejar huellas. Ahí, advierte, se han apoyado los negacionistas. "Se abrieron las fosas para quemar los cadáveres y después los huesos fueron machacados para convertirlos en polvo, que fue esparcido por los bosques".
Lanzmann insiste en diferenciar claramente los campos de concentración de los de exterminio. De estos últimos casi no hay imágenes, de ahí que rechazara utilizar los archivos fílmicos para construir su película. Los conocidos documentales filmados por los aliados en el momento de liberar los campos, con excavadoras moviendo montañas de cadáveres, no tienen nada que ver con los campos de exterminio de Polonia. "Esas víctimas eran prisioneros de campos de concentración muertos en gran medida a causa de una epidemia de tifus".
Babelia
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